Capitulo 23

Asimilar la presencia de la joven ahí le ha costado mucho, especialmente considerando que él debía quitarle la vida y ella lo sabe, aunque al final no fue necesario y a pesar de todas las dudas que tuvo, en realidad él estaba dispuesto a cumplir la misión que le fue  encomendada pero parece que a ella no le importaba nada de eso y eso le causa un gran desconcierto.

–Menos mal, porque créeme que parece todo lo contrario–bromea liberándolo al fin de su abrazo pero sujetando sus manos, no desea romper el contacto con él, la seguridad y alegría que le trasmite la cercanía del hombre es tanta que le resulta difícil alejarse.

–No soy muy expresivo, Arlen, disculpa–musita mirándola directamente a los ojos–. Bienvenida.

–Gracias, y no te preocupes, en realidad ya lo sé–indica recordando su poca expresividad y esa calma imperturbable de su semblante.

René mueve su cabeza de manera afirmativa y sin liberar la mano de Arlen, la guía hacia el sofá color marrón de su oficina, Arlen permite que la guie con una sonrisa, « ¿Esto podría considerarse síndrome de Estocolmo? ¿Qué importa? Al final me siento feliz.» piensa tomando asiento al lado de René. Ella le relata detalladamente la manera en la que lo busco y cómo fue que llegó hasta él, realmente René no esperaba que después de la confesión en su carta ella deseara verlo, se enfocó en su nueva meta y se olvidó de todo lo sucedido en Connecticut o casi todo, a pesar de lo complicado que le resultaba lidiar con sus emociones, cuando nunca fueron un problema para él al ser tan desapegado.

–Ya veo que te esforzaste pero ya hablaste mucho de eso, mejor háblame de ti, Arlen, ¿Qué has hecho además de desobedecer mi petición?–inquiere con curiosidad, habían pasado meses enteros desde que la vio, realmente deseaba que le hablara de lo que ha hecho y no únicamente de cómo fue que lo buscó.

–Ninguna en realidad, aunque bueno, hace algunos días me mudé, ahora vivo con mi abuelo para poder cuidarlo, su salud no es la mejor y la verdad es que ahora que al fin conozco a alguien de mi familia no quiero perderlo, debes conocerlo, es un gran hombre, gracias a él, ahora sé mucho mas de mi madre y muchos huecos que tenía mi vida, se han ido llenado.

–Me alegra mucho escuchar eso, significa que eres feliz y mereces serlo más que nadie en el mundo, eres una gran persona, ¿Kirill Laurence no te molesto más?

–No lo hizo, hace un par de meses se casó con Christelle, como dice mi abuelo, tal para cual, no he sabido más de ellos, ella dejó de dar clases en la universidad así que no tengo que verla mas, fue una suerte, después de bueno, tu sabes, no sería muy agradable volver a verla–expresa con una expresión bastante cómica de desagrado al imaginarse aquella situación, realmente sería muy incomodo–. La familia de ella tiene mucho dinero, así que el negocio no le quedó tan mal a Kirill, aunque el ambicioso pensaba quedarse con el imperio de mi abuelo, cuando lo visite en el hospital lo escuché hablando, es un miserable.

–No comprendo cual es la diferencia conmigo, Arlen, en la carta…

–Lo sé–lo interrumpe mirándolo a los ojos con una sonrisa.

Sin esperar más respuesta une sus labios a los de René, su corazón late a gran velocidad y lo hace aún mas en el momento en el que él le corresponde, ella es consciente de que ese sujeto al que ahora besa, es aquella persona que la aterro durante tanto tiempo dejando aquellas mariposas después de haberles quitado la vida a aquel par de ladronzuelos después de ofenderlo con sus intenciones. Sabe que él, tenía como misión quitarle la vida pero en realidad, además de haberla asustado, no le había hecho daño alguno e incluso la salvó en varias ocasiones, durante mucho tiempo se preguntó, « ¿Por qué no me hizo daño si tuvo muchas oportunidades?». Pero al final decidió no pensar más en eso pues lo único que le importaba era lo que sentía por él.

–Arlen, no puede ser tan sencillo, yo…

–Ese es un secreto, René, un secreto entre tú y yo, no puedes estarlo repitiendo cada tres segundos y yo no estaré besándote  todo el  tiempo  solo  para que no lo digas, aunque no me molestaría–lo interrumpe nuevamente colocando su mano sobre los labios del hombre, quien sonríe la toma y deposita un suave beso en el dorso de esta–. La única diferencia entre tú y ese par de miserables, es que tú tienes mi amor contigo, no importa lo que hagas, yo no pienso permitir que te marches lejos de mi y si te vas, mi corazón me dirá donde encontrarte porque es imposible que te ocultes de éste.

–No creo que Julius Foster sea tu corazón–comenta haciéndola sonreír al sentirse descubierta, ella había intentado ocultar que fue él quien la llevó hasta ahí, simplemente había dicho que contrató un detective, jamás dijo su nombre, sabiendo que él le pidió a Julius no decir absolutamente nada.

–Tienes razón, porque eres tú–expresa abrazándolo con una amplia sonrisa mientras un gran brillo se apodera de sus ojos.

Sintiendo una creciente ternura nacer en su corazón, René sonríe con una gran alegría, durante toda su vida se sintió completamente ajeno al mundo, no era capaz de comprender a nadie y sentía que no pertenecía a ningún lugar, creó su propio mundo, uno donde todo era como él deseaba que fuese, en el que no tenía que preocuparse por no encajar con el resto de personas, en el que podía ser él mismo. Sin embargo, en ese momento, abrazado a aquella joven, al fin siente pertenecer a un sitio, no sabe si es ella quien pertenece a su mundo, él pertenece al mundo de ella o juntos forman un mundo perfecto para ambos pero lo que le importa es lo bien que se siente cuando ella se encuentra cerca.

Siempre hay momentos y personas que consiguen crear todo un caos con su simple presencia, así es Arlen para René, un terremoto de emociones que lo hacen sentirse completamente diferente a lo que él suele ser. Un respiro entre todo el caos que se vive día a día, únicamente ella es capaz de crear todo un mundo con un simple abrazo y aunque René no es una persona que tienda a pensar en otros, por ella puede comenzar a hacerlo, envolviéndola en sus brazos decide darse una oportunidad de intentarlo.