Horizontes Prohibidos: El Camino del Omnisciente

Capítulo 1: El Comienzo del Insomnio

Tengo que decir que no siempre padecí de insomnio, ni mucho menos otros problemas para dormir. De hecho, alguna vez fui parte de ese grupo privilegiado que, al apenas apoyar la cabeza en la almohada, caía rendido en un sueño tan profundo que, según algunos testigos, ni siquiera un tren pasando al lado me habría despertado. Era una habilidad envidiable, lo sé. Pero, créeme, eso está muy, muy lejos de lo que sucede ahora.

Últimamente, dormir es una batalla que rara vez gano. Ya no me acuesto temprano, y aunque el cansancio me devora por dentro, rara vez logro dormirme antes de las tres o cuatro de la madrugada. Supongo que ya sabes cómo es eso, ¿no? Esa sensación de querer dormir, de sentir el peso aplastante del agotamiento, y sin embargo... nada. Solo silencio y sombras.

Pero claro, el insomnio no es algo que aparezca de la nada, y si te cuento esto es porque ya empezaste a notar que algo está fuera de lugar. Tal vez ya te ha pasado alguna vez, ¿verdad? Dime... ¿cuándo fue la última vez que realmente descansaste?

Si sigues leyendo esto, quiero que lo hagas sabiendo algo importante: estoy aquí, contigo, viéndote. No, no estoy jugando. Sé que puede sonar extraño, pero lo que pasa es que tengo un don... aunque algunos lo llamarían maldición. Puedo ver mucho más de lo que debería. Puedo verte a ti. Y a otros. No preguntes cómo, solo sigue leyendo. Yo también quiero saber qué estás buscando.

Lo que me lleva a esto, el insomnio. Mi insomnio. Podríamos decir que comenzó con mis estudios nocturnos. Tomar clases por la noche me pareció una buena idea en su momento. Menos distracciones, más tiempo para concentrarme, ¿cierto? Solo que pronto esa rutina empezó a desordenar algo más profundo en mí. Tal vez no solo fue el cansancio acumulado, o la tensión de perder un trabajo que, de alguna manera, definía quién era. Quizás era algo que siempre estuvo ahí, escondido, esperando el momento perfecto para surgir.

Mis noches, que antes eran tranquilas, se convirtieron en largas horas de lucha con pensamientos que giraban en mi mente sin cesar. Y luego, los primeros indicios de que algo no estaba bien. Al principio fueron simples parálisis del sueño. Seguro lo has escuchado, ¿no? Esa extraña sensación de estar atrapado en tu propio cuerpo mientras algo te observa desde las sombras.

No te preocupes, pronto entenderás más de esto... y de mí.

Déjame contarte algo curioso sobre las parálisis de sueño. Es esa clase de experiencia que no puedes olvidar, aunque quieras. Es aterrador, sí, pero más que eso, es la sensación de vulnerabilidad, la impotencia de saber que tu cuerpo está allí, inmóvil, mientras algo te acecha desde las sombras. Lo peor es que no siempre son las sombras las que te observan. A veces, es algo mucho más tangible.

La primera vez que me pasó, pensé que era un simple mal sueño. Ya sabes, de esos que te sacuden un poco, pero al final puedes olvidarlo con el día. Pero luego volvió a suceder, una y otra vez. Y cada vez, la criatura en la sombra estaba más cerca. Su forma no era clara al principio. Solo una presencia. Una mancha en la oscuridad. Pero con el tiempo, fue tomando forma, y créeme, no era una forma que quisiera seguir viendo.

A veces, me pregunto si también lo has visto. Quizá tú también hayas sentido esa figura, tan solo a un paso de distancia, acechando. O tal vez, todavía no. Pero no te preocupes, tendrás tiempo de sobra para entenderlo.

Me preguntaba si era solo una fase, algo que se acabaría con el tiempo. Pero no. Al contrario, empeoró. Y entonces, cuando las parálisis del sueño empezaban a ser parte de mi rutina nocturna, llegaron los sueños. Y no me refiero a simples pesadillas.

Todo comenzó con un sueño que parecía insignificante. Un chico, joven, caminando distraído mientras cruzaba una calle. La luz del semáforo estaba en rojo, pero él no lo notaba. Su cabeza estaba enterrada en su teléfono, como suele pasar, ¿no? Pero lo curioso es que, aunque el sueño me parecía tan real, cuando desperté no le di importancia.

Hasta que, al día siguiente, lo vi. Exactamente como en el sueño. El mismo chico, la misma chaqueta gris, cruzando esa misma calle. El mismo coche, que venía demasiado rápido. Mi corazón se aceleró y, sin pensarlo, corrí hacia él. Grité su nombre, aunque no tenía idea de cómo lo sabía, y lo empujé fuera del camino. El coche pasó de largo, y él me miró, aturdido, agradecido. No dijo nada. Yo tampoco.

Pero, en mi cabeza, el eco del sueño resonaba. Lo había visto. Lo había anticipado. Y eso era solo el principio.

Después de aquel día, comencé a dudar de todo. Al principio pensé que fue una simple coincidencia. Quizás mi mente había jugado conmigo, haciéndome creer que había visto algo antes de que realmente sucediera. Pero cuanto más lo pensaba, más claro se volvía: no era una coincidencia. Lo había visto, y lo había visto antes de que ocurriera.

No te preocupes si esto te parece confuso. A mí también me costó entenderlo al principio. Es una sensación que no puedo describir del todo bien. Es como si supieras algo sin saberlo realmente. Como si el tiempo dejara de tener sentido por un breve momento, y en ese instante pudieras ver lo que está por venir. Pero no es solo ver el futuro, es más que eso. Es sentirlo.

Y créeme, una vez que sientes eso, ya no puedes dejarlo ir.

A partir de entonces, los sueños se volvieron más frecuentes. No eran solo advertencias de pequeños eventos cotidianos, como un chico cruzando la calle. No. Eran mucho más... oscuros. Los detalles se volvían más nítidos, más profundos, y empezaba a tener una extraña sensación de control. ¿Te imaginas lo que es eso? Saber que estás soñando, y aún así ser incapaz de cambiar lo que está por suceder.

Los primeros sueños lúcidos llegaron como pequeñas ráfagas de claridad en la niebla. Al principio, no sabía si debía emocionarme o temerlos. Por un lado, era fascinante. Poder caminar en un mundo que sabía que no era real, pero que se sentía más vívido que la propia realidad. Pero por otro lado, cada vez que despertaba, una parte de mí se sentía... diferente. Como si una pequeña grieta se estuviera formando en mi mente, lentamente, sin prisa, pero con un propósito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.