Horizontes Prohibidos: El Camino del Omnisciente

Capítulo 2: Los Primeros Sueños Premonitorios

¿Recuerdas lo que te dije antes, sobre cómo todo esto parecía un mal sueño? Pues resulta que no solo lo parecía. Lo que comenzó con parálisis del sueño y pequeños destellos de algo más terminó convirtiéndose en algo mucho más real, algo que nunca debió haber sucedido.

Todo empezó como un juego. Pequeñas coincidencias que al principio no me molestaban. ¿Por qué lo harían? Si sueñas con alguien dejando caer un vaso y luego lo ves suceder unas horas después, lo primero que piensas es: "¿Y qué? Son solo cosas del día a día, pura casualidad". Y eso fue exactamente lo que pensé al principio.

Uno de los primeros sueños... ¿quieres saber cuál fue? Una anciana, caminando por la acera, dejó caer su bolso mientras un perro pasaba corriendo. Simple, ¿verdad? Nada fuera de lo normal. Me desperté y olvidé el sueño tan rápido como lo recordé, porque, claro, no era algo que mereciera mi atención. Al menos eso creía.

Horas más tarde, cuando caminaba por la ciudad, ocurrió. Exactamente igual. La anciana, el perro, el bolso cayendo. Todo. Era como si el sueño hubiera saltado de mi mente a la realidad, y lo más inquietante no fue verlo suceder, sino reconocerlo. Reconocer que ya había visto esa escena, tal como la vivía en ese preciso momento. Me quedé quieto, congelado, con la sensación de que algo estaba mal, muy mal.

Ahí fue cuando comenzó. La sensación de que estos sueños no eran solo sueños. Eran advertencias, pequeñas premoniciones que aparecían justo antes de que los eventos sucedieran. Y claro, al principio, traté de ignorarlo. Tal vez todo era un producto de mi mente cansada. Tal vez todo tenía una explicación lógica. O eso quería creer.

Pero entonces los sueños siguieron llegando, cada vez más frecuentes, cada vez más nítidos. Los sueños eran advertencias.

Al principio, eran cosas pequeñas. Eventos cotidianos que apenas llamaban la atención. Una conversación que escuchaba por casualidad en el metro, una llamada que sonaba justo cuando estaba a punto de soñarla, alguien tropezando en la calle. Cosas tan triviales que parecían meras coincidencias. Pero después, los detalles comenzaron a acumularse. Y, con ellos, las preguntas.

Me di cuenta de que no solo estaba soñando con eventos al azar, sino que había un patrón. Podía predecir lo que sucedería al día siguiente, tal vez dos días después, y aunque intentaba racionalizarlo, me resultaba imposible ignorarlo. Cada sueño se sentía más real, más vívido. Y lo más inquietante no era solo que esos eventos se cumplieran, sino que no podía hacer nada para cambiarlos. No podía intervenir.

Recuerdo que hubo una noche en la que soñé con una ventana rota. Era un simple accidente. Un niño jugando con una pelota en un parque cercano, pateándola demasiado fuerte hasta que se estrellaba contra la ventana de una tienda. Me desperté esa mañana con una sensación de déjà vu, y antes de que pudiera evitarlo, salí a caminar por la misma calle que había visto en mi sueño.

Lo vi todo. Exactamente igual. El niño, la pelota, el cristal rompiéndose en mil pedazos. Y entonces me di cuenta de que podía haber hecho algo. Pude haber evitado que sucediera, ¿no? Pude haber advertido al niño, haber cambiado algo, cualquier cosa. Pero no lo hice. Y, mientras los fragmentos de vidrio caían al suelo, sentí que mi impotencia iba más allá de la simple inacción.

Esto no era casualidad. Estos sueños no eran simples advertencias. Había algo más profundo, algo oscuro detrás de todo esto. Algo que aún no podía entender, pero que comenzaba a tomar forma en mi mente.

Y es aquí donde empiezas a darte cuenta de que algo anda mal, ¿verdad? Quizás ya lo sentiste, esa inquietud. Esa misma sensación que yo tuve cuando me di cuenta de que los sueños no eran una simple cuestión de coincidencias. No, era algo más grande. Algo que me hacía preguntarme... ¿estoy viendo el futuro o es el futuro el que me está usando?

Comencé a observar los sueños con más atención, a analizarlos como si fueran piezas de un rompecabezas. Al principio, trataba de encontrar un patrón más claro, algo que me diera alguna pista de por qué sucedían estos eventos, por qué podía ver lo que iba a pasar. Me preguntaba si de alguna manera podía evitar lo que veía en ellos, pero, como te dije, todo sucedía tal cual lo había soñado. Ni un segundo más, ni un segundo menos.

A veces me preguntaba si realmente estaba soñando o si mis sueños eran solo otra extensión de la realidad, como si cada vez que cerraba los ojos estuviera accediendo a una parte del mundo que los demás no podían ver. Tal vez tú también has tenido esa sensación. Sí, esa sensación de que hay algo más allá de lo que puedes entender, algo que está ahí, aunque no puedas tocarlo. Esa misma sensación se apoderaba de mí cada vez que me despertaba de uno de esos sueños.

Uno de los momentos que más me marcó fue una mañana en la que soñé con un accidente de tráfico. No era un accidente trágico, pero lo suficiente como para causar un gran estruendo. Dos coches, en una intersección cercana a mi casa, chocando en medio de una lluvia fina. Me desperté sobresaltado, sintiendo el choque, el sonido del metal retorciéndose en mi cabeza como si lo hubiera presenciado en persona.

Al salir de casa esa misma mañana, no pude evitar caminar hacia esa misma intersección. Ya sabes lo que ocurrió. Era exactamente lo mismo. Los dos coches, la lluvia, el ruido ensordecedor del metal... todo sucedió ante mis ojos como si hubiera estado escrito.

De nuevo, sentí que debí haber hecho algo. Pude haber advertido a los conductores, haber cambiado mi ruta para que el accidente nunca ocurriera, pero no lo hice. Y la pregunta seguía rondándome: ¿por qué no lo hice? ¿Estaba condenado a ser solo un espectador de mis propios sueños? ¿A ver el futuro y no poder hacer nada para cambiarlo?

Quizás te preguntes por qué te cuento esto, por qué es importante. La verdad es que en ese momento aún no lo sabía, pero ahora, viéndolo todo con claridad, entiendo que esos sueños no solo eran premoniciones. Eran advertencias. Cada pequeño incidente, cada pequeño detalle que parecía insignificante al principio, estaba acumulándose para algo mucho más grande. Lo sentía. Lo sabía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.