Horas Extra

Capitulo 3

Roberto estaba de rodillas frente al altar, rezaba tranquilamente por sus feligreses, sobre todo por los más viejos. Estaban entrando al invierno y era una estación dura para ellos, pedía por los jóvenes de su congregación, que el espíritu Santo los guiara y cuidara de las tentaciones del día a día. Así estuvo unos minutos hasta ponerse de pie y persignarse. Ya eran pasadas las seis de la tarde y comenzaba a sentir hambre, recordó que tenía una manzana en la oficina, iría por ella, al pensar en la manzana se acordó de Alejandra, eso lo hizo reír para sí mismo. Volteó a la entrada y vio a dos chicas sentadas al final de las bancas, una miraba su teléfono y la otro solo miraba al techo, caminó hacia ellas y vio que la que miraba al techo lucía nerviosa, al verlo llegar hacia ellas, se pusieron de pie rápidamente actuando como si acababan de hacer algo malo.

- ¿Necesitan algo señoritas? - dijo sonriendo, a lo que ellas sonrieron.

- vera curita - comenzó una de ellas mientras la otra agachaba la cabeza - esperamos que nos pueda ayudar con algo.

- depende de lo que necesiten. Y soy el padre Roberto, no el curita.

- lo sentimos padre Roberto - dijo la otra levantando la mirada - soy Lucia y ella es Cecilia.

- encantado de conocerlas, ahora dime qué necesitas.

Lucia bajo la mirada, en una mezcla de temor y vergüenza, su amiga miro a Roberto de forma coqueta, él sintió que perdía si tiempo así que puso una mirada más seria.

- si no necesitan nada le voy a pedir que salgan, voy a cerrar la iglesia.

- si necesito algo - hablo Lucia - quiero confesarme.

- ¿Eres católica?

- no padre.

- ¿Y por quieres confesarte?

- es que ella necesita hablar con alguien - intervino su amiga, que continuó al ver la mirada de confusión del padre - alguien que no la juzgue por eso debe ser usted.

- el confesionario no es para hacer terapia de ayuda - dijo tranquilo pero firme - es para personas que profesan nuestra fe y necesitan perdón y consejo.

- pero eso necesita mi amiga - dijo Cecilia con rostro suplicante - ¿Verdad Lucy?

- sí, pero si el padre no quiere es mejor irnos - dijo casi llorando, Cecilia lo miró pidiendo auxilio.

- está bien - dijo Roberto resignado, pasó el dedo por la mejilla de Lucia para secar la lágrima que caía, ella le sonrió dulcemente - pasen al confesionario.

- yo te espero aquí - dijo Cecilia a su amiga, luego miro al padre - es algo que debe hacer sola.

Roberto asintió y la dirigió al confesionario, se sentó al otro lado dijo las oraciones de rutina para comenzar, la chica se quedó unos minutos en silencio y Roberto creyó que se había arrepentido, pero ella lo miró a través de la rejilla y tomo aire.

- la cosa es padre que... Me hice un aborto.

- ¿Cuánto tenías cuando te lo hiciste?

- ocho semanas.

- lo hiciste rápido. ¿Quién te lo hizo?

- yo misma, verá tengo una amiga, no es Cecilia es otra que aborto el año pasado, lo hizo de forma natural tomando hierbas y otras cosas. Cuando le dije de mi embarazo ella me llevo con una vieja que me dio a tomar unas cosas, las tomé unos días y entonces tuve el aborto.

- ¿Tus padres se enteraron de esto?

- no, ellos están muy ocupados con su trabajo, papá maneja una empresa agrícola y mamá trabaja con él. Casi nunca están en casa por el trabajo así que ni cuenta se dieron de lo que me pasó. 

- entonces ¿Que te aflige?

- la cosa es que yo no estaba segura de abortar padre, ahora que lo pienso nunca debí de haberlo hecho. Es que cuando aborté tome el feto y lo enterré en el patio, digo la vieja me dijo que lo tirará por el baño, pero yo pensé que mierda le pasa, disculpe la grosería - Roberto levantó la mano restándole importancia y la animó a seguir - como le dije lo enterré en el patio y continúe con mi vida, al menos por dos semanas. Pero después comencé a sentirme mal, no tenía ánimos de nada, me sentía triste así que hablé con mi amiga, ella me dijo que algunas mujeres después de abortar entraban en depresión, aunque ella dice que no pasó por eso. Pero yo sí, por suerte mis padres no lo notaron y cuando me preguntaban si pasaba algo yo les decía que era por las pruebas finales de semestre. Lo peor de todo es que las últimas semanas me han pasado cosas raras.

- ¿Qué tipo de cosas?

- bueno... Sé que suena loco, pero estaba en casa haciendo tareas cuando de pronto empecé a escuchar un llanto, el llanto de un bebé. Miré por la casa buscando el origen del sonido, pero no encontré nada, así que decidí no darle importancia y volví a mi habitación, al entrar vi como un pequeño bulto se escondía bajo la cama. Me quedé parada en la puerta, quería salir de ahí pero no pude moverme, respiré profundo y cuando me pude mover camine lentamente y me arrodille para mirar bajo la cama, estuve unos segundos que me parecieron eternos mirando la falda de la cama hasta que me atreví a mirar, pero no había nada. Los dos días siguientes pasaron normales hasta que una noche comencé a escuchar los llantos otra vez, trate de no darle importancia, pero no pude, estaba sola en casa y eso hizo que mi miedo me dominara. Lo peor pasó cuando comencé a escuchar el caminar de un niño por el pasillo de la habitación, caminaba de un lado a otro como si estuviera rondando la habitación, esto es vergonzoso pero me asusté tanto que me orine encima, me tiré al suelo y me acurruque en una esquina así estuve un rato hasta que el caminar ceso y todo quedó en silencio, me levanté como pude y en eso sentí un ruido en el patio, a pesar de mi miedo me acerque a la ventana y pude ver el pequeño bulto negro de pie en el patio justo donde enterré a mi hijo, al feto - dijo corrigiéndose a si misma con molestia - o como sea. En eso el teléfono sonó lo que me hizo gritar. Era Gabriel.

- ¿Tu novio?

- no, era un compañero y era el papá del niño. Claro que él no lo sabía, hasta que se lo dije en ese momento, necesitaba decirle, sentía que no era justo ocultárselo. Para mí sorpresa se lo tomó un poco mal, yo creí que no le habría dado importancia, pero me reclamo que debía habérselo dicho, le pedí disculpas y le pregunté el motivo de la llamada a lo que él respondió que estando en su cuarto sintió la necesidad de llamarme. Me dijo si quería que fuera a mi casa y le dije que si, tal vez por impulso o por miedo a no estar sola, mis padres posiblemente no llegarían así que en veinte minutos estaba allí. Le pedí perdón por lo que había hecho y me dijo que no me culpara que no sabía lo que hacía y que a la larga él me habría pedido hacerlo.



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En el texto hay: recuerdos de la vida, recuerdos y perdon

Editado: 29.03.2020

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