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Si eres menor de edad es recomendable que te saltes este capitulo.
Leer bajo propia consecuencia
Aidén Sullivan.
Cargar con ella en brazos hacia el baño mientras mi corazón martilleaba furioso en mi pecho es lo más jodidamente sensual que he experimentado.
Ver a Emma manchada con la sangre que también me cubre a mí, la piel pálida contrastando con las manchas oscuras, me ha encendido.
Nunca imaginé que ver a alguien cubierto de sangre, la sangre de otro hombre, me podría poner tan malditamente duro.
Pero aqui estoy, llevándola como si fuera la única cosa en el puto mundo que importa, la única persona que me mantiene cuerdo en medio de este mundo que se esta desbordando.
Entro al baño sin pensarlo, empujando la puerta de la ducha con el pie mientras la mantengo pegada a mí.
Ni siquiera le doy tiempo para procesar lo que esta pasando.
La empujo contra el cristal de la ducha, haciendo que su espalda choque con un ruido sordo que resuena en la pequeña cabina.
Siento cómo su cuerpo se tensa contra el mío, pero no por miedo.
Joder, no, es puro deseo.
Esa clase de necesidad que quema desde dentro.
Abro el agua sin soltarla, dejando que el chorro frío nos empape a ambos de golpe sacándonos a ambos un jadeo por el cambio de temperatura.
El agua comienza a correr por nuestros cuerpos, arrastrando la sangre, pero no me importa una mierda.
Todo lo que siento es su calor, la piel mojada bajo mis manos mientras la aprieto más contra el cristal.
Ni siquiera me molesto en ir suave.
Tomo su boca con la mía con una violencia que ni yo sabía que tenía, un beso que le arranca un jadeo ahogado.
La sensación de su lengua luchando contra la mía, sus labios hinchados de la presión, me estan volviendo loco.
Mis manos se mueven con prisa, desesperadas por sentir cada centímetro de su cuerpo.
La levanto, dejando que sus piernas se enrosquen alrededor de mi cintura, y presiono mi erección contra su centro, sintiendo la humedad que ya no es solo del agua de la ducha.
Emma gime contra mi boca, con pequeños ruidos entrecortados que solo sirven para endurecerme más, si es que eso es posible.
-¿Te gusta esto? -gruño contra sus labios,
Mi voz es apenas un susurro ronco mientras la penetro con mis dedos, buscando ese punto que se la hace gritar.
Ella suelta un gemido fuerte, arqueándo su espalda contra el cristal, echando la cabeza hacia atrás, dejando expuesto su cuello que lamo con una mezcla de lujuria y posesión.
-Sí... -jadea, y ese simple sonido me envia una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
-Ni la maldita sangre te asusta -gruño, todavía incrédulo.
Pero a la vez, la idea de que no solo no la asusta, sino que la excita, es como gasolina en un fuego que ya arde en mis venas.
Arranco la ropa que queda entre nosotros, con una urgencia casi animal.
No hay tiempo ni ganas de ser cuidadoso.
La tela se rasga con un sonido satisfactorio, dejando expuesto ese cuerpo que es solo mío.
Mis manos se mueven instintivamente a sus caderas, sujetándola con fuerza mientras alineo mi erección con su entrada.
La penetro de una sola vez, de una forma que arranca un grito de sus labios, uno que reverbera en la ducha, en mis oídos, y en mi puta alma.
El agua sigue cayendo sobre nosotros, cálida ahora, mezclándose con el sudor, la sangre y el placer.
Cada embestida es dura, como si estuviera intentando marcarla de una manera que nunca podra borrarse.
Emma me araña la espalda, sus uñas dejando marcas que arden, pero el dolor solo intensifica el placer.
Su cuerpo se mueve con el mío, en un ritmo que es caótico, frenético, nada suave o dulce, solo pura necesidad.
-Aiden... -su voz es un gemido roto, y al oírla gemir mi nombre de esa manera, se que no podra aguantar mucho más.
Acelero, empujando con más fuerza, haciendo que su interior se contraíga alrededor de mí con su orgasmo comience a romperla en pedazos.
La sensación de su cuerpo temblando, de sus músculos apretándose alrededor de mi polla mientras grita mi nombre, me deja al borde.
Con un último empujón, me derramo dentro de ella, sintiendo cómo el orgasmo me destroza dejando mi mente en blanco.
Cuando finalmente se detiene el temblor, cuando puedo respirar de nuevo, la bajo con cuidado. Pero no la suelto.
Emma se apoya contra mí, sus piernas todavía temblando, su respiración acelerada, mientras el agua sigue cayendo sobre nosotros.
-Joder, no puedo creer que te gustara tanto -suelto una risa, entre sorprendido y jodidamente impresionado.
Esto no es para nada lo que esperaba.
Emma, con la cabeza apoyada en mi pecho, solo deja escapar un suspiro satisfecho, sin molestarse en responder con palabras.
Nos quedábamos quietos, dejando que el agua nos limpie por completo.
Unos minutos después veo cómo Emma sale de la ducha, su cuerpo empapado, dejando un rastro de gotas de agua en el suelo mientras se envuelve torpemente en una toalla.
Observo cada movimiento, notando cómo sus piernas tiemblan ligeramente, y no puedo evitar sentir un pequeño nudo de culpa en el estómago.
Camina de una forma extraña, casi como si le doliera moverse, y mientras se aleja del baño.
Y mi mente comienza a reprocharme.
¿He sido demasiado brusco?
El simple pensamiento me atormenta durante unos segundos, y sin pensarlo mucho más, la sigo hasta la habitación.
Me detengo en la puerta, observándola mientras se viste.
Emma ha dejado caer la toalla al suelo y ahora esta poniéndose un pijama de seda rosa que se aferra a su piel como una segunda capa.