Imperio de villanos [libro #1 Saga Stories With Magic]

CAPITULO 3

Keilan P.O.V.

-Mundo: Kenopsia, Reino Elfo-

La adrenalina se extiende por cada vena que me recorre el cuerpo cuando el sonido de las espadas chocan y el rugido de las grandes bestias resguardan a los forajidos con olor a muerte. Los mismos que creyeron tener una silenciosa habilidad para ocultarse, pero no son lo suficientemente sigilosos. Hubiera acabado con ellos desde el principio, pero me estaba divirtiendo ver que su absurda insolencia les hacía creer que podían derribarme. Fueron valientes, lo acepto, y un tanto audaces al hacer estallar el carruaje donde transportábamos tres viejo diamantes que me habían llamado la atención durante nuestra visita al pueblo vecino.

Estaba enojado. Realmente me gustaba la idea de que esos diamantes jamás toquen una minúscula cantidad de polvo.

-Oh, vamos...- dice uno de los guerreros a mi lado- No nos robamos entre ladrones.

El capitán de la tropa imperial, lo fulmina con la mirada ante las palabras de su subordinado. Laik traga grueso y vuelve la mirada al frente, dispuesto a no volver a pronunciar palabra alguna. Me mostraba orgulloso cada vez que Weild mostraba una de esas miradas que paralizarían a cualquiera. Fui un increíble mentor después de encerrarlo en el calabozo por semanas hasta fomentar al guerrero que necesitaba. Weild era el arma que había exigido después de perder al último Astral de fuego en una batalla con los entrometidos que apestaban a pescado y zarpaban solo para llenar su barco con barriles de licor.

Puedo distinguir que son piratas expulsados de su propio reino por la manera en la que visten. Harapos viejos, camisas desgastadas, pantalones con agujeros y por la marca aun ensangrentada que llevan en el hombro.

-Deben ser demasiado detestables para haber llegado a este punto.

Suelto cada palabra con una sarcástica sonrisa.

-Saben, conozco a un pirata que no huele como ustedes y el si me agrada.

-¿Y a qué olemos, niño rico?

-A muerte.

Penetro la mirada en quien supongo que es el lider de su agobiante ‘Pandilla’.

-Quise darles la oportunidad de pensarlo dos veces antes de derribar mi carruaje, pero he llegado a la conclusión de que ni siquiera tienen esa capacidad- me toco el pecho-. Realmente, siento lástima.

-¡¿Quién te crees para insultarnos de esa manera?!

Da un par de pasos adelante, rojo por la ira, pero apenas puedo notarlo por el barro en cada extensión de su feo rostro.

-Fueron desterrados de su propio reino y vienen con amenazas hacia el de alguien mas- su semblante cae. Pirata gruñón fue descubierto y por su expresión, puedo deducir que he golpeado su ego al mencionarlo-. El tatuaje que portan varias tripulaciones piratas, ha sido revocado a sangre fría por alguien de mayor rango y como están aquí y no en prisión, imagino que son fugitivos, ¿verdad?

Su mandíbula se aprieta tanto que incluso pienso que va a romperse.

-Cierra la boca. Este tampoco es tu estupido reino.

-Tienes razón, y puedes hacer con él lo que quieras, pero te metiste conmigo en el momento que explotaste el maldito carruaje.

Sin mostrar interés alguno por los desaliñados, deslizo la mirada entre los doce hombres que nos rodean delante de los tres grifos que habían sido controlados por magia oscura. Podía verlo en sus ojos. Solo piensan en roer cualquier cosa que se mueva. Sus plumas marrones habían sido reemplazadas por un color mas intenso, mas salvaje. Sus plumas habían oscurecido y por las grietas bajo sus ojos, puedo deducir que el cambio lleva días, incluso semanas. Ya no son animales dóciles y pasivos. Algo realmente cruel estaba controlándolos.

-Permanezca tranquilo, majestad- exclama Weild-. Los acabaremos de inmediato.

Le ofrezco una sonrisa divertida al líder de las sabandijas enemigas. Están muertos.

-Adelante. - Declaro.

El escudo que habían formado tres guerreros, sin contar a Weild, como protección, se desvanece ante mi orden. No necesitaba que me cuidaran. Podría terminar con todos en un pestañear, pero no tengo ganas de ensuciarme la ropa de sangre, así que dejo a la tropa imperial real de Diamondfield, hacer su trabajo.

Ofrezco esta calidad de tiempo en observar sus movimientos. Cada guerrero, se mueve con agilidad y ferocidad, centrando el poder de su magia en la palma de sus manos para estrellar a los forajidos contra los árboles mientras otros se enfrentan con sus espadas.

El siguiente acto, fue inesperado. Frunzo el ceño al notar que uno de los ladrones imita los movimientos de mis hombres. Puedo diferenciar la gloria en sus ojos, como si quisieran demostrar algo. El líder de los piratas expulsados, forma varios hilos de corriente entre la palma de sus manos y las extiende con agresividad hacia mis guerreros. La sorpresa en sus rostros es más prominente que la mía.

Sigo observando. Es una completa abominación. Jamas crei que alguien podria ser tan tonto al cargar una sonrisa por actos forzados, por obtener un poder con el que no nacio.

No es el único. Pronto sus otros hombres están imitando las acciones de su poco cuerdo líder.

Ya había oído acerca de ellos.

Ya es hora de jugar. Weild no se había movido de mi lado y realmente creo que ya podemos involucrarnos.

-Miren, señores. Al inicio pensaba solo ponerlos a dormir por un par de horas y quizás romper uno que otro diente, pero ahora que veo sus ansias por arrancarnos la cabeza, no hay más opción. Después de todo, ahora estamos a la par en fuerza y magia.

Pongo mucha más atención cuando le doy el primer mordisco a la manzana que había estado sosteniendo desde antes del ataque, con la intención de arrojarla hacia alguno de los maleantes, pero no desperdiciaría tal cosa en ellos.

Miro al líder. Su ropa es tenebrosa, tanto que si mi abuela lo viera, se volvería a morir por el desastre que notarían sus ojos. Jamás había visto a nadie tan lleno de barro desde aquella tarde donde mis primos visitaron nuestro reino y corrimos hacia el bosque después de la tormenta, pero antes de llegar al centro, caímos sobre una laguna de barro, tanto, que al pequeño Killiam tuvieron que sacarle la tierra hasta de la nariz. Esperamos por horas fuera del castillo hasta pensar en una solución que nos libre de un aprieto con la abuela, así que acudimos a la magia. Ninguno dominaba los hechizos primarios a diferencia de Astrid, que había empezado desde muy temprano a fomentar sus dotes. Por supuesto que hubo varios errores antes de eliminar por completo la suciedad y uno de ellos fue cuando endureció el barro en Lucien, quien se había ofrecido como voluntaria hasta hallar con el hechizo correcto. Sus pulmones aguantaron la respiración cuando la ropa se encogió, pegándose a su piel como un escudo de protección. Le di leves golpes en su espalda cuando creí que Astrid la había paralizado y su blusa parecía una roca.




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