El espejo la reflejaba, era Emma, pero no se parecía nada en ella. Su tía Cora —quien la había cuidado y criado desde que era una bebé— le había recogido el cabello, llevaba un vestido negro muy bonito y una ligera capa de maquillaje. Debajo de todo eso, cualquier persona que la conociera al menos un poco sabría cómo se encontraba en realidad: no dormía desde el domingo, cuando había salido del hospital aún un poco borracha; sus ojos estaban envueltos por unas gruesas manchas oscuras producidas por el sueño; y sobre todo no había podido probar bocado. La noche en que la borrachera no le dejó cuidar de su mejor amiga no fue fácil, pero cuando despertó en el hospital al día siguiente fue peor. El espejo la reflejaba, pero definitivamente no era ella.
Lo único que quedaba de Emma era el aroma dulzón que tanto la representaba.
En una esquina del espejo entero de su habitación se encontró con una pequeña fotografía pegada en el vidrio. Recordó el momento en que la había colocado ahí, justo después de que la cámara Polaroid la despidiera. Era ella con sus dos mejores amigas, abrazándose. Pero nada de eso volvería a ser como antes, lo había arruinado todo. Intentó sonreír, pero no lo logró. Pensar en una respuesta hacia la pregunta que tendría que responder durante todo el día se le hizo imposible: ¿cómo estás? Su mente se puso en blanco. Ni siquiera ella sabía cómo estaba.
Un golpeteo se oyó en su puerta y sus ojos desorientados, despistados, se encontraron con su primo, Jason. Ambos se quedaron inmóviles, y hasta que no lo vio vestido de negro a él también, no pudo comprender que estaban así vestidos por Sophia. Sería la última vez que la verían. Jay se dio cuenta de sus pensamientos, así que se acercó a ella y rodeó sus hombros con sus brazos.
Jay era el único hijo biológico de Cora, quien luego de reiterados intentos de embarazo durante su juventud, tuvo la suerte de poder concebirlo pasados los cuarenta. Había sido un milagro, pero al mismo tiempo un peligro. La edad avanzada de la mujer podría haber dificultado el crecimiento y el desarrollo de Jason pero, sobre todo, su propia vida. Sin embargo, todo fue bien.
Emma, en cambio, apareció después. Fue producto de la hermana menor de Coral, que quedó embarazada de un tipo que no conocía y había desaparecido del mundo en cuanto tuvo noticias de su futura hija. Un embarazo sin cuidados, sin especialistas, sin nada que cerciorara que las cosas irían bien. En parte, todos sabían que era porque no quería tenerla y esperaba que el bebé muriera.
Pero las cosas no fueron así, y Cecile murió durante el parto.
Aunque los primos jamás habían tenido una relación demasiado estrecha como se debía, en los últimos días eso había cambiado. El vínculo que los unía ahora era otro, ahora los unía una especie de hermandad porque él sabía que Emma lo necesitaba, y aunque el pecho del mayor era el único lugar donde Emma sentía que podía llorar y liberar todo lo que venía aguantando desde hacía días, se negó a hacerlo.
Luego de unos cuantos segundos, él por fin habló.
—Mamá dice que es hora de irnos.
El predio de la ceremonia se elevó ante ella en cuanto se bajó del coche. Pequeñas colinas de césped cortado a la perfección, unas cuantas mesas donde era la recepción, y sobre todo mucha gente que la quería. Los padres de Sophia —dueños de una de las mayores concesionarias de autos en toda la ciudad— habían puesto una fortuna en su funeral. El dolor de perder a su hija los había motivado para celebrar una pequeña fiesta en su honor, lleno de comidas y energías positivas para despedirla.
Emma se acercó a ellos, sin saber cuál sería su reacción. No les había podido hablar del accidente, y a pesar de que todo el mundo no dejaba de repetirle que no había sido culpa suya, ella se sentía culpable. Pero su padre la abrazó en cuanto se acercó.
—Estás preciosa, Emma.
Creía que estaba loco por no odiarla, por no echarle una sarta de insultos por no haber cuidado de su hija.
—Ha sido un milagro que no te sucediera nada a ti teniendo en cuenta de que había un loco con un arma dando vueltas por ahí. ¿Eres consciente de que es una suerte de que hoy sea sólo un funeral?
—Estaba ebria, podría haber hecho algo, podría… yo…
El asintió, pero su expresión de serenidad no cambió.
—Ambas han sido víctimas esa noche, Emms. No ha sido culpa tuya, ha sido de aquel tipo.
—¿Tienes idea de si sufrió?
Emma sabía que le habían disparado, pero no quería saber más nada. No sabía si le habían disparado justo en la cabeza, en el pecho, o si en la pierna y había muerto desangrada. No quería saber si la habían violado, si le habían sacado los órganos para venderlos en el mercado negro, o si habían intentado secuestrarla y al no poder la asesinaron. No sabía por qué a ella no le habían hecho nada y hasta le parecía injusto que fuera así.