No tengo ni idea de acabado en este lugar, bueno sí lo sé pero la cuestión es que no quiero estar aquí; separados de la gente que quiero y con gente nueva, de nuevo voy a tener que hacer amigos desde cero, no es que no me guste, es que me cuesta muchísimo. Para colmo estoy sola en una ciudad que no conozco, sin batería en el móvil - qué genial todo- y con un dolor de espalda inhumano. Para poneros en situación, acabo de llegar a Virginia, de aterrizar más bien; la razón por la que estoy aquí es nada más ni nada menos que por los benditos estudios, sí, los estudios. Y he venido a este sitio por que he obtenido una beca y como mi familia no suelta prenda pues he tenido que trabajar duro para llegar aquí.
Lo peor de este día es que no he pegado ojo en el avión por el llanto de un niño, por poco me levanto de mi asiento y le pongo una mordaza; esto no quiere decir que no me gusten los niños -solo los gritones y lloricas-, pero por lo demás soy un ángel en persona, o eso me dice mi abuela. Después del percance con el crío, me disponía a recoger mis maletas y a largarme de ahí pero el destino es tan caprichoso que no he podido salir porque una de mis maletas había sido robada, sí señores, tengo esta suerte que Dios me ha dado; pero esto solo es la punta del iceberg, no se crean que esto se queda aquí. Después una azafata rubia, con los labios pintados de rojo pasión de gavilanes y unos taconazos, todo esto junto con un vestido propio de la viuda negra; me dice que mi maleta está en Utah, ¡en Utah!, cuándo me lo contó yo no sabía dónde caerme, lo peor es que en esa maleta tenía mi ropa interior favorita por lo que puedo deducir que ahora mismo hay alguien con mis bragas y mis sujetadores de koalas, -no me juzguéis, los pandas son monísimos-.
Mi vida era en torno a los desastres, a lo largo de toda mi vida he pasado innumerables acaontecimientos que son mejor no recordar; mejor voy al meollo del asunto, que estoy sola en un sitio que no conozco, con gente desconocida, sin bragas de koala y sin batería en el móvil - todo está saliendo a pedir de boca-, já, me río yo de esos que dicen que les ha mirado un tuerto, a mi me han mirado tuertos e incluso ciegos, con eso te lo digo todo. Voy a explicaros cómo salí de esta fatídica situación.
Cuándo salí al aparcamiento me fijé en que había un autobús -pensé que estos ni se utilizaban- del Instituto y muchas personas alrededor, me dirigí hacia allí y observé que un hombre viejo, bajito y calvo estaba sosteniendo un cartel con mi apellido; -algo al fin está saliendo bien-. Al lado de este había una mujer morena con cara de mala leche, supongo que lleva la lista de los que van entrando al autobús por que todas las personas iban hacia ella y luego subían.
-Soy Jordyn MacDaniels, vengo desde Utah.- Le digo con un tono de nerviosismo ya que me mira fijamente, es que con esa cara asusta hasta a un muerto, sin exagerar.
-¿Jordyn MacDaniels? No se encuentra en la lista.- Dice mientras mira la hoja de registro. -No, no se encuentra.- Me repite con una sonrisa de satisfacción.
Lo que me faltaba, ¿ahora no estoy en la lista?, no he venido desde Utah para nada. -A ver, ¿me deja comprobarlo?- Le digo mientras me acerco a hojear la lista.
Me mira con cara de sorpresa a la misma vez que va alejando el registro de mí. -Pero que se ha creído, no me falte al respeto de esa manera, ¿usted cree que no la he revisado adecuadamente? ¿Está poniendo en duda mi trabajo?-
Pero qué cojones le pasa a esta mujer. -No, ni mucho menos he cuestionado su trabajo ni nada, sólo le he pedido ver la lista porque he venido desde muy lejos para ahora irme. ¿Lo comprende ahora?- Me estoy empezando a poner muy nerviosa, todo el mundo nos mira, algunos se ríen de mí, otros me miran con pena porque esta tía no me deja ver la maldita lista y me voy a tener que ir a mi casa de nuevo. Pero eso no va a pasar ni aunque esté loca.
Creo que la he vuelto a liar, me mira con cara de ofendida y no sé por qué. -Vamos a ver jovencita, le he dicho que no está y si no está no sube. ¿Lo comprende?- Me dice con cierto rintintín.
Esta mujer me quiere sacar de mis casillas de verdad, todos observan esto como un partido de ping-pong o de tenis, como queráis. Sé que me estoy poniendo roja de la vergüenza y que voy a estallar y le voy a decir cuatro cositas. Por eso antes de decir algo de lo que me vaya a arrepentir le quito la lista y empiezo a correr por el aparcamiento, lo mejor de todo es que la mujer está corriendo detrás de mí con cara furiosa, ¡y con tacones!; esta mujer me tiene que decir su secreto para correr con esos instrumentos del demonio que solo sirven para torturar a gente inocente como yo. Ojeo el registro a la misma vez que corro, -no penséis que esto es fácil, no señor-, paro de correr abruptamente porque he leído una cosa que me deja boquiabierta; como consecuencia de parar la mujer se estrella contra mí y caemos al suelo.
Madre mía, nunca me he pegado un porrazo como este, ¡Santo Dios!, tengo una herida en la rodilla que es digna de un guerrero y duele como su puñetera madre.
-Hija de la averno, ¡¿cómo puede doler tanto esta mierda?!- Digo mientras me retuerzo de dolor en el suelo. Lo mejor de todo es que tengo a la Usain Bolt versión femenina encima y todos rodeándonos; incluso he visto algunos haciendo fotos.