Aiden Sullivan
Me despierto antes que ella, como casi siempre.
La luz del amanecer se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitación, y ahí esta Emma, durmiendo a mi lado, completamente envuelta en mi camiseta y mi ropa interior.
No puedo evitar sonreír al verla así, tan pequeña y a la vez tan jodidamente obstinada.
Anoche no pude resistirme; la había "secuestrado" justo cuando salía de la ducha, dejándola sin otra opción que usar mi ropa.
He hecho todo eso intencionadamente, con la esperanza de verla esta mañana tal y como esta ahora.
Recuesto la cabeza sobre mi brazo, acomodándome mientras la observo.
Mi otra mano se desliza suavemente por su rostro, apartando uno de esos mechones sueltos que caen sobre su cara.
Duerme con una tranquilidad que pocas veces muestra cuando estaba despierta.
Tiene las mejillas rosadas, respira de manera suave, y sus labios entreabiertos emiten un susurro casi inaudible.
Daria lo que sea por quedarme aquí encerrado el resto del día, disfrutando de la simple visión de ella.
Pero hay pactos que cerrar y, por supuesto, una sorpresa que debo preparar.
Emma ha insistido en que no quiere formalizar lo nuestro hasta que yo lo pida "como es debido".
Y claro, tiene que ser especial, porque esta mujer es testaruda hasta el fin.
Pero, por alguna razón, esa terquedad suya me encanta, aunque a veces me saque de quicio.
Me gusta sacarla de quicio también,
Con una sonrisa aparto la mano de su cara y suspiro.
Me levanto de la cama en silencio, asegurándome de no despertarla.
Me pongo rápidamente unos jeans y una camiseta negra ajustada que encuentro en la silla.
Salgo de la habitación sigilosamente, agarrando uno de mis trajes del armario antes de dirigirme a la ducha en la habitación de Emma.
No quiero despertarla, así que utilizare su baño.
Al entrar, veo un par de frascos en la repisa: uno de jabón corporal y otro de champú con aroma a frutos secos.
Ese olor característico de Emma.
Hago una nota mental de ellos antes de abrir la regadera y dejar que el agua caliente me despeje la cabeza.
Termino la ducha y salgo, secándome el cabello mientras vuelvo a la habitación.
Apenas he dado un par de pasos cuando la puerta se abrie de golpe y Lucas entra con la mayor tranquilidad del mundo.
Pero al verme, sus ojos se abren como platos y suelta una maldición antes de salir corriendo y cerrar la puerta de un portazo.
Me quedo inmóvil por un momento, aún con la toalla en la mano, antes de vestirme rápidamente, ya con la sangre hirviendo.
Al llegar al salón, lo encuentro en el sofá, y no me contengo.
-¿Qué demonios estabas haciendo? -le grito, acercándome a él furioso.
Lucas se gira para mirarme, con esa calma que a veces me exaspera.
-Buscaba a Emma -responde, como si nada hubiera pasado.
-¿Es que acaso no sabes tocar antes de entrar? -le suelto, tratando de contenerme, pero esta claro que estoy perdiendo la paciencia.
Él sonrie de medio lado, esa sonrisa burlona que siempre tiene cuando intenta molestarme.
-No te preocupes, tampoco vi nada -responde, encogiéndose de hombros.
Me acerco lentamente, con una mirada que promete tormenta.
-No se trata de mí, maldito degenerado -le digo, entre dientes. ¿Y si en vez de ser yo, llegaba a ser Emma? Te juro que te mato.
Antes de que pueda decir algo más, la voz de Emma resuena desde la entrada del salón.
-No vas a matar a mi hermano, Aiden -dice con ese tono firme que usa cuando intenta poner orden.
Me giro y ahí esta, cruzada de brazos, aún usando mi camiseta y unos ridículos pantalones de pijama de Minions.
Los mismos que llevaba puestos la mañana en la que la asalté en su casa mientras desayunaba.
La observo por un segundo antes de responder, sin poder evitar la burla en mi tono.
-Lo haré si no deja de ser tan jodidamente molesto- le contesto, apuntando a Lucas con la mirada.
Lucas bufa, levantándose del sofá con la misma calma de siempre.
-Parece que sobro en esta conversación -dice, lanzándome una mirada desafiante antes de dirigirse a las escaleras.
Emma se acerca a mí, sus ojos fulminandome, y me clava un dedo en el pecho con fuerza.
-Escucha, Aiden Sullivan, no vas a volver a amenazar a mi hermano si no quieres que te aleje de mí -dice, su tono amenazante, pero yo no me muevo ni un milímetro.
Frunzo el ceño, molesto, acercando mi cara a la suya hasta que nuestros labios casi se rozaron.
-Tu "hermanito querido" se metió en tu habitación sin Ilamar mientras me duchaba -le digo, la voz baja y cargada de frustración.
Emma frunce el ceño, sin apartar la mirada de mí.
-¿Y qué hacías bañándote en mi habitación? -me espeta.
-Lo hacía para no despertarte, pero al igual que estaba yo, podrías haber estado tú. -Le respondo con un tono serio.
Ella pone los ojos en blanco, ese gesto suyo tan característico que a veces me saca de quicio.
-Es mi hermano, Aiden. Y Lucas no es un pervertido que se fije en esas cosas -dice, intentando separarse, pero la acerco a mí, envolviendo su cintura con una mano y atrayéndola hacia mí.
-Me da igual -le susurro, mirándola intensamente-, porque nadie puede verte de esa forma excepto yo.
Emma vuelve a poner los ojos en blanco, pero antes de que pueda protestar, la beso.
Es un beso inesperado, pero no puedo evitarlo.
Siento la necesidad de dejarle claro que ella era mía.
Mis labios se mueven contra los suyos con una mezcla de posesión y ternura, explorándolos con una suavidad que contrasta con la intensidad de mis emociones.
Mi mano en su espalda la mantiene cerca, mientras la otra se enreda en su cabello, profundizando el beso.
Cuando nos separamos, la miro con una sonrisa sin rastro de burla, solo puro afecto.