"Cada uno de nosotros guarda un pasado, un pasado que nos marca y nos destruye. Ninguna persona no ha pasado por el dolor, el sufrimiento y el temor. Así como todos conocemos la alegría, también todos conocemos la tristeza"
Kaiden Warren.
Todos tenemos un pasado. Todos hemos experimentado el dolor, quizás de un ser querido o de alguna situación en particular, nadie está excepto de librarse de los dolores de la vida.
Gilmore no se mueve y su respiración se torna irregular. De inmediato la agarro en mis brazos para ponerla cerca de la chimenea.
—No puedes dejarme aquí solo, Gilmore —digo débilmente. No puedo perder a dos personas en el mismo año. Me niego rotundamente.
Paige Gilmore. La novia de mi hermano.
Desde niños hemos tenido una mala relación, quizás porque siempre hemos empezado con el pie izquierdo.
Ella piensa que la odio, pero no es así. ¿Cómo puedo odiarla?
Sin embargo, tampoco es mi persona favorita. Los dos hemos hecho cosas al otro con la intensión de lastimarnos.
Ahora parece que ambos cargamos un mismo dolor. El de gemelo.
Las personas piensan que lo he superado, ¿Cómo puedo hacerlo? Solo ha pasado un mes. No es como si fuera de piedra. Pero sé donde y cuando mostrar mi dolor.
No voy por la vida mostrando debilidad, las personas se aprovechan de eso en cuanto pueden. Eso era algo que Gilmore no sabía reconocer. Ella solo muestra lo que siente, si está enojada lo hace notar, si está feliz, todos se dan cuenta de eso y si está triste, se refleja en su rostro cada detalle.
La sacudo suevamente para despertarla, sus parpados intentan abrirse, pero no lo hacen. Me quito mi chaqueta para ponerla sobre ella, pero antes de hacerlo, tanteo su ropa y está completamente empapada. Sus labios tiemblan, están ligeramente morados, el color parece estar desapareciendo de su rostro.
Afuera se escucha una tormenta y rayos que, si no fuera porque estamos en la cabaña, nos partiría en dos.
—Escucha Gilmore —digo seriamente —. Te voy a quitar esta ropa, te morirás de frío para entonces.
—No...—susurra.
—Sí, no te morirás en mis brazos solo por tu terquedad.
—Está bien. Yo lo haré —dijo, pero no se movía, ¿con qué fuerza pretendía hacerlo?
Creo que ni siquiera estaba consciente de que era si o que era no. Gilmore se estaba durmiendo y si lo hacía completamente estaría más allá que acá.
Ella se levantó con dificultad para hacerlo con los ojos cerrados. Voltee la cabeza para no verla.
Las mujeres son increíbles.
Digo, no es como si la quisiera ver desnuda.
Es de vida o muerte. No se piensa en algo más cuando se trata de eso.
Después de que termino, quedo en ropa interior. Puse mi chaqueta sobre su cuerpo y Gilmore se acurrucó.
Me senté en un lado de la chimenea para absorber calor, tenía mucho frío, pero no estoy tan helado como Gilmore.
Pienso en el momento en que la encontré. Tan asustada y débil. No puedo creer que haya salido sola sin ningún rumbo. Es estúpido lo que hizo. Arriesgo su vida, ¿ya no le importa?
La observo detenidamente, aparte del color que ha perdido, parece haber algo más y es el dolor.
Antes estaba llena de sonrisas y alegría, pero desde su muerte se apagó, es como si hubiera perdido el rumbo.
No dejo de preguntarme si eso es amor. ¿El amor puede hacer eso?, ¿puede apagarte en un instante?
Todo es mental.
Así como hay personas que manipulan su mente, la puedes manipular a su antojo.
¿O quizás ella no quería hacerlo?
Luego de lo que pareció unos minutos, escuche a Gilmore gemir de dolor. Sin pensarlo, me acerqué a ella colocando una mano sobre su frente.
—¿Qué sucede? —inquirí con preocupación.
—Frío —murmuro débilmente.
¿No era suficiente la chaqueta y el calor de la chimenea?
Mierda.
No quiero hacer eso.
Sin embargo, no tengo opción.
Me quito las prendas que tengo y las arrojo en un rincón.
En el momento que Paige me sintió de su lado, sacudió su cabeza alejándose.
—Escucha, no quiero hacer esto, pero debemos hacerlo.
—No...—musito —, yo te odio.
—Gilmore — expresé como un susurro de reclamo.
—Ni siquiera pienses en algo sucio, porque te mataré —accedió.
Me acerqué a Paige. Ella de inmediato se acercó a mi pecho absorbiendo mi calor y yo el de ella.
Ambos nos estábamos congelando del frío. No era un momento íntimo, era un momento de supervivencia.
—Si lo hiciera, no lo sabrías —musito.
—Créeme que sí, estás advertido, Kaiden Warren.