Aidén Sullivan.
El humo del puro se disuelve en el aire helado mientras lo exhalo lentamente, apoyado en el barandal de la terraza.
Es una noche tranquila en la cabaña, con la nieve cubriendo el paisaje como una manta inmaculada.
Hace años que he dejado de fumar, pero por alguna razón, en el último mes he vuelto a hacerlo de vez en cuando.
Mis ojos no se apartan de Emma, que esta acurrucada en uno de los sofás junto a la chimenea, jugando distraídamente con las cuerdas de una de mis sudaderas.
La tela de la sudadera le queda grande, cubriéndola casi por completo, y su cabello cae en suaves ondas sobre sus hombros.
Esta concentrada en la televisión, donde una serie se reproduce, aunque parece que más que verla, la usa como una excusa para desconectar.
Una manta gruesa la envuelve, apenas dejando ver sus piernas, y el resplandor del fuego danza sobre su rostro, dándole un aire casi magico.
Mientras la observo, no puedo evitar que mi mente viaje a hace tan solo unos meses, cuando regresó a la casa después de estar entre las garras de Viktor.
Las pesadillas han disminuido con el tiempo; ya no se despierta gritando o llorando, pero a veces, en mitad de la noche, siento cómo se revuelve en la cama, inquieta, atrapada en algún sueño oscuro.
Las marcas en sus muñecas son apenas perceptibles ahora, pero yo las veo claramente cada vez que sustengo su mano.
Y luego esta esa cicatriz en su costado, la que se esfeurza por esconder de todos, menos de mí.
Saber que sigue ahí, que no puedo borrar lo que ha pasado, me consume por dentro.
Aprieto los dientes y doy la última calada antes de apagar el puro, se que por más que desee poder retroceder el tiempo, no hay nada que pueda hacer para cambiar lo que ha sucedido.
Pero sí puedo asegurarme de que nunca vuelva a ocurrir.
Aunque tenga que poner mi vida por encima de la suya, lo hare sin dudarlo.
Dejo la terraza y entro en la cabaña, cerrando la puerta detrás de mí para mantener el calor.
Emma sigue en la misma posición, jugando con las cuerdas de la sudadera.
Me acerco y me siento a su lado, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura y levantándola suavemente hasta que queda sentada sobre mí, con nuestras caras a la misma altura.
Ella se da la vuelta para mirarme, y sin decir una palabra, toma los extremos de la manta y nos cubre a ambos.
—Estás congelado —murmura, apoyando su barbilla en mi hombro—, como un cubo de hielo.
No respondo, simplemente la aprieto contra mí, envolviéndola con mis brazos y dejando que su calor me alcance.
Miro la pantalla de la televisión, pero no presto atención a lo que sucede en la serie.
Solo me importa el peso agradable de su cuerpo contra el mío.
Después de un rato, Emma rompe el silencio.
—¿Cuándo nos vamos? —pregunta, y aunque intenta ocultarlo, puedo percibir una ligera tristeza en su voz.
—A primera hora de la mañana —le respondo, apartándola un poco para poder mirarla a los ojos—. Pero podemos volver cada vez que quieras.
Ella me sonrie levemente y asiente antes de inclinarse y darme un beso en la mejilla, para luego volver a apoyarse en mi hombro.
Me quedo quieto, disfrutando de su cercania, consciente de que nunca antes he estado así con nadie.
No porque no lo necesite, sino porque nunca pensé que lo quisiera.
Ser el líder de la mafia y mantener todo bajo control siempre me ha bastado.
Pero ahora se que hay algo más, algo que me ha faltado todo ese tiempo sin darme cuenta.
Emma era lo que ha estado esperando, sin siquiera saberlo.
El silencio vuelve a envolvernos, roto solo por el crujir del fuego en la chimenea y los sonidos tenues de la serie en la televisión.
No necesitamos hablar.
Estamos juntos, y eso es suficiente.
...
Estoy sentado en uno de los sofás del jet privado, revisando las imágenes que Lucas me ha enviado mientras estábamos en la cabaña.
El lugar no tenía cobertura, así que no he visto los mensajes hasta ahora.
Lucas ha hecho un buen trabajo, como siempre.
El nuevo departamento que me ha buscado es todo lo que he pedido y más.
El lugar esta en la cima de un rascacielos, con ventanas de suelo a techo con vistas panorámicas de la ciudad.
Los suelos son de mármol negro pulido, reflejando la luz natural que se filtra desde las amplias ventanas.
La sala de estar es espaciosa, decorada con muebles de diseño minimalista, en tonos grises y blancos, con un toque de azul profundo en los cojines y las alfombras.
La cocina, abierta al salón, esta equipada con electrodomésticos de última generación, con una isla central de mármol blanco que contrasta con los armarios negros.
El dormitorio principal es un santuario de lujo, con una cama king-size, ropa de cama de alta calidad, y un vestidor amplio.
Pero lo que realmente destaca era el baño: una bañera exenta de mármol con una vista increíble de la ciudad, y una ducha de lluvia tan grande que parece más un spa personal.
Suspiro, cerrando el portátil.
La verdad es que desde lo que ocurrió con Lucas en el cuarto de Emma, necesitábamos más privacidad.
Si no nos vamos solos, se que en algún momento voy a acabar matando a Lucas, y eso no sería bueno para nadie.
Aunque el hombre es como un hermano para mí, hay límites.
Emma esta en la habitación, durmiendo plácidamente.
No quiero entrar para no despertarla, así que me quedé fuera, disfrutando del silencio, hasta que veo a Jason acercarse.
Es raro verlo así, aprovechando que ninguno de mis hombres estaba cerca y que estamos solos en el avión, lo miro con cautela, siempre alerta, incluso cuando se trata de él.
Jason se sienta frente a mí, y se que lo que sea que viene a decirme no sera una simple charla.