Los Hoffmann.
¿Quiénes son los Hoffmann?
Para muchas personas, seres sobrenaturales donados de una belleza especial. Donados de un odio en común y con una ambición que desata el caos por donde quiera que vayan.
Donde quiera que estés, en el lugar que habites, ya sea en el mismísimo castillo donde vive la Reina de Inglaterra o en el lugar menos concurrido de la tierra, se sabe quiénes son los Hoffmann.
Personas ambiciosas, sedientas de poder. Egoístas.
Mujeres hermosas, cabellos negros, ojos llamativos, figuras esbeltas y teniendo un parecido absoluto con la diosa Afrodita.
Hombres de ilusiones. Altos, elegantes, belleza extraordinaria y un aura que demuestra poder por donde le mires.
La familia Hoffmann viene teniendo el poder como líder del narcotráfico desde hace ya muchas décadas. El apellido Hoffmann, es temido por los del bajo mundo de una manera aterradora y respetado para las personas que no conocen el oscuro secreto que de ellos desprende.
Los Hoffmann son aquellas personas que jamás quisieras tener de enemigos. Su nivel de odio, egolatria y sed de venganza, hacen que sean feroces leones a la hora de degollar a una pobre, inútil e indefensa presa.
A la hora de meterte con ellos es mejor pensarlo no una, ni dos, sino tres veces antes, pues si lo haces, considerate muerto.
La tatarabuela Hoffmann. Primera Hoffmann en los negocios ilicitos. Creó el imperio Hoffmann con tan solo 30 años y siendo soltera. Logró barrer con cada uno de los grandes para ese entonces, posicionandose como la reina de todo.
El Bisabuelo Hoffmann. Se ganó el título a rey de la mafia a los 29 años por crear conexiones y nexos con Colombia, Estados Unidos y Francia, expandiendo el egreso e ingreso de todo tipo de drogas que brindaran esos países, cuando nadie más había podido hacerlo. Continuó con el legado de su madre y lo mantuvo en la cima.
El Abuelo Hoffmann. Se ganó el título a rey de la mafia a los 28 años, por comprar a todos y cada uno de los policías de todos los países con los que tenían negocios, haciendo más fácil la venta de droga por los mismos. Además, d tener control total en algunas sedes carcelarias.
El padre Hoffman. Se ganó el título a rey de la mafia a los 30 años por extender mucho más su negocio, trayendo a colación los prostíbulos, los casinos, anexando países a sus redes, tales como Canadá, Australia y Rusia. Ha sido el mejor de los Hoffmann.
Hasta ahora.
El joven Hoffmann. Se ha ganado el premio de futuro heredero al trono de su familia, por a su corta edad tener muchos reconocimientos en el mundo mafioso y por haber creado un método de tortura impecable llamado Dracants.
Después sabrán de qué se trata.
Todos lo respetan, o de eso es lo que disfrazan el miedo que ellos le provocan. Nadie le lleva la contraria, nadie los controla, nadie les exige, nadie les dice nada. Claro, nadie, excepto los Köhler.
Para hablar de esa historia, nos remontamos casi cincuenta años antes. El abuelo Hoffmann solía ser mejor amigo del abuelo Köhler. Eran los mejores amigos, andaban siempre juntos, incluso pensaban seguir con el negocio juntos. Hasta que un día algo pasó. Alguien murió.
El 21 de Abril de 1980 condenaron al Abuelo Hoffmann a cadena perpetua por homicidio culposo, pues él era el único que estaba en el lugar de los hechos el día y la hora del asesinato del Abuelo Köhler.
Nadie sabe si él fue quien lo mató o no.
Nadie sabe cómo fue que con tanto poder, el viejo Hoffmann fuera a dar a la cárcel. Nadie sabe nada.
También había una única persona que no sabía y por su inocencia, no le temía a los Hoffmann.
Gran error, Annelisse.
Los Koch.
¿Quiénes son los Koch?
No tengo mucho que contar de ellos. Solo se sabe que son personas de palabra. Que cuando prometen algo, lo cumplen.
Nadie sabe de los antepasados de la familia Koch. Nadie sabe nada de su pasado, era como si nunca hubiese existido.
Se sabe que llegaron una noche hace unos 30 años a éste lugar, a Berlín.
Hace algunos años, a las calles de Berlín llegó una familia cuyo destino ya estaba marcado. Una familia liderada por un padre que no sabía cómo tomar las riendas de su familia y de una madre que estaba atada de manos por obligarse a vivir un destino que ella conocía y sabía que le tocaría enfrentar.
Como sueño de casi todas las muchachas de la antigüedad, era casarse con el amor de sus vidas, tener hijos y ser felices para siempre. Federica pensaba así, ella quería tener un final así. Pero en el fondo sabía que eso jamás sería como ella lo quería. Ella lo sabía.
Y claro, por supuesto había otra familia que si sabía todos sus secretos y sus enigmas. Y como todo Hoffmann, se aprovecharían de ello.
Una promesa, una promesa bastó para que ahora en la actualidad, dos personas tan diferentes e iguales a la vez, se odiaran con todo su corazón. O al menos una de ellas odiara al otro.
En las penumbras de la mansión Hoffmann, en la habitación que regularmente utiliza el joven Hoffmann, entre espesos parpadeos y vista borrosa va abriendo los ojos la joven Annelisse.
La chica rebelde, la chica jodida, la chica que busca venganza, o Deméter, como la llama el joven Hanns, despierta confundida a causa de los efectos del cloroformo inhalado hace algunas horas.
Unos segundos bastan para que su conciencia se recupere y se coloque en posición de defensa al instante, aunque sus manos estén encadenadas a la cama. Al mirar al frente y ver al joven Hoffmann de pie, ahí frente a ella, el odio de la chica se abre paso viéndolo de una manera retadora y con profundo odio. Creo que sí las miradas mataran, Hanns ya estaría cincuenta metros bajo tierra.
La joven continúa mirándolo con infinita rabia, aunque por milisegundos es como si sus hormonas tomaran paso y ardieran con el solo hecho de ver semejante escultura frente a ella. No podía creer que en el mundo pudieran existir personas tan hermosas, al menos físicamente, porque por dentro, ella sabía que él estaba más que podrido.