Aidén Sullivan
Dos meses después
Llevo dos meses caminando de un lado a otro, perdiendo la cabeza.
No importa cuánto intentemos, cada rastro de Emma desaparece antes de que podamos alcanzarlo.
Jason está a mi lado, igual de tenso, coordinando a los hombres.
Su recuperación fue más rápida de lo que esperábamos, y salió del hospital un mes después de que la raptaran.
Desde entonces, no ha dejado de moverse, de dar órdenes, de planear y replantear cada maldita búsqueda, tanto como Lucas y yo.
Pero cada día que pasa sin saber dónde está Emma es como si el aire se esfumara de mis pulmones.
Nada más desaparecer, Lucas y yo bloqueamos el país y la ciudad por completo.
Nada ni nadie ha entrado ni salido desde entonces.
Esto es una caza, y somos los depredadores más feroces que existen, pero maldita sea, parece que estamos cazando sombras.
Veo a Nathan y Aaron acercarse, sus expresiones tan serias que la tensión en el ambiente aumenta un par de grados más.
Nathan y Aaron se unieron a la búsqueda tan pronto como se enteraron de lo ocurrido.
Pusieron a sus organizaciones a trabajar al instante, y ahora no solo están las fuerzas de Lucas y las mías tras la pista de Emma, sino también los alemanes, los húngaros y los franceses.
Todos nuestros aliados están poniendo todo su peso en esta misión, pero hasta ahora ha sido inútil.
Es como si la tierra se la hubiera tragado.
Y cada vez que alguien menciona eso, tengo que contener el impulso de golpear algo, o a alguien.
Preferiblemente a mí mismo por dejar que esto ocurra.
Aaron se acerca con esa expresión seria que siempre tiene cuando las cosas se ponen realmente feas.
—Tienes que ver esto —me dice, con un tono tan serio que la alarma en mi pecho se activa de inmediato.
Lo sigo, notando cómo mi respiración se vuelve más rápida, cómo mi corazón late con fuerza.
Me lleva a una oficina improvisada, un lugar de investigación que hemos montado en uno de nuestros refugios.
Sobre la mesa hay un mapa, y Aaron señala un punto en él.
—Aquí, cerca de Viena —dice, y mi mirada sigue la dirección de su dedo.
Nathan, que está junto a él, añade.
—Es el único lugar donde no hemos buscado todavía. Está rodeado de tus hombres desde antes de que todo ocurriera, así que lo descartamos desde el principio, pero después de revisar cada sitio, hemos decidido darle una mirada.
Me quedo mirándolos fijamente, mi mente procesando la información.
¿Cerca de Viena? ¿Un lugar que descartamos desde el principio?
La frustración me consume, pero la reprimo, centrándome en lo que debo hacer ahora.
—Vayan de inmediato —ordeno, y mi voz suena más dura de lo que pretendía, pero no me importa.
No espero una respuesta.
Salgo del lugar con pasos largos y rapidos, y me subo a mi coche.
El motor ruge al arrancar, y piso el acelerador con fuerza, sin pensar en nada más que en llegar al maldito lugar que me han señalado.
Si Emma está ahí, si hay una mínima posibilidad de que esté cerca de Viena, no pienso perder ni un segundo más.
Mis pensamientos están hechos un caos mientras conduzco, pero una cosa es clara: si alguien se atreve a ponerle una mano encima, no va a vivir para contarlo.
El paisaje se difumina a medida que aumento la velocidad, pero dentro de mi cabeza, todo está más nítido que nunca.
Veo su rostro cada vez que cierro los ojos, siento su ausencia como una herida que no deja de sangrar.
Cada día que pasa sin tenerla a mi lado es una tortura que no puedo soportar.
Pienso en las últimas semanas, en la frustración constante, en las noches en vela revisando cada detalle, cada pista, cada maldito error.
Pienso en cómo Jason, Lucas, Nathan, y Aaron se han dejado la piel en esta búsqueda, pero especialmente pienso en cómo no fui capaz de protegerla.
Eso me carcome más que cualquier otra cosa.
Por Dios, Emma.
Si tan solo pudiera saber que estás bien, que sigues luchando.
Si pudiera decirte que no voy a detenerme hasta encontrarte, que no importa cuánto tiempo lleve, te voy a traer de vuelta.
Y cuando lo haga, no pienso soltarte jamás.
Pero mientras acelero por la carretera, lo único que puedo hacer es rezar para que esta vez no estemos llegando tarde otra vez.
Porque no sé cuánto más puedo soportar esta desesperación, esta sensación de impotencia.
Si la encuentro, y si está herida...
No sé qué haré, pero sé que no va a ser algo bonito.
El coche ruge mientras avanzo hacia el punto en el mapa, y lo único que puedo hacer es apretar los dientes y seguir adelante.
Emma, aguanta un poco más.
Ya estoy en camino.
Cuando llego a la nave que Aaron me había mencionado, puedo ver que mis hombres ya están allí, dispersos alrededor del edificio como sombras.
Jason está cerca de la entrada, revisando cada detalle con esa intensidad que nunca lo abandona.
Pero cuando cruzo el umbral de la nave, me detengo en seco, incapaz de dar otro paso.
El lugar es una maldita ratonera.
La luz que entra por los pequeños ventanucos apenas ilumina el interior.
Las paredes de concreto están cubiertas de humedad, y el aire huele a óxido y algo más que no quiero identificar.
El suelo está cubierto de suciedad, y las pocas lámparas colgantes que hay en el techo parecen listas para caerse de un momento a otro.
Todo en este lugar grita abandono, desesperación... y peligro.
Jason se acerca a mí con una mirada sombría cuando me ve.
—Han estado aquí —me dice, su voz grave cortando el aire.
Asiento, tenso, siguiendo la dirección en la que Jason señala.
Mis pasos resuenan en el silencio mientras avanzo por el pasillo estrecho, cada uno más pesado que el anterior.