Huellas Fragmentadas

11 Sentidos

—No puedes bañar a un conejo. Son muy delicados al regular su temperatura. Un baño simple puede ocasionar hipotermias. Su pelaje es denso y no pueden secarse fácilmente. Justo como un husky. Necesitan secarse y calentarlos. —Acariciaba al conejo sobre de su regazo, el animal movía rápidamente su nariz y con sus orejas extendidas, atento a todo a su alrededor — En ocasiones especiales se pueden bañar, pero por eso es por lo que su único baño es en seco. Una vez por semana.

Agitaba mi refresco lentamente. La podía oír claramente, pero estaba más ensimismado en su rostro, en sus ademanes y claro en sus expresiones. Atraía más mi atención sus ojos. pero su vestimenta, jeans negros ajustados y una camisa holgada gris con encajes blancos a modo de manga larga, usaba cubrebocas de nuevo y su cabello recogido en una cola de caballo alta. No sé realmente cómo se le llama a ese peinado de una coleta alta, pero lucía muy linda.

<<La pandemia ya acabó, no es necesario el cubrebocas>>

En muchas ocasiones la he visto vestirse así. Muy cubierta. Corrijo, siempre la he visto vestida muy cubierta. Me gustaría pensar que soy completamente dueño de mi vida, pero en el momento en que decidí respirar un poco y salir a caminar, me dolían los ojos y las manos me ardían de tanto trabajar en casa como en la oficina. Al menos por una vez salí sin Tyson, aunque mi madre insistió en que lo llevara conmigo, de nuevo. Necesitaba un tiempo solo, un momento exclusivo para mí, sin nadie por qué preocuparme andando por las calles. Pero por azar del destino, por la casualidad del destino del hermoso y pequeño estado Colimense. Terminé encontrándome en un pequeño café a esta chica…Evelyn. En ocasiones creo que olvido su nombre, pero al final siempre logro pronunciarlo, supongo que es por que últimamente está

muy presente en mi vida. Adiós a mi momento de privacidad. Ella me vio e invitó a entrar al restaurante casi a rastras. Por educación, si pudiera llamarse así el que te encuentres obligado a estar en un lugar que no quieres. Hasta que un par de chasquidos me devolvieron a la realidad. Evelyn con expresión divertida me chasqueaba frente al rostro. Devolviéndome del análisis de su rostro.

—No me estás escuchando.

—Si lo hago, decías por qué debes bañar a tu conejo.

—¡Por qué no debes bañarlos!, ¿estas bien?

—Discúlpame, estoy cansado. —Me recargue en mi asiento agitando mi refresco con lentitud. —Perdóname Evelyn, pero salí a caminar para poder librarme un poco del trabajo. —-Evelyn ahora mostraba en su rostro había arrepentimiento, sus ojos miraban hacia el conejo.

—Llámame Eve, si es que gustas hacerlo. Y no tienes por qué disculparte yo soy la que te arrastró aquí sin preguntarte realmente si querías acompañarme. Pero te extrañaba, hace mucho no vas al parque y casi no hablamos nada por teléfono.

No sabía que decirle, pero ¿Extrañarme?, El sentirme avergonzado aún era algo extraño en mí, para este tipo de situaciones, pero también ese algo de mi pecho comenzaba a aparecer cuando estoy con ella. Agaché la cabeza para evitar que noté mi rostro acalorado.

—Eve entonces.
—Como el Pokémon. —Levanté la vista hacia ella un tanto divertido.

—Mi Pokémon favorito junto con sus evoluciones.

—Qué geek.

Ambos reíamos en la mesa. Sentí felicidad genuina con ella. Al menos la conversación abandonó en instantes momentos incomodos.

Y ese algo que me invadía, lo quise mantener el mayor tiempo posible. Llevé una mano al pecho para que no escapara.

—Procuraré salir más y ser más atento al teléfono. Sabes, me pides las mismas cosas que mi madre.

Quiere que me dé un poco más de tiempo para mí y desintoxicarme del trabajo.

—Las madres son muy sabias por lo que debes de escucharla y hacerle caso. —Un dejó de tristeza en su voz se escabulló. Al parecer ella se percató de eso ya que inmediatamente me sonrió para entonces pedir la cuenta.

—No planeo quitarte más de tú tiempo de desintoxicación.

—No tienes por qué disculparte. Al contrario, me agradan los momentos como este.

—Eve se sonrojó tanto que el cubrebocas no era suficiente para ocultar su rostro. Se rio muy infantil mirando a Mateo. Y yo también me reí contagiado de su risa y del momento.

Nos llevaron la cuenta de dos simples bebidas. Rápidamente Eve se apoderó de la cuenta.

—Como yo te robé tu tiempo, te invito yo.

—De acuerdo. Me dejaré consentir.

No quise insistir. La tristeza aún asomaba en sus ojos y en todo lo que hacía.

<< ¿Se sentía culpable por traerme a este café?>>.

Nos despedimos en la entrada del café, aunque insistí en acompañarla hasta su casa. Ella insistió que no. Aún había luz de día. Así que no me preocupa tanto el que ande sola por allí.

Nos despedimos de beso en las mejillas y acaricié al pequeño conejo.

—Cuida bien de tú mamá.

—Nos veremos luego Tochtli.

—Dime Li.

La sonrisa que puso fue tan amplia que el cubrebocas por poco se le cae. Lo reacomodo en su lugar y procedió a retirarse. La miré un par de minutos hasta que la perdí de vista a la distancia.




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