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Si eres menor de edad es recomendable c¡que te saltes este capitulo.
Leer bajo propia consecuencia
Emma Bennett.
Camino con decisión, casi con furia, hacia la habitación donde se que esta Aiden.
Mis pasos resuenan en el pasillo, cada uno más firme que el anterior, como si de alguna forma eso pudiera acallar el martilleo en mi pecho.
Estoy cansada, harta de fingir delante de Lucas, de mis padres, y en realidad de todo el mundo.
Aiden ocupa cada rincón de mi mente, y no hay más espacio para nada más.
Así que, he decidido que hoy sera el día.
Hoy, finalmente, le dire todo lo que llevo reprimiendo.
Pero cuando me detengo frente a la puerta, las dudas me golpean de repente.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Una parte de mí quiere dar media vuelta y marcharse, esconderme de nuevo en la comodidad de la ignorancia.
Pero otra parte, la más terca, la más cansada de todo este lío, me empuja a seguir adelante.
He llegado hasta aquí y no voy a retroceder.
Toco la puerta varias veces, los nudillos golpean la madera con una fuerza que no siento del todo.
Escucho la voz de Aiden desde el otro lado, y mi corazón se acelera.
Demasiado tarde para dar marcha atrás
Resporo hondo para reunir el valor antes de que abra la puerta.
Lo que veo al entrar me deja momentáneamente muda.
Aiden sale del baño con una toalla alrededor del cuello, secándose el pelo.
Su torso esta completamente al descubierto, dejando a la vista esos músculos que parecen esculpidos en mármol, y lleva puesto solo un pantalón de traje que se cuelga de sus caderas de una manera que no debería estar permitida.
Al verme, frunce el ceño, claramente sorprendido.
-¿Qué te pasa? -pregunta, con una nota de preocupación en su voz.
¿Qué me pasa?
Buena pregunta.
Pero no es momento para dudar.
Murmuro para mí misma que ya no voy marcha atrás y lo miro a los ojos.
Tengo que decírselo, de una vez por todas.
-Quiero hablar contigo, Aiden -digo, esforzándome por mantener mi voz firme.
Él se cruza de brazos, haciendo que sus músculos se marquen aún más, y me observa en silencio, esperando a que hable.
Su mirada me atraviesa, pero me esfuerzo por no desviar los ojos.
Si voy a decirle esto, tengo que hacerlo bien, sin rodeos.
Tomo aire y lo suelto todo de una vez, como si fuera a arrancarme una venda.
-Aiden, he estado intentando ignorarlo, pero ya no puedo más. No puedo fingir que no siento algo cuando estoy cerca de ti. Me haces sentir de una forma que no había sentido antes, y aunque he tratado de alejarme, de racionalizarlo, simplemente no puedo. Me gustas. No, más que eso... Me gustas de una manera que no puedo controlar, y estoy cansada de ocultarlo.
El silencio que le sigue a mis palabras es abrumador.
Por un momento, el tiempo parece detenerse, y en ese instante, se que había cometido un error.
Una muy mala idea
El pánico comienza a instalarse.
-Pero si tú no sientes lo mismo, no hay problema, de verdad. Entendería perfectamente si no es así. Somos familia política, y apenas nos conocemos... Y estamos siempre discutiendo o peleando, así que tiene sentido que...
De repente, Aiden acorta la distancia entre nosotros sin que me de cuenta.
Antes de que pueda decir algo más, me calla con un beso.
Sus labios se encuentran con los míos en un gesto firme pero sorprendentemente suave.
Mis ojos se abren de par en par por la sorpresa, pero no tardo en cerrar los párpados y devolverle el beso, sintiendo cómo toda la tensión se desvanece mientras nos fundíamos en ese contacto.
El beso es lento, deliberado, como si Aiden estuviera tomando su tiempo para explorar cada rincón de mis labios, para asegurarse de que sintiera cada segundo de lo que esta sucediendo.
Su mano se posa en mi cintura, acercándome más a él, mientras yo me aferro a su cuello, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos.
Cuando nos separamos, lo miro con duda, sin saber exactamente qué significa todo esto.
Aiden me estudia por un momento, y luego, una media sonrisa aparece en su rostro, la misma que hace que mi corazón de un vuelco cada vez que la veo.
-Parece que no sé cómo demostrarte lo suficiente que me vuelves loco -dice, su voz ronca, cargada de emociones que hasta ahora ha mantenido ocultas-. Cuando estás cerca de mí, siento que no puedo controlarme. Me vuelves completamente loco solo con tu presencia.
No se qué decir.
Estoy muda de la sorpresa, de la intensidad de sus palabras.
Antes de que pueda siquiera procesarlo, Aiden se acerca más, y en cuanto nuestros labios se vuelven a encontrar, no hay más lugar para dudas.
Su beso es rudo, desesperado, como si quisiera devorarme.
No hay nada suave en la manera en que me besa, en cómo su lengua invade mi boca, reclamando cada rincón con una intensidad que me deja sin aire.
Su cuerpo se aprieta contra el mío, y puedo sentir su erección contra mi vientre, provocando una ola de calor que recorre mi cuerpo y se instala entre mis piernas.
Mis manos, que al principio tiemblan, se aferraron a su espalda, desesperada por tenerlo más cerca, por sentir cada músculo tensarse bajo mis dedos.
Aiden suelta un gruñido bajo, casi animal, que resuena en mi pecho y me hace estremecer.
Con un movimiento brusco, me levanta en sus brazos y me lleva hasta la cama, donde me tira con una fuerza que me hace rebotar ligeramente sobre el colchón.
Lo miro con los ojos muy abiertos, mi respiración entrecortada, mientras él se despoja de los pantalones con una urgencia que me deja sin pensamientos.