EL PORTAL
Ginn P.O.V.
Los colores del atardecer abrazan el autobús escolar cuando la cantidad de árboles aumenta después de un largo viaje y al fin, dejar a la ruidosa ciudad atrás. No era la única entusiasmada, todos los estudiantes de marketing lo estaban después de que el semestre acabara con nosotros.
-¿Ya estamos por llegar? No creo que esta funda para mareos pueda resistir más.
La continua pregunta de Josh había alterado a todos en el autobús, pero no más que el apestoso olor de su vómito. Incluso consideramos la idea de bajar todas las ventanas para no morir intoxicados.
-No, joven Carson, aún faltan quince minutos como máximo- dice el maestro Jenkins a cargo del viaje-. Pero si está tan apurado por bajar, no me molestaría en detenernos para dejarlo justo aquí.
Mi compañera de asiento se tiene que cubrir la boca para no reírse fuerte mientras yo tengo que apretar los labios, aun mas cuando imagino la expresión ofendida de Josh.
-¿Por qué dice eso?- jadea fuerte- Cualquier animal salvaje podría comerme de un bocado. Dicen que hay muchos osos por estos bosques.
-Los compadecería, cualquiera que te comiera, moriría por envenenamiento- exclama Dan, ocasionando que las risas dejen de contenerse en los asientos traseros y otro escándalo se viralice, solo que esta vez el maestro Jenkins no lo regaña, ni detiene las risas, solo se limita sonreír en su asiento.
Miro a través de la ventana y los letreros acerca del campamento se hacen mas frecuentes.
Estamos cada vez mas cerca.
Suspiro y me recuesto cómodamente sobre el asiento, viendo como Lissa desliza la pantalla de su Tablet, analizando con mucha precisión la colección de vestidos que su estilista le había compartido antes del viaje para que, con la mente fresca, elija el modelo perfecto.
En mas de una ocasión me pide una opinión sobre varios estilos, y analizando sus gustos, llega a la conclusión de quedarse con cinco opciones, así que le envía un mensaje al organizador para asegurarle que al regresar de la excursión, irá a probarlos para un resultado final.
-¿Cómo van los arreglos del salón?
-Aún no tenemos un color definido. Planear una boda es tan cansado…- frunce el ceño levemente mientras apaga la pantalla y cierra los ojos.
-Los obsequios y el dote valen la pena, créeme.
-Y la fiesta.
-Totalmente, si algún día me comprometo, será únicamente por la fiesta.
Lissa arruga la nariz al sonreír mientras recuesta su cabeza en mi hombro.
-Hablando de compromiso, ¿Cómo te fue en la cita con el chico de finanzas?
Ahora soy yo quien arruga la nariz pero sin una sonrisa.
-Bueno… te hago un resumen en tres palabras: Rana, comida, disección
-¡¿Qué?!- se endereza tan rápido que incluso pienso que se le podría salir volando la cabeza.
-Mientras cenábamos un delicioso plato francés en el restaurante de sus padres, puso sobre la mesa una caja de cristal en donde había una rana con la panza abierta.
Sus ojos se abren con asombro y noto una mezcla entre diversión y desagrado.
-No te lo creo.
-Dijo que venía de su taller y que su hobbie era abrir animales muertos.
-Definitivamente, jamás creí eso del silencioso y tímido Tommy.
-Se me cayó la cuchara al plato- Lissa se acomoda de lado para oír mejor-. Estaba masticando un trozo de carne cuando puso la caja en la mesa y tuve una amplia vista escénica de los intestinos de la rana y de cómo un líquido viscoso brotaba desde sus entrañas.
-¡¿Qué?!
La expresión en Lissa me hacía querer reír, pero aun recuerdo el cadáver escuálido de la difunta rana, lo cual me hace estremecer.
-Y me prometió que llevaría un conejillo de indias la próxima vez. No tengo nada en contra de los pasatiempos de las personas, cada quien con sus gustos, pero yo tengo un conejillo de indias esperándome en casa y no quisiera verlo reflejado en el pobre Gus- niego con la cabeza delicadamente.
-Estoy de acuerdo.
-Ahora sí estoy convencida de abandonar las citas por un largo tiempo.
-No lo digas, nunca se sabe cuando puede aparecer por ahí un príncipe de ojos soñadores y cabellera deslumbrante.
-Si, vi uno así ayer.
-¡¿Enserio?!
-En un museo y convertido en estatua- suspiro con dolencia.
Rio cuando Lissa entrecierra los ojos antes de volver a comer los frutos secos que habíamos empacado, capturando una que otra fotografía del cielo y el fantástico paisaje bajo su esplendor, pero para la tercera imagen, el freno brusco del autobús la hace lucir borrosa.
-Bien… ¡Atención, todos!- exclama en alto Jenkins- Hemos llegado al campamento, así que obedezcan a los guardabosques y no se salgan del perímetro seguro, recuerden que no pueden hacer lo que quiera, no son niños de cinco años… bueno, a excepción de Josh, así que ¡Compórtense!
-Pero tengo veintitrés…- protesta Josh.
-¿Enserio? No lo parecías cuando hiciste un berrinche por meter todo tu armario en el maletero.
Jenkins era muy famoso en la universidad, todos los alumnos lo conocían por su temperamento sarcástico y sus carismáticas respuestas. A decir verdad, era un tipo de cuarenta y nueve años demasiado agradable, despreocupado y libre, aunque en la mayoría de veces lleve consigo una expresión que grita: No me agradas, desaparece.
-Hablo enserio, ninguno va a perderse mientras yo esté a cargo, así que no sean revoltosos y Ken, mantén tus manos en donde las vea, jovencito- lo señala con dos dedos.
Todos los ojos caen sobre el joven castaño de cabello largo.
-¡No voy a robar nada!
-Si, dile eso al diente de oro en la dentadura postiza de la señora Cooper.
-Eso es un asunto aparte, además, lo necesitaba para mi exposición sobre metales pesados en la clase de química.
-Bien, bajen todos- hace una señal para que nos apresuremos- Muévanse, antes que Josh vuelva a fumigar el lugar con vómito.