No es como si no hubieran discutido antes en el pasado, al ser amigos, eso sin duda alguna era algo muy común en dos adolescentes, viniendo de dos personas con carácter similares con percepciones diferentes, sin embargo se habían soportado cada discusión, cada mirada furtiva, cada gesto del otro, pues se conocían desde los ocho años y aunque habían sentimientos más allá de la amistad en ellos, y con el pasar de los años esos sentimientos fueron creciendo, ahora que eran esposos y ella estaba embarazada con tan solo veinte años. Las discusiones se habían vuelto frecuentes entre ellos.
El chico pensaba que solo era una pequeña discusión, que se arreglaría con el pasar de los días, un beso y un perdón. Sin importar quién hubiera cometido el error. Pese a ello no contó con que el enojo de su esposa se extendiera por semanas, preocupándolo más cada día. Tenía varias posibilidades de porque el enojo injustificado de su querida esposa.
>>Las hormonas del embarazo<<
Fue su primer pensamiento. Claro que era, pues se había vuelto más irritable que antes, en cierta parte trataba de comprenderla, ella llevaba a su hijo en su vientre todo el día desde hace cuatro meses atrás, los tobillos le dolían y sus pechos estaban más grandes que antes, molestándola.
Sin embargo cuando él se le quería acercar, esta solo lo ignoraba o gruñía. Preocupando al Hudson cada vez más. No pensó nunca que los problemas maritales serian de esa forma. Su hermana le había dado consejos, algo muy vergonzosos a decir verdad, pues su hermana no era la indicada para hablar del tema, cuando su casa estaba incluso peor que la de él.
Su suegra, al enterarse de que su preciada hija estaba embarazada y que el culpable había sido él, en cierta forma, no dudo ni un minuto más en bombardearlo con reproches y sermones sobre las responsabilidades que ahora debían afrontar. Y no solo su suegra se había unido a los sermones, sino su abuela, tío y hermana. Fue el peor momento que pudo haber vivido. De solo recordarlo le daba dolor de cabeza.
Ladeo la cabeza de un lado a otro, tratando de concentrase en la clase que se estaba impartiendo, su concentración no estaba en la clase, tampoco en el trabajo de medio tiempo que había optado tomar para poder sustentar su pequeño hogar, a pesar de que su hermana y suegra lo ayudaban, no le gustaba dejarle las cargas a otra persona, cuando la culpa fueron de ellos dos. Claro que Rut no podía trabajar, solo ver una que otra clase, sin embargo siempre estaba de mal humor, y el decano le había dado el permiso maternal para faltar. Se tendía que graduar en el siguiente año, un año después que él.
Bufó pasando sus manos por su cabello, cerrando los ojos, al abrirlos los lleva hasta la unión en sus manos, el anillo de casado, ese anillo que lo unía a ella, a su mejor amiga y ahora esposa, a la mujer que amaba a pesar de todo. A su menté llegó una frase, recordaba haberla escuchado en alguna parte más no podía identificar dónde, su especialidad era recordar cosas que había visto, no que había escuchado.
>>Aunque adviertan al soldado, si está enamorado en guerra morirá<<
Peor momento no pudo haber elegido su mente para recordar esa frase, tan simple, pero tan cierta a la vez.
Le estaba pasando todo aquello por estar enamorado, por segarse por el amor, por los celos. La amaba, pero en ese momento en que sello su amor con esa en la cama, había olvidado toda ética, todos los valores implantados por su hermana y madre, estaba inerte al placer que sentía en ese momento, fue al campo de batalla con un propósito, pero volvió de la guerra con una herida, casi muerto. Pues por su cobardía la había abandonado por dos meses, dejándola sufrir a ella, y a él mismo.
Ahora estaba casado y en espera de un hijo no planeado, pese a eso no dejaba de amarla y no dejaría de amar a ese pequeño, que era fruto de su amor. Aun así se sentía sofocado, pues la aptitud de su esposa que había tomado para con él hace semanas atrás ya lo están molestando. Conocía a Rut, claro que la conocía, más esa faceta que tomaba era nueva para él. Se estaba adentrando a un nuevo campo de batalla no explorada antes de la guerra y esa verdad lo estaba matando.
—Señor Hudson, ¿Está en clases el día de hoy? —Las palabras de profesor retumbó en sus canales auditivos, llegando hasta su cerebro, olvidando por un momento el problema conyugal con Rut, colocándose recto en el asiento.
—Sí, lo siento señor, solo pensaba.
—Debería de pensar en su proyecto de graduación, en lugar de pensar en sandeces. — Aquellas palabras fueron dichas con dureza, recorriéndole un escalofrío por su espina dorsal al Hudson. Mentía si decía que ese profesor le caía de maravilla, en realidad no lo soportaba, y al parecer el profesor no lo soportaba a él. Pues había hecho lo imposible para que Andrew no aprobara la materia.
Más la astucia de Andrew y gracias a que su hermana era amigo del rector, este había ordenado al profesor que aprobara al Hudson, ya que era uno de los mejores estudiantes de la carrera cursante. Al principio no le agradó la idea de que su hermana fuera a hablar con el rector, más aceptó cuando se enteró de que el profesor lo había reprobado en tres exámenes sin razón alguna, teniendo todas las respuestas buenas y una explicación sintética del tema. Alegando el susodicho que no era lo que había pedido.
Había sido una suerte que no lo despidieran, sin embargo lo amonestaron por dichas acciones. Desde ese momento el trato hacía Andrew se había vuelto frio y carente de emociones hacía él.
No es como si a Andrew le importara dicha aptitud, tenía problemas más serios, que sí requerían su atención, y no podía darse el lujo de caer en la trampa del que se hacía llamar profesor.
—Y usted debería de dejar de estar tratando de arruinarle la asignatura a un alumno, cuyo propósito solo es graduarse. —Alzó una ceja, manteniéndole la mirada al docente, el cual frunció el ceño molesto por la contestación de aquel chiquillo. Se había caracterizado por ser el mejor profesor de la asignatura, no podía darse el lujo de que un alumno le contestara de esa forma. Era simplemente inaudito.