Capítulo 3

Me visto deprisa, le hecho un último vistazo a la habitación y me dirijo hacia las escaleras que están justo en la mitad del pasillo. Las bajo sin hacer mucho ruido y llego a una acogedora sala con una chimenea de leña, un sofá medio desgastado y una mesa sin poner en una esquina. Da entender que antes hubo vida en esta casa pero que ya la abandonó, aunque no del todo. 
Por la ventana veo movimiento de personas fuera; podría salir pero no sé quiénes son así que mejor me asomo por la ventana a ver qué está pasando. Hay una camioneta azul parqueada en el camino y un grupo de personas hablando junto a ella. A mí entender deben ser cazadores igual que el chico que me salvó, pero no estoy segura.
– Entonces las cercas las pongo en el este, ¿no? –pregunta un hombre algo viejo, de voz ronca y fuerte.
– Sí, pero no solo ahí, –le dice mi salvador con una voz más autoritaria que la que me habría imaginado que podría tener. –también en el norte y en la frontera con la montaña.
– Está bien, para esta tarde las terminaremos de poner. Pero señor, ¿para qué son todas estas medidas de seguridad? Desde hace años que no...
– Paúl, tú solo encárgate de las cercas, vale, solo eso. De lo demás me ocupo yo.
Luego de esa frase, el grupo de hombres se alejan caminando entre los bosques hasta desaparecer de la vista. Cuando ya no se ven, abro la puerta y voy hasta la camioneta, dónde está él recostado, mirando algo en la distancia que no logro precisar qué es.
– Hola.
– Ah ya terminaste. Venga, monta. Te va a encantar el lugar. –dice dándole una palmada al techo de camioneta.
– Por cierto, ¿cómo te llamas? No creo que pueda seguirte llamando el chico de la cabaña por siempre.
– Soy Matías.