Ignorando por completo que Arlen ha escuchado todo lo que ha dicho, Christelle sale del tocador y se encamina de vuelta a la sala de urgencias para esperar noticias acerca del estado de Kirill. Una vez que Arlen se encuentra convencida de que Christelle se ha marchado, sale del cubículo, lava sus manos y tomando todas sus cosas, sale encaminándose a la salida del hospital, realmente necesita un poco de aire fresco que la ayude a comprender esa situación y relajarse.
René en su departamento, se prepara para dormir, se encamina a su cama y al no tener sueño aún, decide leer su libro favorito: “Crimen y castigo de Fedor Dostoievski” ¿Cómo no adorar ese libro? Si se identifica tanto con Rodia, aunque con sus claras excepciones, a diferencia del personaje principal, él no se deja llevar por la culpa cometiendo errores. Con suma tranquilidad, se dispone a releerlo por tercera ocasión, de esta manera el tiempo transcurre tranquilamente.
Su concentración se mantiene completamente en cada una de las magnificas palabras de su autor preferido, sin que se percate realmente de cuánto tiempo ha transcurrido, de pronto el sonido del timbre, lo saca de su lectura, « ¿Quién puede ser tan inoportuno para venir a estas horas?» piensa dejando su libro en su mesita de noche. Con calma se incorpora, se coloca las pantuflas y se encamina a abrir la puerta, su visita es bastante insistente por lo que se apresura para qué cese el sonido aturdidor del timbre, al abrir su rostro se llena de desconcierto.
– ¿Señorita Carpenter? ¿Qué hace aquí?–cuestiona con un tono que a la joven le parece bastante rudo.
–Disculpe las molestias, profesor Walker–se disculpa limpiando sus lágrimas–. Es solo que yo… no lo sé.
Arlen no es capaz de pensar correctamente y con todo el caos que lleva dentro, abraza a René tomándolo por sorpresa, realmente los acontecimientos de todo el día han sobrepasado sus límites, es como si todo su mundo estuviese temblando y quebrantándose lentamente sin que pueda evitarlo. Ella observa la manera en la que todo se colapsa pero es como si no fuese capaz de siquiera moverse para escapar, tarde o temprano, todo caerá sobre ella y se siente tan triste y destrozada que no considera tener la fuerza para tolerarlo.
–Tranquila, ven–pide el joven al verla tan afectada, sin apartarla de él, la hace ingresar para poder cerrar la puerta, con Arlen a su lado sin liberarlo de su abrazo avanza guiándola hasta la sala–. Toma asiento, te traeré un poco de agua para que puedas calmarte un poco.
Arlen lo libera de su abrazo permitiendo que pueda ir hacia la cocina, ella toma asiento en el sofá sin apartar su mirada del frente, «Debes tener calma, ¿Qué haces molestando a René? Su amabilidad únicamente te confunde más.» se regaña mentalmente, después de salir del hospital, terminó tomando un taxi y en lo único que pensó fue en llegar a un lugar seguro y únicamente pensó en él.
René la observa desde la cocina, antes de encaminarse hacia donde se encuentra la joven en un evidente estado de shock, llegando hasta ella toma asiento a su lado y entrega el vaso de agua. Arlen lo lleva hacia sus labios sin dudarlo, bebiendo un poco de agua mientras respira intentando controlarse tanto como le es posible, necesita estar tranquila para poder explicar la razón por la cual se encuentra en ese lugar siendo tan tarde.
–Toma–expresa entregándole un pañuelo–. Seque sus lágrimas.
–Gracias–expresa aceptando el pañuelo que le ha ofrecido René y dedicándole una mirada llena de agradecimiento, en un momento tan difícil, esas consideraciones son aun más valiosas–. Disculpe todas estas molestias, he tenido un día muy complicado.
–No es molestia–responde mirándola de manera fugaz–. Si desea hablar puede hacerlo con confianza, vera que una vez que comience a hablar se sentirá mucho mejor.
Arlen mueve su cabeza de manera afirmativa, comenzando a relatarle lo sucedido, le explica cómo fue que encontró a su abuelo cuando siempre pensó estar sola en el mundo, que su abuelo no es cualquier ancianito dulce, si no, el mismísimo Auguste Mackay, quien se encuentra bastante enfermo del corazón y tiene el tiempo contado. Le relata su llegada al departamento de Kirill, donde lo encontró siéndole infiel con Christelle Greene, a quien siempre considero su mejor amiga, la gran insistencia del joven para convencerla de no cancelar su matrimonio a pesar de todo, después la manera en la que vio a Kirill caer gravemente herido ante sus propios ojos y por último saber que Christelle además de traicionar su amistad al mantener una relación con su prometido, contrató a alguien para quitarle la vida.
René guarda silencio durante todo el relato que hace la joven, manteniendo su semblante relajado desde el principio hasta el final, en realidad, es poco expresivo y aunque a cualquiera todo aquello que la joven ha relatado le resultaría impresionante, a él le cuesta comprender toda la tragedia que le pinta Arlen. Trata de ponerse en el lugar de la joven para poder comprenderla; sin embargo, si él fuera ella, no estaría así de afectado, su abuelo es un hombre verdaderamente importante, ha tenido la oportunidad de conocer a alguien de su familia y ha sacado de su vida personas que únicamente querían herirla; además, ha vivido para contar todo lo ocurrido. Como siempre ha pensado, lo bueno o malo, es cuestión de perspectivas, René no es una persona que tienda a ver lo positivo de las situaciones pero en ese momento pareciera que lo hace porque nada de lo que a la joven le parece catastrófico, no le resulta algo malo al contrario.
–Considero que el tiempo le ayudará a asimilar todo de mejor manera, trate de ver lo positivo de toda esta situación, especialmente el hecho de que ahora tiene la oportunidad de conocer a alguien de su familia.
–Tiene usted razón, gracias por escucharme, no sabe cuánto necesitaba sacar esto de mi interior–expresa con absoluta sinceridad.
–Ha sido un placer, si lo desea puede quedarse aquí por hoy, es bastante tarde y debe descansar, puede usar mi cama si lo desea, yo dormiré en el sofá.
Editado: 08.02.2023