Hybrid - Fase I

Capítulo X - El Día que Despertó la Oscuridad

Mientras el mundo está sumido en el caos, la corrupción y la podredumbre de las almas, un guerrero sigue recuperándose.

Zane flota en un abismo negro absoluto. Desnudo. Pálido. Frágil. Su piel está cuarteada, como porcelana rota, emanando humo rojo incandescente por cada grieta. El entorno vibra con un murmullo sordo, como si el mismo Infierno respirara a su alrededor. Se escucha un retumbar, como tambores lejanos… hasta que una risa gutural atraviesa el vacío: la risa de Lucifer, que hace vibrar el propio abismo.

El negro absoluto se transforma en una ciudad postapocalíptica, teñida de tonos rojos y negros. El cielo, partido como un cristal roto, deja caer relámpagos de oscuridad.

Ríos de sangre recorren las calles como venas abiertas. Los edificios respiran, contrayéndose como órganos infectados. El asfalto late como carne viva.

Lucifer avanza desde un charco de fuego, su capa hecha de sombras vivas. A su alrededor: el séquito infernal.

Legion encadena almas a su torso, formando una armadura viviente que grita de dolor. Baphomet bebe sangre de un cráneo humano, las vísceras aún goteando. Astaroth ríe mientras las multitudes se arrojan desde la torre de TV, hipnotizados por su encanto fatal. Mammon lanza billetes podridos que se transforman en insectos al tocar el suelo. Belial escupe fuego líquido sobre aldeas miniatura, derritiéndolas como cera. Lilith camina sensual y perversa, guiando caravanas de hombres hacia rituales de degeneración y muerte.

LUCIFER (mirando a Zane, sonriendo):
—¿Hermoso, no? El paraíso que vos permitiste.

Zane camina pero sus piernas tiemblan. Cada paso es como arrastrarse sobre un vidrio roto. Lo que ve lo destruye poco a poco…

Jon, su padre humano, crucificado boca abajo, su rostro demacrado por la agonía. Liz, envuelta en llamas, sus gritos desgarran el aire mientras repite entre sollozos: "Zane... Zane...". Ethan, mutilado, mirando con ojos vacíos:

ETHAN (llorando):
—¿Dónde estabas hermano?

Chloe, Sophia, Ryan y Lila: en jaulas, con símbolos demoníacos tatuados con hierro caliente en su piel. Gabriel está encadenado, desgarrado, mientras Mammon le arranca los ojos como trofeos de guerra. Sus gritos se mezclan en un eco infinito, como un coro de dolor eterno.

Y ahí es donde se ve lo peor…

Sienna está atada a un altar, cubierta apenas con harapos. Lucifer camina hacia ella, su presencia haciendo que el altar tiemble. Le acaricia el cuello, sus dedos dejando marcas de quemaduras.

SIENNA (llorando, con terror puro):
—Zane… ¡Zane, por favor!

Zane intenta correr, pero sus piernas no responden.

LUCIFER (mirándolo directamente):
—Esto es tu culpa, Azrael. Esto es tu legado.

El vacío empieza a cerrarse sobre Zane. La voz interior, una mezcla distorsionada de su propio yo.

ZANE (voz demoníaca múltiple):
—Sos débil. Siempre lo fuiste. No protegiste a nadie…

Zane cae de rodillas, sus ojos se llenan de lágrimas negras.

En el momento más oscuro, un suave susurro atraviesa el vacío. No es demoníaco. Es amor. Es Sienna.

SIENNA (voz limpia, poderosa como una estrella):
¡Zane, despertá por favor! Yo creo en vos. Siempre lo hice…

Un rayo de luz blanco puro atraviesa su pecho, desintegrando las cadenas invisibles. El mundo infernal comienza a resquebrajarse como vidrio bajo un mazo.

ZANE (con un susurro entre lágrimas):
—Sienna…

El cuerpo de Zane en la cama celestial empieza a convulsionar ligeramente. Las máquinas de curación celestiales parpadean.

Zane, en el sueño, se pone de pie. Su piel se recompone. Sus alas brotan. Su mirada, ahora dorada y feroz, se fija hacia adelante.

La cama donde yace Zane está rodeada de haces de energía de sanación. La Sala Celestial es imponente, con columnas de mármol vivo y techos de cristal dorado. De repente…

Un pulso ensordecedor, como un latido mezclado con un trueno, sacude la sala. Las máquinas sagradas parpadean violentamente. Los ojos de Zane se abren de golpe, ardiendo en dorado y rojo, como soles en erupción. El Híbrido ya no tiene miedo.

Zane jadea, sentado abruptamente en la cama, el pecho subiendo y bajando como si volviera a nacer. Su cuerpo brilla levemente, como si la energía del Cielo y el Infierno coexistiera perfectamente en su interior. Grietas de luz dorada y negra recorren brevemente su piel antes de desaparecer.

Sus alas aún no están desplegadas, pero su silueta deja la sombra de unas alas colosales sobre la pared.

Zacarías, el sanador celestial, y San Pedro, el guardián de las puertas, sienten el pulso de energía.

ZACARÍAS (con los ojos muy abiertos):
—¡Ha despertado…! ¡Informen a Nuestro Señor!

SAN PEDRO (corriendo):
—¡Rápido! ¡Avisen a Dios y al Príncipe de la Paz!

Gabriel, que estaba llegando apresurado por el pasillo, siente el cambio antes de entrar. Casi derriba la puerta de la Sala, su corazón acelerado como hacía siglos no sentía. Ve a Zane sentado, jadeando pero vivo. Su rostro se ilumina con una mezcla de alivio y emoción pura. Sus ojos brillan ligeramente de humedad divina, algo inédito en Gabriel.

GABRIEL (con voz emocionada y quebrada):
—¡Zane! Gracias a los cielos… estás de vuelta.

ZANE (voz áspera, mirándolo, aún desorientado, pero esbozando una pequeña sonrisa agotada):
—¿Qué… qué pasó? ¿Cuánto tiempo…?

GABRIEL (sin contenerse, lo abraza fuerte, sosteniéndolo como a un hermano perdido):
—Una semana, sobrino. Descansá, todo va a estar bien…

Pero nada estaría bien. Mientras Gabriel abraza al renovado Zane, el Cielo entero está en tensión. La Tierra arde bajo los pecados desatados por Belial, Mammon y Astaroth. Las hordas demoníacas crecen. Lucifer, desde su trono de sombras, sonríe con desprecio, sabiendo que el "héroe" apenas está comenzando a comprender el horror real. A veces.. el despertar no es el final del infierno.




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