Julius Foster llega hasta la mansión Mackay, donde ya lo espera Auguste con suma impaciencia, lo único en lo que ha pensado en los últimos días es en toda la información que su investigador privado ha obtenido para él. Julius ingresa y se encamina hasta la sala, «Estoy convencido que la información que tengo lo hará muy feliz, mi misión ha sido cumplida.» piensa sintiéndose satisfecho por lo que ha logrado, aunque aún le queda una pieza suelta en la que debe trabajar para dar por terminado el rompecabezas.
–Bienvenido, Julius, toma asiento–indica el hombre con premura, la ansiedad lo consume y por más que intenta mantenerse tranquilo, le resulta imposible–. Han pasado algunos días, dime que tienes noticias porque no tolero más tiempo.
–Gracias, señor Mackay–responde Julius tomando asiento y sonriendo para después extraer de su carpeta un sobre.
– ¿Qué es esto, Julius?–inquiere con evidente desconcierto.
– Las noticias que espera con tanta ansiedad, señor Mackay, puede leer y comprobar por sus propios ojos que su deseo más anhelado se ha materializado.
El hombre recibe el sobre que le ha extendido Julius, se coloca las gafas, en el sobre se puede leer “Centro de Genética”, con premura abre el sobre y extrae el documento en el interior. De manera rápida lo lee, abriendo sus ojos ampliamente, lleno de incredulidad relee, «El resultado es positivo, he cumplido.» piensa sin poder controlar las lágrimas que se acumulan en sus ojos, quitando las gafas y usando el pañuelo de seda que lleva consigo, seca las lágrimas y mira a su invitado.
–Sabia que lo conseguirías, Julius, ¿Cómo es?–pregunta lleno de emociones, Julius sonríe y le entrega una fotografía que consiguió, Auguste la mira detalladamente sintiendo que la emoción es aun mayor–. No puedo creerlo, es simplemente asombroso.
Julius comienza a relatarle todos y cada uno de los pasos que dio, extrae de su carpeta las fotografías que ha conseguido y toda la información que ha obtenido hasta ese momento, Auguste escucha atentamente cada una de las palabras que dice el hombre y observa las fotografías con detenimiento. Debe pensar de manera cuidadosa en el siguiente paso a dar, no tiene tiempo que perder tomando en cuenta su salud, sabe que cada tic-tac del reloj es de suma importancia por lo que debe aprovechar cada segundo de la mejor manera posible.
Es una noche tranquila y en el hogar de Auguste Mackay, todo se encuentra preparado para la importante cena que ha organizado el hombre, no pudo pensar en nada mejor que utilizar las coincidencias en su favor. En la inmensa mesa de cristal que ocupa el comedor se puede apreciar un elegante mantel de color blanco y sobre esta se han dispuesto tres lugares. En la sala, acompañado por su hombre de confianza se encuentra Auguste, viste de manera elegante, acomodado en el sofá espera, tratando de ser paciente, el arribo de sus invitados.
–Ya es tarde, ¿Y si no vienen?–cuestiona evidentemente preocupado, al ver que ha llegado la hora pactada y el timbre de la puerta no suena.
–Sea paciente, señor, recuerde que por su bien debe mantener la calma–indica el hombre a su lado con tono comprensivo–. Además, es imposible que su invitado no venga, usted es Auguste Mackay.
–Trato de estar tranquilo pero es muy complicado, aunque fuese el rey de Inglaterra, está situacion es muy complicada–expresa mirando nuevamente el reloj en la pared, en ese momento suena el timbre de la casa–, ¡Son ellos, pronto, ayúdame a ponerme de pie!
Un gran brillo se ha apoderado de los ojos cansados del hombre, su amigo y compañero quien ha sido testigo de todo el tiempo que ha esperado y todo lo que ha hecho para que ese momento llegara, ayuda a Auguste a ponerse de pie. Desde que sufrió aquel infarto, no veía a Auguste tan lleno de vitalidad, juntos avanzan hacia la entrada donde el ama de llaves, ya se ha encargado de abrir la puerta y permitido a los jóvenes invitados del señor Mackay, ingresar en la mansión.
–Buenas noches–saludan al mismo tiempo los jóvenes.
– ¡Sean bienvenidos!–los recibe el hombre con una gran sonrisa.
–Señor Mackay, no ha debido molestarse, enseguida nos reuniríamos con usted–expresa el invitado con una sonrisa en su rostro al tiempo que se aproxima.
Su acompañante avanza a su lado hasta que ambos se encuentran frente a los hombres mayores, con una sonrisa dulce los observa guardando silencio, esa cena es de negocios y ella nada sabe al respecto, únicamente debe ser amable y sonreír.
–Ninguna molestia, pasemos a la sala para conversar más cómodamente.
El hombre avanza con paso lento con ayuda de su bastón mientras Clément avanza a su lado y sus invitados detrás de él, al llegar a la sala, Auguste se acomoda en el sofá que ocupaba minutos antes, su amigo se marcha para supervisar todo para la cena, permitiendo que Auguste pueda conversar tranquilamente con sus visitas.
–Me alegra demasiado que les fuese posible aceptar mi invitación para cenar, tu prometida es muy hermosa, Kirill.
–Lo es–responde depositando un beso en la mejilla de la joven quien se limita a sonreír–. Realmente soy afortunado, ella es una mujer maravillosa.
–Ya lo creo que lo es– indica mirando a la joven con ternura, «Es su vivo retrato.» piensa manteniendo su atención en ella–, ¿Cuál es tu nombre, cariño?
–Arlen Carpenter, es un placer conocerlo, señor.
–El placer es todo mío, Arlen–indica sin poder controlar la emoción que lo invade, « Creo que mi paranoia está empeorando.» piensa ella tratando de mantener la sonrisa en su rostro a pesar de lo inusual que le resulta la actitud del anfitrión de esa cena.
Una vez que les informan que pueden pasar al comedor, la cena comienza y trascurre de manera tranquila, Arlen se mantiene en silencio mientras que Auguste y Kirill esporádicamente intercambian algunas palabras. Todo se desarrolla sin mayor novedad y considerando la hora, Arlen y Kirill deciden marcharse del hogar de Auguste Mackay para dejar que el hombre descanse.
Editado: 08.02.2023