EL PRISIONERO
Keilen P.O.V.
-¿Por qué se desmaya tanto?- Pregunta Laik antes de doblar sus rodillas hasta la humana- Por suerte, no se ocasionaron grandes estragos.
-Aun así, hizo un alboroto- ladra Weild.
-Nada mas allá de lo que predijo el príncipe.
- Cuando me ordenó permanecer quieto aunque me cayera una montaña encima, no lo entendí, pero viendo su actitud con ella, nos dejó suponiendo que sabía sus acciones.
-Estaba asustada y despertó en una celda...- Digo.
Doy un rápido vistazo a la intrusa.
-Todos intentaríamos escapar en una situación como esta.
Laik asiente con la cabeza, levantándola entre sus brazos.
-¡Parece que estoy cargando un costal de plumas!- de pronto, su expresión se vuelve mas seria- ¿Y si no tiene un hogar y por eso no se alimenta bien?
-Con el golpe que te dio, no me cabe duda de que tiene la fuerza suficiente.
Sus mejillas portan un color rojizo antes de despegar los labios otra vez:
-¿La devuelvo a la celda?
-Llévala a uno de los carruajes- indico rodeando la mesa-. Y comunica que partiremos en veinte minutos. Quiero a todos en el frente de inmediato.
-¡Si!
Sus piernas se mueven con prisa delante del Gollfly que había olfateado con abundante curiosidad a la humana. Como si no se fuera a desmayar de todos modos.
Le dedico varios minutos al mapa extendido sobre el escritorio, recibiendo las amenazas de la sombra oscura que había caído sobre tres de los reinos cercanos al mío. Reprimo el impulso de romper la lámina que nos indica el camino a pesar de saberlo a la perfección.
-Tres reinos han sido evacuados a causa de los mismos rumores, majestad.
Los piratas expulsados me vienen a la mente.
Pienso en las palabras de Weild mientras me abro camino fuera de la carpa y me dirijo a la jaula que había decidido ubicar detrás del lugar en el que había dormido. Quizás hubiera sido el primer atacado si mi ruidoso prisionero lograba romper el campo de fuerza con el que había hechizado los barrotes de hierro, pero me hacía bien ir a visitarlo cuando no podía dormir. Me motivaba a querer estrangular al causante de todo esto.
En el momento que llego a la celda, el olor era espeluznante. Realmente siento lástima por el ser que se estrecha con brusquedad a los barrotes cuando siente mi presencia. Una abertura se forma en su frente. Brota un hilo de sangre bajo la mugre que lo envuelve, pero al cabo de unos segundos, la herida se cierra. El anciano frente a mí, antes fue elfo, hasta que la magia oscura entró a su cuerpo y enloqueció. Olvidó quién era, lo que antes hacía, su bondad y todo tipo de cordura. Se volvió salvaje, no parece comprender nada de lo que otros dicen y su primer instinto es atacar a lo que se mueva.
Iba vestido con una túnica que ahora portaba varios agujeros. Tenía el rostro y las manos ensangrentadas con la sangre de otros, sus ojos penetraban una temible oscuridad y sus ojeras se volvían mas prominentes.
-Varios fugitivos y quienes alabaron a Drak Wolmurf en sus años como príncipe, están buscando a los hechiceros involucrados con magia oscura- continua Weild.
-Los piratas de hace un rato dijeron que pagaron una buena cantidad de oro por un poder adicional, se iban a llevar una gran sorpresa cuando terminen como vómito.
-¿Por qué creen que están terminando así?
-Quizás la magia que están usando no está funcionando. Una semana después del pacto, terminan como nuestro huésped- toco los barrotes- pero imagino que hay mucho más de trasfondo.
-Formar un caos- esboza-. Supe que en el reino encantado muchos comenzaron a actuar de forma irracional hace tres noches. Un tercio de la población había recibido el hechizo en contra de su voluntad, así que perdieron el control y atacaron, por suerte lograron apresar a la mayoría.
-¿Tampoco tenían la capacidad de razonar?
-Ninguno. Solo atacaban a cualquiera y no pensaban en escapar. Cuando los encarcelaron, solo se chocaban entre sí o se petrificaban como a una estatua en las esquinas.
Asiento con la cabeza.
-Enciérrenlo en uno de los calabozos cuando lleguemos a Diamondfield y encárgate de que el hechicero con más experiencia, me de respuestas en una semana- ordeno- hasta horita sabemos que están convirtiendo en monstros incluso a quienes no lo quieren, así que debemos encontrar una forma de revertirlo si esto llega hasta nosotros.
-Si, majestad.
Vuelvo a darle la espalda a la celda, redirigiéndome a la entrada de la carpa, notando a los guerreros de mi reino, corriendo con prisa de un lado a otro en busca de los caballos para emprender una vez mas el viaje a nuestro hogar.
Teníamos semanas fuera de casa en busca de una solución a nuestros problemas desde que los disturbios comenzaron. Drak Wolmurf aun seguía causando revuelos aunque esté a cien metros bajo tierra en una de las cuevas mas profundas en el hábitat de los fénix, así que desde que todos los rumores sobre seres comportándose como salvajes, quise tener una segunda opción en el caso de que todo se vaya al carajo algún día, y los preciosos diamantes en el cofre de cristal que uno de mis hombres saca de mis aposentos, será la solución para mantener a mi imperio de pie.
El guerrero sujeta el cobre con mucha precisión. Sabe que su vida estaría en juego si un rasguño aparece en esos diamantes. Se detiene al verme y hace una reverencia con la cabeza.
-¿Cuantos carruajes nos quedan?
-Dos, majestad. Pero me informan que su huésped ha sido ubicada en uno de ellos, así que dejare los diamantes en el suyo.
Asiento con la cabeza, conforme y seguro.
-Perfecto, ya saben como me pongo cuando alguien pone sus manos sobre mis cosas.
El hombre asiente y dirige su concentración en el camino detrás de las carpas que son removidas. Estoy por ingresar a la mía que aún sigue intacta, para cambiar mi vestimenta y entrar al carruaje, pero vuelvo a enderezarme hacia atrás cuando noto una montaña de pan, saliendo del arsenal.