¿QUIÉN ES EL PRÍNCIPE?
Ginn P.O.V.
Al abrir los ojos, analizo el extenso panorama verdoso cuando me levanto del sitio donde reposaba, me alivia saber que he vuelto a la realidad después de un mal sueño. Había un cielo soleado sobre el despejado campo, con una fina briza que acaricia mis hombros descubiertos.
Pronto estoy frunciendo el ceño ante la vestimenta que llevo puesta. No recuerdo mucho, así que me levanto con notoria confusión, viendo el vestido blanco y de tirantes que me roza dos dedos por encima de las rodillas. Es suave al toque y tiene bordado lindas flores del mismo color.
Miro cada punto a mi alrededor. Este sitio parece más un campo donde se suele jugar golf.
Me muevo descalza entre el amplio lugar, sintiendo un leve cosquilleo en los pies a causa del césped.
¿Por qué estoy sola?
Sigo caminando hacia adelante, pero el camino parece nunca terminar.
Incluso comienzo a correr y sentir una chispa de alegría cuando a lo lejos puedo distinguir a un grupo de personas reunidas.
Pero no eran personas felices.
Un velo de confusión me paraliza al oír lamentos y sollozos que aumentan mientras mas me acerco, como si el sonido proviniera del aire. Estaba comenzando a sentir miedo, pero este sentimiento disminuye cuando Dan apareció en mi punto de vista. Estaba algo lejos y sus pasos eran pesados, vestía un traje formal negro y había lustrado demasiado bien sus zapatos.
Sonrío ampliamente, acercándome con prisa hacia mi hermano, sintiendo paz cuando por fin estoy frente a él.
-¿A dónde vas? Odias usar ese tipo de trajes...- Mis palabras quedan suspendidas en el aire.
Mi sonrisa desaparece.
Una sensación angustiante recorrió todo el campo en cuestión de segundos.
En el momento que Dan pasa por mi lado e intento sostenerle el brazo, comprendí muchas cosas. Comprendí la rosa blanca que rodeaba entre sus manos. Comprendí la razón de sus mejillas mojadas. Comprendí la causa de los lamentos en el grupo de personas mas adelante.
Pero dolió mucho más, cuando mi mano simplemente atravesó el brazo de Dan como si un fantasma lo hubiera tocado.
Se me oprime el pecho. Una punzada en la sien me hace cerrar los ojos con fuerza mientras siento un liquido caliente por encima de los labios. Mi sistema nervioso se descontrola de muchas maneras cuando el sangrado proveniente de la nariz no se detiene. El césped se empaña de un rojo oscuro. La hemorragia ha ensuciado el vestido y el silbido que se escucha de pronto, arruina por completo el paisaje. Un silbido irónico y escalofriante que proviene de todas partes, retumbando en los vientos que cada vez se vuelven más salvajes.
A mi espalda puedo ver la nube oscura que se acerca con truenos y destrucción, arrastrando todo tipo de gritos desgarradores. Quiero cubrirme los oídos, pero lo primero que hago al ver esa tormenta dirigirme a mi, es correr mientras me cubro los orificios de la nariz con el dorso de la mano.
Corro hacia las personas que iban de negro.
-¡Aléjense, salga de aquí! ¡Viene una tormenta!
Paso junto a las personas sentadas en las últimas columnas de varias sillas.
Nadie me escucha por más alto que grite.
La desesperación me consume.
-¿...Por qué nadie huye?- susurro para mí.
Intento encontrar una pregunta a mi respuesta siguiendo la mirada de todos hacia el frente.
Había una caja de madera.
Mis padres estaban sentados junto a Dan en la primera columna y no fue una sensación agradable. Mientras más me acerco a la maldita caja, el cielo oscurece con más rapidez.
Mi familia y amigos, sostenían velas frente a un ataúd, dejando caer lágrimas sobre sus mejillas mientras el silbido aumentaba con intensidad según los pasos que doy hacia la caja de madera. Me decepcioné. Me enoje por no ser lo suficientemente fuerte y no sobrevivir. Me he dado por vencida varias veces, pero ninguna era cierto, siempre volvía a intentarlo con más esperanza que la vez anterior, porque no quería morir. No ahora.
-No... no.
Reprimo un sollozo cuando decido dejar de parecer fuerte y dedicarme a llorar después de no haberlo hecho por un largo tiempo. Era yo en el ataúd que llevaba flores de distintos colores en los bordes. Estaba pálida y llevaba el mismo vestido de tirantes. Sin embargo, una línea de sangre en el costado derecho del estómago, atraviesa la tela con molestia.
Niego con la cabeza.
-Aún sigo aquí- exclamo con la voz en un hilo de angustia- Dan, mírame... estoy aquí… yo estoy aquí.
En el momento que toco el brazo de mi hermano, se desintegra en el aire al igual que los demás.
Y vuelvo a estar sola en una infinita oscuridad.
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-¡Despierten!
Respingo en un abrir y cerrar de ojos, volviendo a ver todo claro.
Miro a mis costados. Ya no hay campos verdes, ni funeral. Solo un espacio amplio cubierto por rejas y una mujer pelinegra que portaba un largo vestido marrón. Ella me mira fijamente, entrecierra los ojos y frunce el ceño como si le hubiera robado alguna pertenencia. Parecía un poco amenazante, así que desvío la mirada.
Observo con plena confusión mis manos. No había rastro de sangre y aún conservaba la ropa a diferencia del chico semidesnudo que duerme en una de las esquinas. Al cabo de unos segundos comprendo que solo he vivido una horrible pesadilla que se sintió tan real. De seguro debe ser a causa del estrés. Muchas horas en autobús, apenas pude conciliar correctamente el sueño, luego la excursión y…
-... ¡Y las criaturas! - Me levanto con prisa, como si saliera lava del piso.
-¡Despierten todos!- Vuelven a gritar con un tono demandante.
Busco al dueño de la voz, notando que proviene desde el otro lado de la celda de metal que compartía con otras personas. Me alegro de seguir respirando, a pesar de que vuelvo a respingar jadeante cuando un hombre de orejas puntiagudas y cuernos anchos, pasa por mi lado.