Huellas Fragmentadas

04 Instintos

—Hola hijo —mi madre ya estaba de regreso en casa, sonreía al celular, cobijada en el sillón, eran pasadas las nueve de la noche. A esa hora ella comienza de esa manera su rutina nocturna —, no paseaste a Tyson hoy —Mire al perro plácidamente dormido a sus pies, no se inmutó con mi llegada, pero mi madre tenía ese rostro autoritario.

—Claro que sí lo hice, es solo que tuve que devolverlo a casa, necesitaba salir de nuevo —Ella me estudió completamente de arriba a abajo, y luego me sostuvo la mirada, como si esa mirada extrajera a contra de mi voluntad las palabras, las que ella quiere escuchar, odiaba eso.          
<< ¿Dónde queda mi privacidad?>>           
Sin embargo no hay nada que ocultar por lo tanto desistió.

—¿En verdad?, no sé por qué no te creo, pero eso explicaría por que Tyson no se ha levantado del sillón —Solo me encogí de hombros, dejé mis cosas junto a ella y básicamente hui a mi habitación, en verdad que estaba deshecho, me sentía como si un camión me hubiera arrollado sin piedad, veía demasiadas manchas, no sé dónde demonios dejé mis gafas, manchas oscuras. Me sentía algo mareado por lo que me dejé caer en la cama y me puse a mirar el techo. Me distraía al mirar esas manchas moverse lentamente mientras esa pregunta me invade la mente sin cesar “¿qué especie de chico eres?”, eso quisiera saberlo, precisamente buscaba una respuesta a dicha pregunta desde… ¿desde cuándo precisamente?, ni siquiera lo sé, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que cada segundo en que estuve junto a ella. Tyson jugaba muy feliz con otros perros mientras

yo me moría de nervios con esta chica que no dejaba de hablar, no paraba de hablarme para ser más exactos. Hay bastantes puntos en mi vida que me han afectado como para pararme a pensar qué clase de persona me he convertido desde entonces y para molerme más los sesos, a partir de

qué momento he cambiado. Es gracioso y fastidioso en cómo tu cerebro

juega contigo al recordarte cosas que te dan mucha vergüenza.

Probablemente hubiera sido mejor que me despidiera cordialmente…

—Creo que ya es muy tarde, ya debería de irme —mientras se sacudía su

abrigo y se acomodaba el gorro —, pronto hará más frío y Mateo no debe de exponerse. —Luego sonrió para conmigo, ¡carajo!, sentía como mi cara

ardía, así que miré hacia Tyson para ocultar mi vergüenza.

—Deberías de irte ya a tu casa, es peligrosa la ciudad a estas horas para un chico como tú —Me volví hacia ella con incredulidad, supongo que mi expresión fue graciosa porque reía para sí, ¿soy un chiste para ella?, no para de reír con cualquier cosa que digo o hago. Además, cada que ríe se tapaba la boca con su mano como si no quisiera realmente reírse.

<< ¿Qué caso tiene hacer eso?>>

Supongo que es un gesto de educación.

—Supongo que para la próxima sabré tu nombre y el de tu pequeño

<< ¿Próxima, nos veremos nuevamente?>>

Tyson corrió hacia mí para luego sacudirse la tierra por lo que me levanté de mi asiento rápidamente. Dicha escena provocó que se riera nuevamente con ese gesto de su mano.

—No es gracioso. —Alegue un tanto fastidiado.        
—Claro que si lo es —Me contestó más calmada pero aún sonriente —, Bueno, entonces hasta luego.

Agitaba su mano en el aire, despidiéndose y lo último que sé de ella es que lo mejor que pude hacer es solo mirar cómo se alejaba para salir del parque con su conejo, el cual había metido en una bolsa. El recorrido en casa fue igual que siempre. Música, un cigarro y Tyson caminando cansado a mi lado. En casa, bañé a Tyson y después salí, pero no recuerdo a donde. Tenía ganas de hacerlo, tenía ganas de salir en soledad. Tomé las llaves del coche y simplemente conduje por la ciudad, hasta llegar a las afueras. El fumar un porro de porquería me ayudaba cuando me siento raro o vacío.

<<El cigarro también, igual son la misma porquería>>.

Era extraño que lo hiciera, pero en ocasiones lo hacía, aunque realmente no sé qué es ese sentimiento que me motiva a fumar, no sé relacionarlo a algo específico, sentimiento, emoción, dolor, ni siquiera sé

si es una especie de carencia, lo que sí sé es que divagar dentro de mi mente con un gran letrero que dice “Bienvenido a Colima”, se ha convertido en un pasatiempo para mí.

Cuando volví a casa, “con la mente despejada” me dispuse a analizar la situación. Mi madre en su rutina nocturna y Tyson dormido a sus pies. Por ello mejor no dejar que me huela y me analice los ojos. Mejor esconderme en el refugio de mi habitación.

—No sé qué clase de persona soy, creí saberlo, pero ahora lo dudo. Lo que tengo bien en claro, es que mi vida es una mierda. —Hablé en voz alta. Solo para mí y mi soledad, pero no me imagine que me escucharan.

—Pues a pesar de ello has hecho mucho con tu vida. —No deje de mirar el techo hacia la puerta, la voz de mi madre era muy suave, la escuché un poco… ¿triste?, es mi madre, claro que estará triste por su hijo solitario, pude sentir que se sentaba al borde de la cama y acariciaba mi vientre.

—La vida de adulto es pesada, pero ser un niño no es tan fácil tampoco, en sí la vida es un asco. —Respondí evadiendo cruzar miradas.




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