Estoy feliz, pensé que iba a estar sola en este lugar, me equivocaba. Tengo a Asher, Natalie, Leah y ahora tengo también a Steve o Stevie, como me gusta llamarlo a mí. No podía creer que en menos de tres días ya tenía nuevos amigos, sí, alucinante. Pensaba todo esto mientras me dirigía a mi última clase de hoy Educación Física, lo más cansino de toda mi vida. Además tenía que ir a cambiarme el vestuario, porque como comprenderás no voy a ir con falda y camisa a hacer deporte. Lo malo de esto es que tenía que correr hacia el aula porque si no iba a llegar tarde.
Doble trabajo.
Antes de Educación Física he tenido Química y Biología, nada relevante que contar aquí. He estado callada todo el rato, copiando, aburriéndome y encima tenía a el innombrable o Levi, como quieras llamarlo, en las dos clases. Lo bueno es que no me senté con él en ninguna, anda y que le den por saco. Hacía como que no existía y él más de lo mismo, por lo que cada uno salió ileso de esas clases.
Y ahora estoy aquí, por los pasillos corriendo hacia la puerta del vestuario femenino, que estaba al doblar la esquina.
Ya queda poco, ¡hurra!
Y como mi mala suerte no me deja ni un momento, choqué con un armario y acabamos los dos de culo en el suelo. Pero esperen, eso no era un armario, porque escuchaba sus quejidos. Los armarios no se quejaban, eso lo sé.
Cuando ví quién era me quedé pálida, no puede ser se repetía en mi mente en bucle. Era el entrenador y me miraba con mucha mala leche, mucha, mucha, muchísima. Estaba rojo de ira, parecía una bomba que podía estallar en cualquier momento.
-¡Lo siento, no le ví!- uy, que voz más aguda me ha salido.
Al parecer no le ha hecho mucha gracia que le tirase, mucho menos que le haya gritado.
-¡¿A dónde se supone que iba a esa velocidad?! ¡ESTO NO ES UN CIRCUITO DE CARRERAS!- si que se había enfadado.
-Al vestuario.- susurré. Este hombre da mucho miedo.
Se dio cuenta de que seguíamos sentados en el suelo, por lo que se levanto tan rápido que incluso botó en el sitio. Yo lo hice despacio, muy despacio, como si el fuese un depredador y cualquier movimiento brusco le haría echarse sobre mí.
-¡Vaya a los vestuarios, joven!- me gritó. ¿No me va a castigar? Puse cara de alivio.
-¡¿No escucha o qué?!- me volvió a gritar. ¿Desde cuando estoy en un colegio militar?
Me cogió de la pechera de la camisa y empezó a caminar casi arrastrándome. -Será posible los chicos de hoy en día, no tienen educación y menos respeto a sus superiores.- refunfuñaba mientras iba hacia la puerta del vestuario.
-Cámbiese y no salga hasta que no haya terminado.- abrió la puerta bruscamente, por poco se sale de las bisagras y todo, y me arrojó dentro. A continuación cerró la puerta y se hizo el silencio.
Suelto un suspiro. De la que me he librado. Me doy la vuelta para cambiarme la vestimenta, pero lo que veo no lo creo.
Son los chicos, en BÓXER, TODOS. Abro los ojos y la boca al tope.
He muerto y he ido al cielo. Todos me miran quietos, pensando que soy una atrevida de mucho cuidado. O pensando que he venido aquí a violarlos a todos, qué sé yo. Les miro a todos, de arriba abajo, todos con sus bóxers y sus abdominales bien marcados, donde se puede rallar queso sin esfuerzo.
Ay por Dios.
Me falta el aire. Socorro, que alguien me agarre antes de que salte sobre uno.
-¿Podrías ser más atrevida y buscona?- esa voz, fría como un témpano de hielo, me la conozco. La reconocería en cualquier parte, incluso en un concierto de Rock & Roll. -Qué podemos esperar, a los salvajes les da igual vestirse todos juntos.- y ahora lo remata.
OYE OYE OYE, a mí nadie me llama buscona, sin tener represalias. Pero este qué se ha creído que es, ¿rey? ¿embajador? ¿presidente de este lugar?
Suelto un bufido provocando que se me salga un poco de saliva. Si sigo haciendo esto no me extraña que me llamen salvaje, porque con babas y todo parezco un perro con rabia.
Levi me mira como si fuese una mierda de persona, como a una cucaracha. Con su pelo cayéndole sobre sus ojos ambarinos. Deslizo la mirada sobre él, todo él, y me gusta lo que veo. Sus pectorales están marcados lo suficiente para hacerlos notar y desde luego que tiene unos abdominales decentes, no tanto como los demás. A todo esto le siguen unos bóxer grises que le sientan fenomenal. Está bueno el condenado.
Levanto las cejas y me muerdo el carrillo; sí, le sientan demasiado bien esos bóxers.
Termino mi vista de reconocimiento y llego a una conclusión, es un dios o un alumno demasiado guapo para su propio bien.
Pero no chico, te has confundido de chica; si crees que voy a irme sin decirte nada vas apañado.
-La verdad es que los salvajes son hombres de verdad, no unos niñitos que creen serlo. - y termino sonriéndole inocentemente.
No parece nada sorprendido por mi contestación, nada, en absoluto. Me sonríe con arrogancia, me mira y se relame los labios lentamente, como si estuviese saboreando lo que me va a soltar.