Hybrid - Fase I

Capítulo XV - El Espectáculo del Horror

En Washington D.C. se había armado una nueva sede para la ONU, en este momento de caos e incertidumbre necesitaban tener todas las facilidades posibles para que los mandatarios puedan reunirse. Eran las 11 de la mañana.

Una reunión de emergencia sin precedentes había sido convocada. El Consejo de Seguridad y la Asamblea General estaban colapsados. No por conflictos entre países… sino por un solo ser: Zane.

Un holograma proyectaba imágenes de la masacre militar en Arizona, la ejecución de Aelion, Seraphion y los otros cinco ángeles, y los eventos recientes en Estambul, Gaza, Jerusalén y Río.

Los rostros de los mandatarios estaban tensos. La sala olía a sudor, desesperación y miedo.

Richard Graven tenía el rostro rojo y expresión cargada de furia. Desde que se supo lo del Cielo y el Infierno quiso expulsar a Zane del país, temiendo que ocurra algo como lo que está pasando ahora mismo.

GRAVEN (gritando como desaforado):
—¡Este chico es un arma de destrucción masiva! ¡Lo dije desde el principio! ¡Nunca debimos permitir que esta basura celestial pisara suelo americano!

Golpeó la mesa con la palma, haciendo temblar el micrófono. A su lado, el vicepresidente lo calmaba, ofreciéndole un vaso de agua haciéndolo sentarse.

GRAVEN (bebiendo agua y aclarando la garganta):
—¡Construyan un muro aéreo si hace falta! ¡Traigan a la Fuerza Espacial! ¡Bombardeen esa cosa con todo!

Damián Levingston, presidente de Argentina, con la camisa arremangada, estaba moviendo los brazos como hélices. Estaba en desacuerdo con darle asilo a los guerreros celestiales, no porque no sea creyente, sino por seguridad a su propio pueblo.

LEVINGSTON (pegándole un golpe a la mesa):
—¡Esto es una prueba más del fracaso del socialismo y del estatismo internacional! ¡Nos enfrentamos a un Híbrido! ¡Una mezcla perversa entre el bien y el mal! ¡Y ustedes lo dejaron crecer!

Un traductor automático intentaba seguirle el ritmo, pero el software colapsó.

Lucien Marceau, el presidente de Francia, estaba serio, visiblemente estresado, mirando los datos proyectados, no puede entender como un muchacho mató tanta gente en tan poco tiempo.

MARCEAU (acomodando documentos):
—Mesdames et Messieurs… estamos hablando de un ser que en 15 minutos destruyó más equipos militares que toda la Guerra del Golfo. La diplomacia ya no es una opción.

MARCEAU (mirando a un analista de inteligencia):
—Quiero saber ¿qué es esto? ¿Un dios? ¿Un demonio? ¿Ambos?

Tomás del Arco, presidente español, estaba intentando mantener la calma, leía las propuestas de varios concejales y cancilleres sobre pedir ayuda al Cielo.

DEL ARCO (manteniendo la compostura):
—Lo que está ocurriendo sobrepasa la soberanía de cualquier nación. Necesitamos una coalición global. Y si eso incluye colaboración con el Cielo o incluso con entidades más peligrosas, pues que así sea.

Graven se burló, claramente en desacuerdo cada vez que el español hable, por conflictos de intereses claro está.

GRAVEN (cruzando los brazos y riendo):
—¡Claro! ¡Traigamos a los angelitos a jugar al UNO mientras Zane nos prende fuego!

Maksim Drozhenko, el presidente de Ucrania, estaba presente por videollamada, con su rostro duro como el granito. Su país había padecido luego del ataque de Zane sobre esa región en especial.

DROZHENKO (manos en su boca):
—Zane ya destruyó infraestructura ucraniana. Esto ya no es un tema religioso. Es una guerra de supervivencia. Y en la guerra… no hay diplomacia.

Abbadon, disfrazado aún como Konrad Weissmann, se aclaró la garganta y habló con calma seductora. Sabía por dónde entrarle a algunos mandatarios, aunque con otros la cosa era más complicada.

ABBADON (acomodándose la corbata):
—Señores… mi propuesta sigue en pie. Evitar el tratado de cooperación con el Cielo. Exigir la expulsión inmediata de toda entidad angelical de la Tierra. Son un peligro. Todos lo son.

Un silencio profundo recorrió la sala. Si bien las cosas empeoraron luego de descubrir la verdad celestial, no se podían arriesgar a quedar totalmente desprotegidos.

DEL ARCO (murmurando):
—¿Y qué pasa si eliminamos al único grupo que puede detener a Zane?

ABBADON (sonriendo):
—Ya no se trata de detenerlo. Se trata de no provocar algo peor. Porque si él siente que estamos aliados con sus enemigos… Quizás lo próximo que desaparezca sea el planeta entero.

Todos miraron a la pantalla central, donde se veía a Zane flotando sobre Jerusalén, con fuego llameante de su espalda. La pantalla cambiaba a Zane destruyendo Río con la cúpula de energía. Cambiaba a el asesinato de Aelion, su grito haciendo que algunos cerraran los ojos de la impresión.

Los ojos de Abbadon recorren los rostros de cada líder. Sudor. Estrés. Gritos apagados. Debates estériles.

Pero todos sabían algo:

Ningún ejército estaba preparado para esto.

Y el reloj… seguía corriendo.

Cuando un demonio está aburrido, a veces no solamente mata, también se vuelve un showman. Era una noche humeante en la frontera de Pakistán…

El suelo era un tapiz de sangre y vísceras. Si mandaban a un forense a la zona, se iba a tardar mínimo 10 años para unir las partes correspondientes de cada cuerpo.

Restos humanos colgaban de árboles calcinados. Brazos aún temblaban sin cuerpo. Tanques rotos ardían con los restos de sus tripulaciones dentro.

Y en medio de ese infierno… Zane caminaba.

Descalzo, con los pies manchados en sangre. La tierra crujía bajo su peso, cubierta de huesos astillados. Cubierta de armas destrozadas, de cascos partidos.

En sus oídos, unos auriculares que robó de un soldado al que asesinó bombeaban una sola canción: "Orgasmatron" — Motörhead.




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