Imperio de el destino

15

Emma Bennett.

Siento la suavidad de la venda sobre mis ojos, la cual bloquea mi visión mientras Aiden me guia por algún lugar que solo él conoce.

Cada paso es un misterio, el silencio entre nosotros se rompe solo por el sonido de nuestros zapatos contra el suelo.

No puedo evitar preguntarme adónde me lleva esta vez.

—¿Vas a decirme de una vez dónde estamos? —mi voz rompe el silenci, mezclando una pizca de curiosidad con un toque de impaciencia.

—Lo descubrirás por ti misma —responde él, con un tono divertido pero firme, lo que solo aumenta mi curiosidad.

Segundos después, ambos nos detenemos.

Siento cómo Aiden se coloca detrás de mí, sus manos grandes y cálidas dejando algo sobre las mías.

Apenas tengo tiempo de procesar el objeto frío que sostengo cuando la venda cae suavemente de mis ojos.

Parpadeo, tratando de ajustar mi vista a la luz antes de que la confusión se apodere de mí al ver las dos puertas enormes que se alzan frente a mí.

Miro las llaves que tengo en la mano, y luego a Aiden, que me observa con una mezcla de nerviosismo y diversión.

—¿Qué significa esto? —pregunto

Levantando las llaves como si no estuviera claro a lo que me refiero.

Aiden se encoge de hombros, mostrando los dientes en una sonrisa que es más traviesa que amable.

—Pensé que la mejor manera de empezar bien con mi chica —dice, usando ese apodo que, en él, suena extrañamente agradable—, era yéndonos a vivir juntos.

Mi corazón se salta un latido.

Abro los ojos como platos, sintiendo una mezcla de asombro y algo de pánico.

Miro las llaves, luego a él, y niego lentamente.

—Aiden, esto... esto es demasiado. Un sitio así... —Las palabras salen de forma entrecortada, mientras trato de asimilar la magnitud de lo que él me esta proponiendo.

Aiden deja de sonreír, su tono se vuelve más serio, casi solemne.

—Nada es demasiado cuando se trata de ti, Emma. Este lugar es perfecto para nosotros.

Dudo un momento, sopesando sus palabras, pero él no me da tiempo para pensar demasiado.

Me hace girar hacia las puertas con un leve empujón, su mano firme pero suave en mi espalda.

—Vamos, haz los honores de abrir por primera vez tu nuevo departamento.

Con las manos temblorosas, giro la llave en la cerradura.

La puerta se abre con un leve clic, revelando un amplio salón inundado de luz.

Mis pies parecen pegados al suelo, incapaces de moverse al ver lo que hay dentro.

El salón es vasto, los suelos de madera clara reflejan la luz natural que entra a raudales por las ventanas de suelo a techo. Un enorme sofá de cuero marrón oscuro decora el centro de la habitación, acompañado por una mesa de centro de vidrio que descansa sobre una alfombra blanca y esponjosa. En una esquina, una chimenea moderna se integra en la pared, junto a una librería que parece recién salida de un catálogo de diseño.

Aiden me guia por todo el departamento como si lo hubiera memorizado.

Me muestra la cocina abierta, con sus encimeras de mármol blanco, electrodomésticos de acero inoxidable y un comedor que da a un balcón con vistas a la ciudad. Luego, pasamos por un gimnasio privado, con equipo de última generación y una pared de espejos que refleja cada rincón. Subimos unas escaleras que llevan a una piscina privada, rodeada de plantas que le dan un toque de oasis.

Finalmente, llegamos a la habitación principal.

El espacio es enorme, con una cama king-size en el centro, y justo sobre ella, veo algo que me hace detenerme en seco: un gigantesco corazón hecho de rosas rojas, con una caja de Cartier en medio, junto a una bolsa elegante y algunos sobres.

—¿Qué has hecho ahora? —le pregunto incrédula.

Él simplemente sonrie con esa expresión de autosuficiencia que tanto le gusta.

—Solo un pequeño detalle para mi chica.

Lo miro, debatiéndome entre la duda y la emoción.

Aiden me da un suave empujón hacia la cama.

—Ábrelo, vamos.

Me acerco lentamente, aún sin creer lo que veo.

Comienzo por la caja de Cartier, su cuero rojo vibrante casi brillaba bajo la luz suave de la habitación.

La abro con cuidado, revelando una pulsera de oro blanco, delicada pero sólida, con su destornillador característico al lado.

Luego abro la bolsa, que contiene una elegante billetera de cuero verde, minimalista y sofisticada, perfecta para alguien que no necesita demostrar nada más allá de lo que ya era.

Junto a ella, una funda de pasaporte a juego, ambos con mis iniciales grabadas en dorado.

Finalmente, los sobres.

El primero tiene un contrato de propiedad, detallando el departamento en el que estábamos como nuevo hogar.

El segundo, una carta manuscrita de Aiden, en la que describe con su letra firme y precisa, sus motivos para hacer esto.

Me giro hacia Aiden, que me observa con esa calma tan característica de el pero sus ojos buscando una reacción en los míos.

—Esto es una locura, Aiden... no puedo aceptarlo —digo.

Aiden se acerca a mí, como un depredador que acecha a su presa.

Aunque en este caso, la presa esta más que dispuesta a ser capturada.

—Para mí, no es nada cuando se trata de ti, Emma. Debes acostumbrarte, porque este solo es el principio —susurra, y el tono en el que lo dice hace que mi corazón comience a latir más rápido.

Antes de que pueda responder, Aiden esconde su rostro en mi cuello, su respiración cálida contra mi piel, antes de susurrar contra ella.

—Bienvenida a tu nueva casa, cariño.

El mundo parece detenerse por un momento.

Me quedo en silencio por un momento, sintiendo cómo Aiden aún respira contra mi cuello, como si necesitara ese contacto tanto como yo.

Dejo que mis dedos acariciaran su cabello suavemente, tratando de asimilar lo que acaba de pasar.

Mi mirada se pierde en la habitación, en el lujo que me rodea, y de repente, me siento como una intrusa en un sueño que no me pertenece.



#6274 en Novela romántica

En el texto hay: #mafia, #secuestro, #primos

Editado: 05.12.2024

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