I Still Love You

Friends |Parte 2|

 

Desde la primea vez que la vio, ella se había convertido en su mejor amiga, había estado en sus peleas apoyándolo, incluso cuando se comportaba como un cretino y la había logrado tratar mal. Ella siempre estuvo allí para él. Se habían hecho amigos desde los ocho años. Los recuerdos aparecían en su mente una y otra vez. Aquella vez, cuando la miró por primera vez en aquel parque, ella jugaba con esmero con sus muñecas, llevando a sus labios una taza de té de plástico, sorbiendo de este, sabiendo que solo era agua lo que poseía, sin embrago no le importó. Seguía jugando, elevando su meñique al llevar la taza a sus labios, riendo, simulando que se encontraba en la alta sociedad tomando el té con la realeza.

Se maravilló al verla. Su sonrisa lo había dejado inquieto. Una curiosidad tremenda le había entrado a su mente.

¿Cómo esa niña reía con solo simular un juego absurdo?

Pensó el niño que yacía al lado de su hermana, mirando a los niños de su edad jugar. Su hermana lo había llevado al parque, quería que se integrara con los niños de su edad, pero eso incluso para Andrew era imposible, él tenía una condición especial. Se encerraba en él mismo, era muy observado e incluso más analítico que los demás. Acción que provocaba que algunos niños se burlaban de él. Por más que su hermana quería que cambiara no podía.

Sin embargo aquella niña le había traído curiosidad, quería saber de ella, le intrigaba.

Armándose de valor, con las rodillas temblorosas había llegado hasta ella. Jugando con sus manos, buscando las palabras correctas para decirle, se había presentado de una forma torpe.

-Hola, me llamo Andrew... Digo, me llaman, o me dicen... -No sabía que decir en aquel momento, su lengua se trababa cada que quería hablar. Comenzaba a sentir vergüenza. Normalmente no se comportaba de ese modo, sin embargo en ese momento no era él.

No podía describir con palabras lo que estaba logrando sentir. No sabía si eran nervios, cuando la niña de las trenzas volvió a verlo, con una amplia sonrisa en sus labios, mirándolo curioso.

-¿Por qué estrujas tus manos? -Un detalle que cualquiera hubiera pasado por alto, pero la pequeña no lo hizo. Era muy curiosa, su hermano siempre le decía eso y siempre se lo reprochaba. No podía hablar con extraños.

Más a ella no le importó, quería saber hasta dónde llegaría, él niño no parecía una mala persona.

-¿Quieres jugar? -Ofreció amablemente, extendiendo sus tazas de té ahora carentes de agua.

Andrew sin poder evitarlo alzó una ceja en forma de extrañeza. La niña lo había ignorado.

-No, ese juego es tonto.

-No lo es, tonto son ellos -, señaló hacía un extremo del parque, cerca de los columpios, un conglomerado de niños, con fama de problemáticos con solo ocho y nueve años, jugando a las cartas, levantando apuestas.

-Eso es ilegal...

-Sus padres no le dicen nada -. Se encogió de hombros, volviendo su vista hasta sus muñecas -Mi nombre es...

-¡Rut, es hora de irnos! -La niña soltó un suspiro, contestando al llamado, al momento de recoger sus juguetes. Ya era hora de marcharse. Su hermano la miraba unos metros más allá de donde se encontraban. Muy cerca de la hermana del niño.

Tal vez su destino no era verse el uno al otro, pero esos dos adolescentes se volverían a ver, al igual que los niños. Ese había sido el inicio de una larga amistad.

A partir de ese momento, se volvieron a ver de nuevo, a la misma hora, en el mismo lugar. Andrew le pedía a su hermana que lo llevara, e incluso a su madre. Su familia se había extrañado por su comportamiento repentino, hasta que descubrieron que, había hecho una amiga.

Como no recordarlo...

Pero ahora ella, estaba mal, luego de doce años de haberse conocido, Rut se comportaba de una forma extraña. Y no solo ella, sino él mismo. Sentimientos llegaron a él, no sabiéndolos identificar. Cada vez que la miraba, sentía una opresión en su pecho. Su corazón latía con fuerza, sus manos sudaban. Un sentimiento que solo una vez había sentido, el día que la conoció. Pero esta vez sentía deseos de no solo ser su amigo...

...

No podía dormir. El reloj marcaban las dos de la mañana, exactamente había pasado treinta minutos desde que decidió acostarse, más su mente no pensaba lo mismo, llegándole imágenes de lo que había pasado esa noche. Su amigo...

Negó con la cabeza. No podía seguir pensando en insignificantes detalles de lo que había pasado. Andrew tenía razón...

>>Amigos<<

Llevó su mirada a su celular, encendiendo la pantalla, soltando un largo suspiro marcó su número, sin importar la hora, sabía que le contestaría, nunca le había rechazado una llamada, ni ella a él. Siempre estaban el uno para el otro.

Al segundo timbre contestó. Extrañada por ello, escuchó su voz. Siempre su amigo le contestaba al tercer timbrazo, pero ahora...

-Rut...

-Siento despertarte, es solo que...

-Tranquila, no dormía, estaba leyendo -. En realidad no mentía, había comenzado a leer hace poco, tratando así de olvidar esos hermosos recuerdos de cuando se habían conocido, sin embargo no podía.

Él había nacido con una condición especial. Su madre siempre le había dicho que iba a ser un niño sumamente inteligente, una clase aparte de los demás niños. Y nunca mintió. Ella tenía razón. Andrew contaba con una memoria eidética. Su hermana decía que era una buena bendición, sin embrago, él no pensada lo mismo. Había cosas que quería olvidar y simplemente no lo podía. Volvió a la realidad al escuchar la voz de su amiga.

-No puedo dormir... -Confesó, llevando su mirada hasta la ventana, notando como las cortinas se movían con la brisa de la noche.

-Rut...

-Quiero verte... -Aquello salió de su boca con espontaneidad. No era la primera vez que se lo decía o pedía. Sabía que su amigo nunca la dejaría.




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