Jamie
—Sí, ya estoy comiendo —le dije mientras masticaba aquel glorioso trozo de pizza de la caja.
Era un día relativamente normal, pero lo que lo cambió todo fue precisamente eso, sucede que en mi vida nada puede durar mucho siendo normal.
—Pediste pizza, ¿cierto? —su ronca voz del otro lado de la línea se oía incrédula, no pude evitar reír ante tal acto.
—Nana no quería cocinar hoy —expliqué al tragar mi bocado—. Pero no le digas a mis papás, luego las dos salimos regañadas.
—Prometido.
Marcus y yo seguimos intercambiando diálogos, me hizo tantas preguntas que llegué a considerar la idea de que en vez de ser mi novio, debería ser policía.
Como sea, estaba tan absorta en nuestra conversación, que no me percaté cuando una bulla comenzó a oírse en la sala y mi nana llamó.
—¡Jamie, te buscan!
Perdiendo completamente el hilo de lo que estaba diciendo, miré en dirección a su llamado y fruncí levemente el entrecejo. ¿Y a mí desde cuándo me buscan? Desde la salida escolar del quinto grado, señores.
—¡Voy! —anuncié y me agaché debajo de la cama porque no encontraba mi tonto zapato derecho.
—¿A dónde? —siguió Marcus, notablemente confundido.
—No es a ti —pujé, presionando mi cuerpo contra la base de la cama mientras estiraba mi brazo a lo máximo—. Ahí estás, condenado.
—Eh... ¿Jamie?
Dejé el teléfono en el suelo y me puse mi ya ubicado tenis sin la más mínima delicadeza. Tomé mi celular sin pegarlo de nuevo a mi oreja, y bajé las escaleras mientras me pasaba la mano por el cabello, intentando por lo menos hacer que se viera algo presentable.
—Tú sabes a lo que me refiero —mis ojos casi brotaron de sus cuencas cuando ésa voz peculiar se coló en mis oídos. Por suerte no me caí de la escalera porque créanme, descendí a una velocidad anormal.
No me equivoqué.
—Asher. —Solté con total incredulidad. La cara que puse en esos instantes, debió haber sido toda una adivinanza—. ¿Asher? ¡Asher!
—Sí, ese es mi nombre, Jamie —él se divierte, su expresión de burla me lo confirma. Ahí estaba, parado en medio de la alfombra de la sala, con su pelo castaño revuelto, sus negros jeans rasgados, y su camisa roja abotonada cubriendo su pecho. Siempre había sido alto, pero esta vez sentí que chocaba con el ventilador del techo.
Mi casa es amplia y bonita, mis papás decidieron que el cuarzo y el mármol predominaran en un ambiente algo... Futurista, si así puedo llamarle. Yo más bien creo que les dió flojera darle más diseños a los arquitectos, pero bueno. Detalles.
El ver los ojos mieles verdosos de uno de mis mejores amigos clavados en los míos, y al mismo tiempo rotar un poco el cuello para apreciar a mi nana mirándome con picardía, no mejoró el momento en lo absoluto. Tartamudeé unas cuantas sílabas, sintiéndome la persona más absurda de la cuadra.
—¡Jamie! —nombró Marcus, finalmente haciéndome recobrar vida. Debió de en serio haber gritado porque lo escuché a pesar de que mi teléfono no estaba en altavoz. Reitero, ¿no ha considerado hacerse militar?
Bueno, no me importa, ya fueron muchos Jamies' por hoy.
—¡Marcus!
—¿Con quién estás? —volví a pegar el teléfono a mi mejilla, pensando en qué contestar mientras veía fijamente a Asher. El tono con el que me hizo esa pregunta me dió a entender que en verdad quería saberlo.
—Yo... ah... Te llamo luego, bye —y en un fugaz movimiento, colgué. Soy bárbara con las explicaciones, qué no.
—Siento llegar tan de repente— Asher se encogió un poco de hombros, mirando a su alrededor, como queriendo registrar el lugar con la vista.
—Tranquilo —mascullé débilmente, aún asimilando que estaba aquí, en mi casa—. ¡¿Qué estás haciendo aquí?!
—Sí, a mí también me ha ido bien —seguro me sonrojé pero vamos, que verlo en verdad me desequilibró.
Rodé los ojos con una sonrisa y finalmente me apresuré para abrazarlo. Oh, ya extrañaba su perfume, ¿lo irónico? Que es literalmente suyo, o bueno, de la franquicia de su familia. Pero mejor ni mencionarlo porque al menso se le sube el ego.
Él no tardó en corresponder. Involuntariamente reí, verlo me puso absurdamente —y seguro que ya lo notaron— contenta.
—Bueno, ya dijiste que estás bien, ahora responde mi otra pregunta.
—Quería verte —sinceró, balanceándose sobre sus talones como si no hubiera algo mejor que hacer—. ¿Estás libre hoy?
Asher Collins, el ser más directo del planeta.
Sonreí.—¿Y eso?
—Bueno, desde que tienes novio ya ni me hablas —puso su muñeca en la frente como el dramático que es. Fue ahí cuando hice una recapitulación de mis últimos meses y vaya, estaba en lo cierto. Pero que conste que él sabe lo mucho que me gusta Marcus.
—No seas dramático —le dí un golpecito en el hombro, tratando de no darle la razón—. ¿Me perdonas?
Le hice ojitos, esos que, según mi lógica de mujer, son a los que nunca se resiste.
—Con una condición —alzó su índice—. Que aceptes ir de paseo conmigo.
—Listillo —murmuré y amplió su sonrisa—. Está bien, pero aviso que si vamos a comer, ya estoy llena.
Pasé por su costado y avancé hasta el marco de la amplia puerta a paso firme. —¿Te la robo un rato, Nana? —dijo, él es el único, además de mí, que le dice así. Cosa de infancia. Obviamente mi querida niñera accedió al instante, adora a Asher como no tienen idea.
(...)
—¿Y... Adónde vamos? —no pude evitar preguntar al ver que sólo caminábamos sin rumbo aparente.
El sol estaba a punto de descender a las afueras de Kansas City; hay que destacar que aquí predominan los climas calurosos y para variar, es verano. Las calles por las que andábamos no eran tan transitadas a pesar del aspecto provincial; sus casas eran todas iguales y neutras, por lo cual estaban numeradas.
A un costado escuchábamos el chirrido de una carriola, una señora iba empujando a su bebé con prisa y los ladridos continuos de un perro en aquella blanca azotea, comenzaban a enloquecerme. Giré el rostro para verlo cuando se mantuvo en silencio, como temiendo a responder mi pregunta.
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un misterio sin resolver, aventuras inolvidables, amor como el invitado indeseado
Editado: 06.08.2020