Te advertí. Te lo dije de mil y una maneras. Puse las evidencias delante de tus ojos.
Y aún así, decidiste seguir adelante. Con aquel cuento tuyo tan idílico y romántico de la princesa que es salvada por su amor verdadero.
Pues déjame decirte que ni tú eres una princesa ni yo soy tú príncipe azul ni, mucho menos, lo nuestro era amor.
Así que no me culpes de el dolor que sientes ahora. Tú misma te lo causaste, esperando algo que sabias que no iba a darte.
Me idealizaste de tal manera que cuando quise poner la realidad entre nosotros, te negaste a aceptarlo.
Te negaste a abrir los ojos.
Tú querías a toda costa un cuento de hadas.
Y yo quería a toda costa deshacerme de ti.
Porque, seamos sinceros, te enamoraste de mí porque solo supiste ver el lado bonito del amor.
Con afecto, K