Emma Bennett.
Caminar por el centro comercial siguiendo a Lily es como tratar de mantenerse a flote en medio de una tormenta: caótico y agotador.
Los guardias de Aiden nos siguen de cerca, sus miradas barren cada rincón como si esperaran que algo estallara en cualquier momento.
A mí no me molestan, pero a Lily le encanta fastidiarlos, como si los considerara parte de un juego.
Lily se detiene abruptamente frente a una tienda y, sin siquiera esperar a que diga algo, me arrastra hacia adentro.
Sus ojos brillan con esa chispa de emoción que solo tiene cuando se trata de compras, algo que para mí es más una tortura que un placer.
—Vamos, Emma. Este es el lugar perfecto —dice avanzando por los pasillos como una cazadora en busca de su presa.
Yo la sigo a regañadientes, manteniéndome un par de pasos detrás mientras observo cómo sus manos van tirando ropa a una cesta con una velocidad que me hace preguntarme si hay alguna prenda que no planea comprar.
Después de un rato, se gira de golpe y me mira fijamente, su expresión tan seria que me hace fruncir el ceño.
—¿Qué pasa? —pregunto, un poco desconcertada por su repentino cambio de actitud.
Lily me examina de arriba abajo, como si estuviera evaluando algo crucial, y luego suelta la bomba.
—Creo que te hace falta un cambio de armario.
Suelto un resoplido, cruzando los brazos mientras le devuelvo la mirada con escepticismo.
—No necesito un cambio de armario, Lily. Mi ropa está bien.
Ella suelta una risa breve y sarcástica antes de voltear los ojos, un gesto que sabe que me saca de quicio.
—Por favor, Emma. Te conozco lo suficiente como para saber que no has comprado ropa en, ¿qué?, ¿dos años? Y solo lo hiciste porque te obligué cuando te acompañé.
No puedo evitar poner los ojos en blanco, devolviéndole su gesto con el mismo aire de indiferencia.
—No necesito comprar ropa nueva. Estoy perfectamente cómoda con lo que tengo.
Lily se detiene un momento, volviendo a darme esa mirada evaluadora, y luego niega con la cabeza, decidida.
—No, definitivamente necesitas un cambio de armario.
Miro hacia abajo, observando mi atuendo.
Un par de jeans desgastados, una camiseta de rayas azul y blanca, y mis tenis blancos.
¿Qué tiene de malo esto?
—¿Qué tiene de malo mi ropa? —inquiero, tratando de no sonar tan ofendida como me siento.
Lily suelta un suspiro exagerado, como si le doliera tener que explicármelo.
—Está pasada de moda, Emma. Y honestamente, ya no te queda tan bien como cuando la compraste.
Siento que un leve calor subir a mis mejillas, y no estoy segura si es de vergüenza o de enojo.
Me dispongo a protestar cuando Lily me agarra del brazo, arrastrándome hacia otro pasillo antes de que pudiera replicar.
—Vamos, cambia esa cara. Lo hago por tu bien —dice con una sonrisa—. Seguramente, cuando Aiden te vea con la ropa que te voy a elegir, no se despegue de ti definitivamente.
Volteo los ojos, una mezcla de diversión y resignación en mi interior.
Por mucho que intente no hay forma de escapar de esto una vez que Lily tiene una idea en la cabeza, así que me dejo arrastrar por la tienda, observando cómo sigue llenando la cesta con más ropa de la que podre usar en un año.
Finalmente, cuando me detengo frente a un espejo, me quedo mirándome por un momento.
Tal vez Lily tiene razón, y mi ropa necesita una actualización.
Pero lo que no entiendo era por qué tenía que ser ahora, en medio de un día que, en teoría, debería haber sido relajante.
—De acuerdo, Lily. Pero no pienses que voy a usar todo esto. —Le advierto mientras ella suelta una risita, echando un vestido más en la cesta.
—Ya veremos, Emma. Ya veremos. —Su tono es juguetón, aunque algo en su tono me dice que terminare comprando mas de lo que me gustara admitir.
Y así continuamos, con Lily tirando prendas a la cesta como si estuviera participando en un maratón de compras, y yo siguiéndola, preguntándome cómo he terminado en esta situación.
Pero, a pesar de todo, no puedo evitar sentir un ligero cosquilleo de emoción, pensando en lo que Aiden dira cuando me vea con algunas de las cosas que Lily ha elegido.
El horror se apodera de mí cuando veo a Lily entrar en una tienda de lencería con la misma tranquilidad con la que se pediría un café.
Mis ojos se abren como platos, y siento que el calor sube a mis mejillas.
Los guardias de Aiden, imperturbables, siguen detrás de ella, cargando algunas bolsas que Lily les ha encargado como si eso fuera lo más normal del mundo.
No tengo más remedio que seguirla, intentando mantener la compostura mientras mi mente me grita que dé media vuelta y salga corriendo.
Pero no puedo.
Así que entro detrás de ella, tratando de ignorar el sudor frío que me corre por la espalda.
Lily ya está curioseando entre los estantes, y mis ojos casi se salen de sus órbitas cuando la veo coger una parte de abajo de un conjunto de encaje negro, mirándola con una expresión calculadora.
—¿Qué... qué estás haciendo? —mi voz sale como un susurro, pero lo suficientemente alto para que me escuche.
Lily frunce el ceño, levantando la prenda como si no entendiera mi reacción.
—Estoy mirando si es de tu talla —responde como si fuera obvio, llevándola a mi cadera para "medírmela".
Me separo de inmediato, sintiendo cómo el rubor se intensifica.
Miro a mi alrededor, asegurándome de que nadie nos esté observando, aunque sé que los guardias de Aiden no quitan la vista de nosotras.
Me acerco a ella de nuevo, esta vez susurrando con más urgencia.
—¡No pienso comprarme ninguna cosa de esta tienda!
Lily suspira y voltea los ojos, como si fuera yo la que está fuera de lugar.
—Eres demasiado exagerada, Emma. Un cambio de armario no son solo pantalones y camisetas, es absolutamente todo.