Impius.

Capítulo dos: el regreso.

Regresar a clase luego de las vacaciones de invierno jamás había sido divertido para nadie, y Emma podía asegurar que lo era aún menos cuando todas las miradas recaían en una sola persona. La noticia del asesinato de Sophia Wild había estado en boca de toda la ciudad y no había persona en la Universidad de California en Berkeley que no supiera que Emma Battle había tenido parte de la culpa de que así fuera. Caminar por los pasillos era sinónimo de miradas llenas de odio y pena.

Pero eso no era lo peor de todo, sino que Emma estaba completamente sola. Su terapeuta había tenido la brillante idea del aislamiento total y, por ende, eso hacía que Lea quedase fuera de su radar de sociabilidad. Coral y Jason habían sido las únicas personas a las que les había podido ver la cara luego del funeral de Sophie.

Así que ahí se encontraba, un mes más tarde, libre del encierro y con cinco kilos menos. Se negaba a comer, o no podía hacerlo. Solía decirle a su tía que no era por una razón de estética —en realidad, siempre le había gustado bastante su cuerpo—, sino que cada vez que lo hacía terminaba con un gran dolor en la boca del estómago o vomitando en el inodoro.

Los huesos comenzaron a notárseles luego de la semana dos. Cora había comenzado a volverse loca e intentaba hacerle entrar en razón. Emma intentaba hacerlo, pero no lo conseguía.

Y a pesar de que sus clases no comenzaban hasta las nueve de la mañana, su día comenzó a las cinco y media. Alcohol, sangre, disparos, ojos rojos. Pesadillas interminables que demolían su cabeza. Pesadillas que, poco a poco, la estaban volviendo loca. Pero es que sabía que sucedería en cuanto volvió a su casa luego de la despedida de Sophie. Sabía que de ahora en más nada sería igual, que no había forma de volver a su antigua forma de vida.

—Mierda —le dijo Lea en cuanto se subió a su coche—, cómo te he extrañado.

Su mejor amiga pasaba a buscarla todas las mañanas sin falta. Vivir a menos de una calle tenía sus ventajas.

—Qué delicada eres para hablar.

—No te he visto durante un mes, así que puedo decir “mierda” todas las veces que quiera. Por cierto, ¿qué se le pasó por la cabeza a tu tía cuando dijo que no podía verte? Literalmente, me ha cerrado la puerta en la cara. Sé que me odia y todo el rollo, pero podría ser un poco más educada.

—Oh, cállate, no te odia.

—Qué va, me detesta. Además, sabes que tengo razón, si cada vez que voy a tu casa ella se va.

—¡Pero si estás todo el día en mi casa! Hasta Jason lo dice.

—Hablando de Jay, ¿cómo se encuentra? He oído que con todo este lío ha tenido una recaída de puta ostia. Tremenda mierda.

Emma suspiró. Los problemas del alcohol de su primo era algo bastante público en su grupo social. Había intentado ir a terapia, a un grupo de alcohólicos anónimos e incluso Cora lo tenía amenazado con echarlo de la casa. Pero no podía, y él sabía que no se atrevería a dejar a su hijo en la calle por un problema de adicciones.

Era un asunto normalizado en su casa, algo que habían aprendido a hacer con el tiempo. Intentaban ayudarlo y a pesar de que él intentaba dejarse ayudar, siempre había una recaída.

—Lo está intentado. Piensa en volver a aquel grupo, pero Cora está esperando. Quiero decir, tal vez es algo del momento, ¿sabes? Con todo este tema de… —no logró terminar la oración antes de sentir un nudo en el estómago—. Cuando se solucionen las cosas, todo volverá a…

—Sabes que no se solucionarán.

—¿Tú cómo estás? —le preguntó, evadiendo el tema.

—Bueno… mal. Terriblemente mal. Sé que Sophie no tenía la misma relación contigo que conmigo, pero de todas formas le quería. Fue horrible. Trenton es otra persona desde que sucedió eso, no sabes lo triste que está. ¿Recuerdas esa vez que casi se lían? Bueno, al parecer eso le pegó fuerte.

Y ahí estaba la respuesta que estaba necesitando. Quería preguntarle por su hermano, pero no se había atrevido a preguntarle.

Mientras Lea conducía rumbo a la Universidad, Emma intentaba encontrar una respuesta.

No la encontró.

Veinte minutos antes de que el reloj diera las nueve, el horrible y tortuoso edificio se elevó frente a ellas. Emma se preparó emocionalmente para bajarse del coche y luchar contra lo que le esperaba. Ignoró a todos y comenzó a caminar en dirección a su clase.

Pero la gente no tenía sus propios rostros, sino que todos parecían ser Sophia. Sophia debía estar ahí, Sophia debía estar caminando a clases, Sophia debía estar riéndose junto a ella con esa sonrisa que iluminaba todo el pasillo. Y ahora no estaba, y había dejado al resto de los estudiantes con su cara grabada en la de ellos.

Un nuevo nudo en la garganta que le prohibió respirar. Aquello era imposible, totalmente imposible. ¿Cómo pensaba seguir con su carrera si cada vez que entraba al edificio veía a su amiga muerta por todos lados, en cada rincón, en cada baldosa?  



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En el texto hay: misterio, romance, suspenso

Editado: 11.05.2019

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