La brisa fresca del mar se colaba entre los árboles del patio trasero, agitando las hojas con un ritmo suave, casi hipnótico. A lo lejos, las olas rompían contra la costa, pero allí, en ese rincón de paz que parecía suspendido en otra realidad, el aire estaba cargado.
Alrededor de una mesa de piedra, Zane, Atenea, Sienna, Ethan, Ryan, Chloe, Sophia y Lila se encontraban reunidos, con viandas abiertas, termos a medio destapar, y envases de comida que nadie tocaba. Los cubiertos descansaban, olvidados, como si comer fuera un lujo incompatible con lo que flotaba en el ambiente.
Nadie hablaba.
El silencio no era cómodo. Tampoco hostil. Era como si todos supieran que algo importante se avecinaba, pero nadie tuviera el valor de ponerlo en palabras. Los ojos iban de uno a otro, con disimulo. Las miradas se cruzaban como hojas empujadas por el viento: suaves, pero inevitables.
Ryan, Chloe, Sophia y Lila no podían dejar de observar a Atenea. Había algo en ella que no encajaba con el molde de "nueva alumna". Su postura recta, su forma de escanear cada rincón con los ojos, incluso cómo respiraba. Todo en ella emanaba una energía distinta. Firme. Inquebrantable. Celestial.
Fue Ethan quien rompió finalmente el silencio. Se acomodó en el banco de madera, haciendo crujir la tabla vieja con el peso del momento.
ETHAN (con media sonrisa):
—Bueno… parece que tenemos una nueva aliada.
Chloe, sentada frente a Atenea, la miró de arriba abajo con intriga, sin filtro. Había algo en esa chica que le generaba admiración… y una pizca de desconfianza.
CHLOE (mirando a Zane):
—Espero que puedas mantenerlo a salvo. No es fácil seguirle el ritmo.
Zane no se inmutó. Apoyó los codos sobre la mesa, entrelazó los dedos frente a su rostro, y los miró a todos. Uno por uno. Su mirada no era dura… pero sí seria. Seria como alguien que ya no tiene tiempo que perder.
ZANE (voz grave y sincera):
—Esto no va a ser nada fácil. Pero si trabajamos juntos… podemos detener lo que viene.
Las palabras cayeron como piedras en el centro de la mesa. No hacía falta levantar la voz. Todos sintieron el peso. Aunque quizás, ninguno de ellos —excepto Atenea y Sienna— comprendía del todo lo que eso significaba.
Atenea, a un costado, desvió la mirada brevemente hacia Sienna. Sus ojos —azules, intensos, casi antiguos— captaron algo que el resto aún no notaba: la tensión bajo su piel. El temblor leve en los dedos al sostener la botella de agua. La sonrisa forzada. El silencio contenido. Sienna fingía estar bien, pero su alma gritaba. Y Atenea, como guerrera del Cielo… lo notaba todo.
Zane también lo notaba. Pero no dijo nada.
Todavía no.
Más tarde, en el pasillo exterior, Zane caminaba, flanqueado por Sienna a un lado y Atenea al otro. Sus pasos resonaban sobre las baldosas húmedas. Entre ellos, la tensión era casi visible, como chispas invisibles a punto de prender fuego.
Sienna y Atenea intercambiaban miradas discretas, cargadas de una rivalidad sorda. Ni una palabra era dicha, pero los gestos, los ojos, todo hablaba en su lugar.
Desde un banco cercano, Ethan, Chloe, Ryan, Sophia y Lila observaban la escena en silencio, claramente conscientes de la guerra fría que se libraba delante de sus ojos. Sin previo aviso, Sienna sacó una pequeña caja de su mochila, cuidadosamente envuelta con un lazo rojo. Se la ofreció a Zane, su expresión vulnerable, dulce.
SIENNA (con voz suave, bajando la mirada):
—Te compré esto… Pensé en vos cuando lo vi.
Zane tomó la caja con cuidado. Deshizo el lazo, abrió la tapa... y dentro encontró una pulsera de plata, simple pero hermosa, con su nombre grabado en letras cursivas: "Zane".
Su pecho se calentó de emoción genuina.
ZANE (sonriendo suavemente, tocando la pulsera):
—Gracias, Sienna… Es hermoso.
Ella le devolvió la sonrisa, aunque en sus ojos había una súplica silenciosa.
SIENNA (voz cargada de amor):
—Siempre quiero que me recuerdes... pase lo que pase.
Antes de que el momento pudiera extenderse, Atenea irrumpió en escena como una brisa intrépida.
ATENEA (apareciendo con una sonrisa confiada):
—¿Qué onda, Zane? ¿Una carrera de vuelo... o preferís ver quién puede levantar más peso?
Zane la miró de reojo, arqueando una ceja, divertido.
ZANE (con media sonrisa):
—¿En serio, Atenea? ¿Otra competencia?
ATENEA (encogiéndose de hombros, con una sonrisa pícara):
—¿Tenés miedo de perder?
Ethan, observando la escena, frunció el ceño. Se inclinó discretamente hacia Chloe, murmurando.
ETHAN (en susurros):
—Esto no va a terminar bien.
CHLOE (asintiendo, susurrando de vuelta, preocupada):
—Atenea no se va a rendir.
Los ojos de Sienna se endurecieron un instante mientras observaba a Atenea acercándose a Zane con una soltura que no le gustó nada. Una pequeña grieta de celos se abrió en su corazón. El mundo de Zane no solo se llenaba de peligros infernales… también comenzaba a llenarse de batallas emocionales invisibles.
Y esta guerra... sería silenciosa, pero igual de peligrosa.
Lo que Zane no sabía, era que en el Infierno se estaban dando cuenta de que él ya no pertenece allí.
El suelo tembló. Las llamas cambiaron de color. Los gritos de las almas se apagaron de golpe. Lucifer estaba inmóvil. De espaldas al resto. Frente a él, el Orbe de la Esencia.
Su superficie, ahora opaca. Apagada. Sin conexión.
LUCIFER (susurrando, voz temblando):
—No puede ser… No puede ser.
Se giró lentamente. Lilith, apoyada contra una columna, bebía vino rojo como sangre.