Hybrid - Fase I

Capítulo XXXI - El día que la Luz ascendió - La Batalla Final - Parte II

La ciudad flotante del Infierno colapsaba lentamente sobre Hollywood, convertida en un infierno de metal, fuego y oscuridad. Pero una lanza de luz atravesó ese corazón infernal. No era una flecha. No era un misil. Era ella.

Atenea.

Una ráfaga dorada en forma de mujer, con alas extendidas como espadas afiladas, embistió a Neurosaara con la furia de una estrella en extinción. Su cuerpo era un cometa, su grito una sentencia. Impactó directo en el torso de la criatura araña, y lo inimaginable ocurrió. Una explosión triple sacudió la ciudad como si Dios mismo hubiese aplaudido con furia. La cabeza biónica de Neurosaara, junto a su enorme cerebro pútrido, fue lo primero en estallar, convertida en cenizas mecánicas. Las patas salieron volando como lanzas infernales que perdieron sentido. Y su torso, ese tótem profano que había sido el terror de cientos… se incineró desde adentro.

Por un segundo eterno, todo quedó en silencio. Hollywood entera —en ruinas, envuelta en humo y gritos— se detuvo.

La metrópolis flotante que los demonios habían construido sobre las colinas, el símbolo de su ocupación, se desmoronó como un castillo de arena atrapado en un huracán. Llamas brotaron por sus grietas. Torres negras colapsaron como huesos rotos. Las sombras, por primera vez, retrocedieron. Desde los cielos, Michael miraba la escena con los ojos brillosos, el rostro surcado por una lágrima que no intentó esconder.

MICHAEL (susurrando):
—Mi niña… Es perfecta.

A su lado, Metatrón le palmeó la espalda con camaradería serena mientras era restaurado por Rafael.

METATRÓN (asintiendo, jadeando):
—Te superó. Y lo sabés.

Michael soltó una risa corta, ahogada en orgullo. No respondió. No era necesario. Atenea volvió a alzar el vuelo como una tempestad. Sus alas destellaban con cada batido, más luz que plumas. La guerra aún no terminaba. Y ella lo sabía. Desde el cielo descendieron Gabriel, Michael, Uriel, Metatrón, Rafael y Zane. La sincronía entre ellos era tan perfecta que por un instante parecía una coreografía sagrada. No era un ataque. Era un juicio.

Atenea atravesó a tres Zul’Kraths en línea recta, como si fueran estacas de carne. Gabriel destruyó a un Zar’Kaloth con un tajo vertical que dejó un eco azul en el aire. Zane rugió, su cuerpo estallando en energía híbrida, y partió a un Baal’Gravo por la mitad con un solo puñetazo. Desde el suelo, Jesús se limpiaba la sangre de la cara con el dorso del brazo. Una sonrisa dibujaba su rostro manchado de batalla.

JESÚS (gritando con entusiasmo):
—¡Ahora sí, papá!

Zane extendió los brazos. Su aura celestial y demoníaca se unificó en una esfera perfecta, vibrante, incontrolable. Sus ojos brillaban como soles fundidos, dorado y rojo. Su voz era un trueno.

ZANE (voz doble):
—¡AHORA MUEREN TODOS!

Tres Baal’Gravos cargaron como bestias sedientas. Zane no esquivó. Solo elevó una mano. El estallido de energía híbrida que los recibió los hizo volar como bolsas de huesos. Nada quedó. En ese instante, Rafael activó su sello sagrado. Un mandala de luz pura brotó desde el suelo, y los cuerpos de decenas de ángeles caídos se iluminaron con chispas astrales. No fue una resurrección… pero sí una última oportunidad de luchar. Guerreros renacidos alzaron el vuelo como un tsunami de justicia. Cuatro Zul’Kraths alinearon sus cañones para responder. Atenea los vio. Se cruzó de brazos en el aire.

ATENEA (con sonrisa cruel):
—Van a tener que hacer algo más grande.

Y en un pestañeo, los decapitó a todos. Dos segundos. Cuatro cadáveres. Sus alas giraban a tal velocidad que eran cuchillas invisibles. Jesús clavó su espada en el suelo con un grito. Una túnica nueva lo cubrió, blanca como el alma de un sol. Una corona de energía descendió sobre su cabeza. Su cuerpo se volvió divino y mortal al mismo tiempo. Dios y hombre. Rey y guerrero. Uriel lo siguió. Ambos giraron como uno solo, una coreografía letal de filo y fe. Gabriel descendió como una tormenta. Su espada azul refulgente, cada tajo un estallido. Cada paso que daba, un demonio menos. Cada mirada suya era una orden que el cielo obedecía. Zane peleaba cerca. Lo miró con afecto.

ZANE (mientras parte un Karzeth a la mitad):
—Te extrañaba, maestro.

Gabriel, sin dejar de girar, le respondió:

GABRIEL (decapitando un Nekrodrak):
—Y yo a vos, querido.

Zacarías, desde lo alto de una estructura destruida, abrió un grimorio prohibido. Tres Zar’Kaloths intentaron impedirlo. Zacarías no gritó. Declaró.

ZACARÍAS (firme):
—Querían invocar fuego… ¡YO LES VOY A DAR FUEGO!

El estallido sagrado los convirtió en partículas antes de que pudieran pronunciar su próximo hechizo. Desde el refugio cercano con los civiles rescatados, Sienna vio cómo Zane caía brevemente de rodillas. Cerró los ojos. Puso su mano sobre su pecho. No oró. Solo pensó en él.

SIENNA (susurrando):
—Volvé. Por nosotros.

Zane lo sintió. Una corriente de energía amorosa lo atravesó. Se levantó. La conexión entre sus dos almas era tan fuerte que cada vez que Sienna lo pensaba de alguna forma, Zane recuperaba energía, se volvía más fuerte, más determinante.

ZANE (murmurando):
—Gracias, amor.

Su poder se triplicó. Doce Morrakais se lanzaron como bestias rabiosas. No llegaron. Michael los partió con su lanza. Metatrón los decapitó en formación. Zane lanzó un auto contra tres. Atenea voló por encima, y los remató con sus alas. Jesús aterrizó en medio de un cuarto, y lo partió de una patada giratoria. Chloe, viendo desde lejos, abrió los ojos como platos.

CHLOE (boquiabierta):
—Ok… eso fue ridículamente épico.

Y sí, lo fue. Y aún no era el final. Pero se acercaba. Muy, muy cerca.

Desde las profundidades del Trono Infernal, el eco de un crujido quebró la oscuridad. Lucifer apretó la copa con tanta fuerza que se astilló entre sus dedos. El vino, espeso como sangre vieja, se derramó por su mano como un augurio de lo inevitable. Sus ojos —dos brasas incandescentes— estaban clavados en el espejo viviente flotando frente a él. Un cristal hecho de carne, memoria y obsidiana que proyectaba la verdad como una maldición. Allí, lo vio: el Cielo dominando. Zane está avanzando. Neurosaara, destruida. El ejército celestial… ganando. Lucifer no hablaba. Respiraba con violencia contenida. Hasta que…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.