Ilusión Mariposa

Capítulo 14

Ella camina manteniéndose en silencio y pensando seriamente en la situación en la que se encuentra, « ¿Cómo puedes ser tan lindo después de lo que te he confesado?» se cuestiona sin comprender la actitud que ha tomado el joven para con ella después de confesarle lo que hizo.

Algunos días más tarde, en un agradable parque, se encuentra Arlen escuchando la música con sus auriculares mientras corre y disfruta de la brisa de la mañana, dejando su mente analizar todo lo que sucede desde hace tiempo en su vida. Con una decisión en mente vuelve a su departamento y se prepara para salir, «Debo dar fin a todo esto de una vez.» piensa saliendo de su departamento cerrando la puerta detrás de ella. Una vez en el exterior avanza tranquilamente hasta donde se ubica la parada del transporte público, de pronto se detiene a su lado un elegante vehículo de color blanco, asustada retrocede de manera instintiva, del automóvil desciende un hombre de traje, alto de complexión atlética aumentando la inquietud de la joven.

– ¿Arlen Carpenter?–cuestiona mirando a la joven que desea escapar; sin embargo, el miedo hace temblar sus piernas y la mantiene estática sintiéndose incapaz de realizar acción alguna–. No tema, debe venir con nosotros.

–No iré a ningún lugar con unos desconocidos–replica frunciendo el ceño.

–Señorita, no dificulte todo esto, por favor, tenemos ordenes de llevarla por las buenas o las malas, es su decisión.

– ¡Déjenme tranquila!– exclama intentando escapar.

Arlen corre sin detenerse para conseguir llegar a un lugar seguro, «Seguramente es una treta de ese asesino que busca hacerme daño.» piensa recordando aquellos broches de mariposa que en varias ocasiones ha encontrado en su departamento como una clara amenaza a su persona, confiar en desconocidos nunca le ha parecido buena idea y en ese momento mucho menos. La joven es bastante ágil por lo que a aquel hombre que ha corrido para alcanzarla le resulta complicado alcanzarla pero al final lo consigue, el vehículo que lo trasportaba llega hasta donde se encuentran él y la joven que se remueve intentando liberarse. Con gran dificultad consiguen subirla al automóvil en la parte de los pasajeros, asegurando la puerta para evitar que ella escape, ella no duda ni un segundo en intentarlo a pesar de lo tonto que parezca.

–No considero necesario todo este espectáculo, señorita–expresa una voz masculina haciendo que la joven dirija su atención al asiento del fondo, se encontraba tan enfocada en escapar que no se percató de la presencia de alguien más en el interior de ese vehículo, acomodando su ropa y con semblante arrogante, observa a Arlen quien lo mira temerosa–. Tome asiento, por favor.

– ¡¿Quién es usted?! ¡¿Qué quiere de mí?!–cuestiona poniéndose a la defensiva.

El hombre sonríe dejando ver su perfecta sonrisa, ver a aquella joven en ese estado le resultaba bastante divertido, jamás deseo asustarla; sin embargo, al resistirse a acompañarlos, no tuvo más opción. Sus ordenes han sido claras, llevarla a como diera lugar hasta la dirección indicada, y él jamás fallaba en sus misiones, al menos hasta el momento, no lo había hecho y no pensaba hacerlo en algo tan sencillo.

–Relájese y disfrute el paseo que es bastante extenso.

–No sé qué es lo que quiere de mí, acosándome y secuestrándome pero le advierto que no le tengo miedo.

–Es bueno saberlo–responde sonriendo al tiempo que dirige su mirada a la ventana.

Arlen toma asiento mirando llena de desconfianza a aquel misterioso sujeto que se ha cruzado de brazos e ignora su presencia guardando absoluto silencio, el vehículo avanza y conforme lo hace la joven desconoce el rumbo al que se dirigen. Al ver el lugar en el que se estacionan, mira sin comprender lo que sucede, el hombre que la acompaña en la zona de pasajeros se dispone a descender, ella permanece inmóvil, «Permanece en este lugar, no bajes, Arlen.» se dice llena de miedo e incertidumbre.

–Acompáñeme, por favor–pide de manera educada aquel hombre, ella se niega por lo que toma la mano de la joven y la hace descender sin ejercer demasiada fuerza para evitar lastimarla, sin más opciones Arlen desciende–. Avanza, creí que no tenías miedo.

–Y no lo tenía pero me han traído a un cementerio, ¿Qué pretenden? ¿Hacerme cavar mi propia tumba?–inquiere mirando a su alrededor con cautela.

–Lees muchas historias al parecer–comenta el hombre sin poder ocultar lo divertido que le resulta ese comentario.

–Soy profesora de literatura.

–Lo sé–responde de manera casual.

Arlen avanza de manera mecánica sin comprender absolutamente nada, « Realmente espero vivir para contar todo esto, ¿Cómo es que termine aquí?» piensa controlando su miedo. Aquel lugar parece encontrarse en soledad, lo cual aumenta la preocupación de la joven, el desconocido la guía hasta donde se encuentra un elegante mausoleo, « ¿Qué tenemos que hacer aquí?» se cuestiona la joven al ver el apellido en la parte superior de la construcción, la puerta del lugar se encuentra abierta y el individuo la hace ingresar. Arlen observa todo de manera atenta, se trata de un lugar demasiado elegante, pintado de blanco, con detalles en dorado y una pintura referente al cielo, ángeles y demás adornando el techo, algunos estantes con flores y fotografías, en estas puede observarse diferentes personas que a la joven le resultan desconocidas.

– ¿Qué hacemos en este lugar?

–Ya veo que la falta de paciencia es herencia de familia–comenta el hombre a su lado.

La joven lo mira extrañada, « ¿Qué ha querido decir con eso? ¿Acaso sabe algo de mi familia? ¿Cómo es eso posible? Ni yo misma se algo respecto a mi familia.» analiza sin ocultar su desconcierto. Arlen Carpenter se crio en el orfanato Carpenter de ahí su apellido; sin embargo, ella no poseía demasiada información respecto a su llegada a ese lugar en el que paso la mayor parte de su vida.

Todo lo que sabía es que su madre sumamente enferma llegó al orfanato donde las hermanas de la caridad la socorrieron y le brindaron asilo, ella se encontraba por dar a luz por lo que fue llevada a la modesta enfermería en donde hicieron todo lo posible para ayudarla; sin embargo, la mujer se encontraba tan mal, que terminó muriendo pocos minutos después del nacimiento de su hija. Según lo que le relataron más tarde las monjas, su madre la tomó en brazos, colocó en ella una medalla y murió, razón por la que desconocían su identidad o cualquier dato que pudiese darles una pista de posible familia para entregar a la niña que decidieron poner en adopción. El tiempo transcurrió y Arlen creció sin que ninguna familia se interesara en adoptarla, situación que les resultaba incomprensible a las monjas por el gran encanto de la niña, la única explicación posible ante sus ojos era la voluntad de Dios y Arlen se convenció de lo mismo.




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