La habitación de Zane estaba en penumbra. Las luces apagadas, solo el reflejo del monitor parpadeando cada tanto desde el escritorio. Zane estaba sentado en el borde de la cama, con los codos sobre las rodillas, las manos entrelazadas. Transpiraba frío, aunque no hacía calor.
Llevaba más de una hora así.
Un flash. El recuerdo volvió como una puñalada: Jerusalén. Fuego. Gente corriendo. Gritos de niños. La luna roja. El suelo cubierto de cenizas. Y entre la multitud, un hombre se acercaba a él. Tranquilo. Con un aire de respeto. Palabras suaves.
Pero él —poseído, sin razón ni control— lo había derribado sin piedad. Un golpe tras otro. Hasta dejarlo irreconocible. Hasta que el mismo cedió. Hasta que el alma se desvaneció en silencio. Zane respiró hondo.
ZANE (murmurando):
—Era él. Era Belial.
Se levantó de golpe, el flash terminando abruptamente, dejándole una pista muy clara.
ZANE (golpeándose la frente):
—¡Claro que sí! Ese apellido… Morningstar. Lilith también lo usó… ¡la muy puta! Me lo pusieron en la cara dos veces y ni me dí cuenta.
Empezó a caminar de un lado a otro, mordiéndose una uña mientras su mente corría.
ZANE (frenándose):
—Blake. Blake Morningstar. El chico nuevo. El que compite conmigo en todo. El que no le teme a nada. El que mide cada palabra. El que nunca pierde el control. El que siempre sonríe como si ya supiera el final del juego.
Zane fue al escritorio. Sacó el celular. Abrió la conversación con Ethan.
ZANE (mensajeando):
—Tengo algo. No sé si es una locura… o lo que venía faltando.
ETHAN:
—¿Otra vez soñaste con fuego?
ZANE:
—Sorprendentemente no... bueno, no tanto. Blake. El nuevo. Creo que es Belial. Hijo de Lucifer.
ETHAN:
—¿El tipo que te compite de igual a igual? Zane, hay que ser boludo para no darse cuenta. El tipo es inhumano.
ZANE:
—Ese mismo. No digas nada. Mañana… lo desenmascaro.
Cerró el chat. Dejó el teléfono. Se quedó mirando su reflejo en la ventana. La noche no le devolvió la mirada. Solo le mostró… una sombra con cuernos.
La mañana en Brighton High había empezado como cualquier otra. El sol caía perezoso sobre los pasillos exteriores, los grupos de alumnos se acomodaban en sus rutinas, y el aroma a café barato y perfume escolar llenaba el aire.
Zane entró por el portón principal con las manos en los bolsillos, la capucha baja y la mirada afilada. Había dormido poco. Pero no necesitaba sueño. Hoy tenía un objetivo.
Y ahí estaba.
Blake. O mejor dicho: Belial. El que siempre estaba en el lugar perfecto, en el momento exacto.
Conversaba con una chica de su curso, sonriendo, café en mano. Parecía una escena de folleto publicitario.
Zane no lo dudó. Se acercó sin anunciarse y le dio una palmada seca en la espalda, lo suficientemente fuerte como para hacerlo tambalear. Parte del café salpicó sobre la campera de la chica.
BLAKE (sorprendido):
—¡¿Eh?!
ALUMNA (gritando, sacudiéndose):
—¡Sos un pelotudo, Blake! Y vos, Draven, comprate unos modales, la concha de tu hermana.
Se fue pateando el aire. Blake ni la miró. Se había quedado estático, ojos fijos, mandíbula tensa y mente... en modo alerta.
Zane se le cruzó por delante, sonriendo con descaro.
ZANE (masticando un chicle):
—¿Qué pasa, Blake? ¿Quedaste congelado? ¿O necesitás permiso para moverte sin dañar tu disfraz?
BLAKE (frunciendo el ceño):
—¿Cuál es tu puto problema?
ZANE (encogiéndose de hombros):
—Ninguno, bro. Solo que no me caben los cross-dressers. Ya sabés… esa gente que se disfraza de algo que no es.
Blake alzó una ceja. Apenas. Pero su aura interna se activó al instante. Zane lo sintió. Un calor oscuro, contenido. Como un volcán con smoking.
BLAKE (voz suave, casi monótona):
—¿Querés decirme algo?
ZANE (sin borrar la sonrisa):
—Más tarde, en el patio. Una sesión de sparring. Sin reglas. Quiero ver si te puedo volver a reventar, pero esta vez con más público.
Blake giró lentamente el cuello hacia un lado, el hueso tronó con un eco seco y profundo.
BLAKE (mirándolo de reojo):
—Acepto. Pero no soy el mismo de la última vez, ¿sabés?
Zane se separó, caminando hacia su casillero con las manos detrás de la cabeza.
ZANE (voz altiva):
—Nadie lo es, Blake. Nadie lo es.
Pero por dentro, ambos sabían que esa tarde no iba a ser un simple combate. Iba a ser una advertencia. Un recuerdo. O una sentencia.
El timbre seguía sonando cuando Zane se alejó caminando. Blake quedó unos segundos más ahí, como una escultura tallada en hielo, antes de retomar el paso y desaparecer por el pasillo de ciencias.
Desde el patio trasero, apoyados contra una pared junto a los casilleros, Ethan y Sienna habían visto todo. Cada gesto. Cada palabra. Cada maldito segundo. Sienna cruzó los brazos, visiblemente inquieta.
SIENNA (sin sacar la vista de Zane):
—¿Lo viste? Esa sonrisa… esa mirada. Eso no fue una broma entre chicos. Fue un… aviso.
Ethan bajó la mirada. No dijo nada.
SIENNA (mirándolo de reojo):
—¿Ethan?
Él se cruzó de brazos también. Carraspeó. No la miró.
ETHAN (dijo al fin):
—No lo sé. Capaz solo se tienen bronca. Viste que Morningstar le compite en todo.
SIENNA (negando, apretando los labios):
—No, no es bronca. Es algo más. Algo oscuro. Como si Zane supiera algo que nosotros no. Y como si Blake... no fuera quien dice ser.
Ethan tragó saliva. Sabía perfectamente que Zane se lo había dicho por mensaje. Sabía que "Blake" era una fachada. Pero había prometido no decir nada. Y ahora… todo se estaba por ir al carajo.