Hybrid - Fase I

Capítulo VIII - Donde la Luz Se Apaga

La noche está muy serena. Las estrellas parpadean en el cielo despejado, la luna llena ilumina el mundo con una luz suave, casi de postal.

Zane vuela silenciosamente, sosteniendo en brazos a Sienna, quien, entre risas y balbuceos adormilados, intenta mantenerse despierta.

Minutos después, llegan a la mansión Monroe. La ventana de la habitación se abre con un suave crujido. Zane aterriza con la delicadeza de una pluma, entrando como un fantasma blanco y negro en la habitación. Sienna, con las mejillas rojas y los ojos brillosos, le pasa un brazo por el cuello intentando abrazarlo aún en su semi-estado etílico.

SIENNA (murmurando mientras se ríe):
—Quédate... Quédate conmigo esta noche…

Zane sonríe, una mezcla de ternura y amor velada en su mirada. La acomoda cuidadosamente en la cama, quitándole los zapatos. La tapa con la sábana hasta el cuello, como si fuera su mayor tesoro.

ZANE (susurrando):
—Tenés que descansar, enana. Mañana vas a querer matarme si no te dejo dormir.

Le da un beso suave en la frente. Sienna sonríe en sueños, inconsciente de todo lo que está por venir. Inconsciente de que Zane está a punto de experimentar un gran… cambio.

Zane cierra con cuidado la ventana de la habitación desde afuera. Se posa brevemente en el jardín delantero, mirando hacia el cielo estrellado, respirando hondo.

ZANE (pensamiento):
—Esta noche está... perfecta.

Mira hacia la calle vacía y, en lugar de volar a su casa, decide… no flotar. Comienza a caminar tranquilamente, manos en los bolsillos, disfrutando de la brisa fresca y el silencio pacífico.

Zane camina solo, con una leve sonrisa, auriculares colgados del cuello, recordando los momentos hermosos de la noche: las risas en la fiesta, los chistes con Ethan, el beso que le dió a Sienna antes de dejarla en su casa.

ZANE (pensando):
No todo tiene que ser guerra… ¿no?

Es el tipo de noche donde el viento arrastra apenas los árboles, donde las farolas iluminan con un parpadeo suave y la ciudad parece guardar silencio por respeto, no por sueño.

No había urgencia, no había combate, no había peso sobre los hombros. Solo él. Y los recuerdos.

Flashbacks

Ethan y él, en la costa rocosa, tirando piedritas al mar como si compitieran por ver quién le hacía más “pa-ti-tos”. El sol se reflejaba en las olas, y Ethan tenía esa sonrisa típica que mezcla sarcasmo y nobleza.

ETHAN (con tono burlón):
—¿Y cuándo te van a dar la armadura celestial, maestro de los elementos?

ZANE (riendo, lanzando otra piedra):
—Ni idea. Pero si es como la de Gabriel, olvidate. Es como llevar encima un lavarropas hecho de oro.

Ethan casi se atraganta de la risa.

Otro flash: Zane y Ryan corriendo por la cancha del colegio, esquivando rivales mientras el profesor de Educación Física les gritaba desde la línea. Ryan le tiró un pase perfecto. Zane remató con precisión. Gol.

Desde las gradas, Sienna levantaba los brazos en una ovación inventada, sonriendo con los dientes. Zane, con una mezcla de emoción y torpeza, se giró para dedicarle el gol. Y tropezó con los cordones sueltos.

Pero en vez de estamparse contra el suelo, se impulsó con una mano, giró en el aire, y cayó de pie. El griterío se duplicó. Hasta el profesor aplaudió.

Otro flash: La habitación de Lila, olor a pintura fresca y lápices por todos lados. Zane estaba sentado en una banqueta, quieto como estatua, con una sábana gris sobre el torso y una expresión resignada.

ZANE (mano en el mentón):
—¿Cuánto tiempo más tengo que estar así?

LILA (pintando, sin mirarlo):
—Lo suficiente. Y ahora cerrá la boca. Sos más lindo callado.

Desde un rincón, Sienna se reía como si el arte justificara cualquier tortura.

Y el último, más reciente: El Cielo. Blanco. Infinito. Calmo. Zane, aún vendado tras su recuperación por el combate contra Legión, caminando con paso lento hacia una figura de armadura pulida que lo esperaba al borde de una plataforma suspendida entre nubes.

Michael.

El arcángel se inclinó en una reverencia breve. Zane lo miró, alzó el puño, y sin decir una palabra… le ofreció un saludo informal.

Michael parpadeó. Gabriel, que observaba desde el otro lado, soltó una carcajada suave, negando con la cabeza. Michael dudó. Y luego, en un gesto incómodamente humano… le chocó el puño.

Zane volvió al presente. La calle estaba en calma. Faltaban unas cuadras para llegar a su casa...

Pero algo empieza a inquietarlo. Algo parecido… parecido a esa vez en el patio delantero de Sienna. Se detiene.

El aire cambia. Silencio absoluto. Ni viento, ni grillos. Ni alma en la calle. Solo un leve temblor que levanta las piedritas que están en la calle.

Zane levanta la mirada.

Baphomet aparece entre la bruma, caminando por la mitad de la calle como una montaña con forma de pesadilla. Su forma demoníaca es un minotauro demoníaco de 3 metros, su torso latente de tatuajes con energía infernal, los cuernos negros y curvados vibrando con poder.

ZANE (arqueando una ceja):
—¿Y vos quién carajo sos?

BAPHOMET (voz que retumba, con teatralidad):
—¿Que quién soy? "Es acá donde la luz no brilla, es acá donde no queda ninguna sombra. Hoy, vas a saber mi nombre, porque soy el poder y nadie osará desafiar al gran BAPHOMET."

ZANE (suspirando):
—¿Otra vez esa frase trillada? ¿Todos son así de dramáticos siempre? ¿Qué querés?

BAPHOMET (caminando de lado a lado):
—Lucifer me dio un encargo muy simple. Necesitamos algo de vos... algo que solamente tu cuerpo produce.

ZANE (endureciendo la mirada):
—Lo vas a tener que arrancar con tus propias manos.




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