Indeleble Novrid; un juego de poder

Capítulo V - Bolsas

O.R.

 

— Concéntrate — pedí.

 

— Has repetido la misma palabra durante la última hora – respondió Rage.

 

— Necesito que esto funcione. 

 

— Es difícil, no sé si podré.

 

— Sí puedes, eres el que más capacidad tiene. 

 

Suspiró y volvió a cerrar los ojos. Unos minutos después los abrió, dándome una negación en respuesta.

 

— Siempre ha funcionado, no entiendo qué sucede.

 

— Con novrids es más fácil, pero esto es nuevo.

 

Salí de la casa dando un portazo detrás de mí. Caminé por el bosque hasta la casa de As. Salté la valla y me senté al lado de esta, escondido detrás de un montón de escombros.

 

Mi idea era saber qué estaba haciendo e investigar más sobre la nueva miembro. Sin embargo, el aire se sentía vacío en comparación a cuando estaba presente. Esperé unos segundos por si de repente aparecía, pero no había nadie en la casa. No estaba ese espesor en el ambiente cuando había humanos cerca.

 

Salí a la calle. Perseguiría el rastro de su cuerpo caliente por el aire.

Esa era una de las habilidades que poseíamos, y hasta ahora la más eficiente. Había podido encontrar a mis víctimas gracias a esto cuando servía y gobernaba en Novrid.

 

La encontré en el supermercado más cercano. A través de las vidrieras pude ver cómo recorría cada estantería del pequeño lugar tomando alimentos. 

 

Sentí la ansiada sensación recorrer mi cuerpo. Era una especie de hormigueo y electricidad.

Debía aprovechar la oportunidad que se me daba, no sabía si habría otra, así que entré en el local.

 

Supe al instante que me había visto, pero no se acercó. 

Por mi cabeza sentía correr un leve, casi escaso, dolor punzante en cada esquina.

Me detuve al estar frente a ella, sólo que con una góndola por medio.

 

Cerré los ojos. Quizás podría lograrlo.

 

Dejé que en mí se paseara aquella neblina que me llenó de pies a cabeza. El dolor comenzó a aumentar hasta nublar mi mente. Mi cuerpo se sacudió casi imperceptiblemente, aunque se sintió tan fuerte que casi caí al suelo.

 

Sentí un quejido desde el otro lado. Ella también lo percibía, había logrado establecer la conexión. 

 

Su jadeo retumbó en mis adentros. 

Retumbó tanto que aquellas imágenes pasadas volvieron a filtrarse.

 

Ella gritaba al tiempo en el que caía al suelo, arrastrando su espalda por la pared.

Sus ojos bien abiertos me escrutaban con impresión, sorpresa, y…dolor.

Veía las lágrimas caer por sus mejillas coloradas. 

 

Por dentro, yo sólo sentía satisfacción. No me importó cómo se sintió, ni me creí culpable. Era nuestra naturaleza y ella había decidido adaptarse a pesar de todas las advertencias.

 

Soltó gritos, pidió auxilio, rogó que parara, pero, ¿quién realmente iba a ayudarla?

 

Nadie se metería entre el objetivo de un novrid. Y era una pena que ella estuviese dentro de un reino repleto de ellos. No tenía manera de evitar lo que pasaría.

 

Tomé sus hombros y la levanté bruscamente. No quería perder el tiempo. Agarré el cuello de su camisa, esperando la mejor parte.

Solo bastaron segundos para que después de un último jadeo cayera al suelo.

 

Sentí una satisfacción completa. Estaba bien, mejor que nunca. Me sentía lleno.

 

Antes de salir de aquella sala, miré por última vez aquel cuerpo sin vida que aún tenía los ojos abiertos. 

Sonreí y limpié sus mejillas empapadas. 

 

Salí de aquel hospital sin una pizca de remordimiento.

 

Las imágenes me desestabilizaron. Tuve que apoyarme en un estante o caería. Llevé una mano a la cabeza, el dolor se volvió impresionante.

 

— Señor, ¿se encuentra bien?

 

Miré al hombre que me hablaba. Aparentemente, era un empleado, según marcaba su uniforme verde con el logo de la empresa. Era bjito y regordete, con un bigote gris que parecía de lana.

 

Me miraba con curiosidad, e intentó tocarme el hombro, pero me aparté.

 

— Estoy bien. — Dejé atrás el pasillo y me tomé unos segundos para pensar.


 

♖↭♖

 

As

 

A pesar de que vi entrar a Ojos Rojos no hice nada. No quería molestarlo, y creo que con estar respirando el mismo aire ya era suficiente para que se enojara. Mejor no agitar las aguas.

 

Un pinchazo en la cabeza me hizo salir de mi concentración cuando estaba eligiendo qué aceite debía llevar.

 

Solté un jadeo y llevé mis dedos a mi frente. 

El dolor perduró unos segundos e hice nota mental de que debía comprar aspirinas.

 

Seguí buscando mis cosas un poco distraída. No quería cruzarme con aquel amargado en algún pasillo.

 

Me paseé por la tienda un rato más, hasta que un carraspeo me hizo voltear.

Detrás de mí estaba él, mirándome con una ceja enarcada.

 

Que prefiriera saludar él — o más bien, hacer que viera que estaba allí —  era extraño. 

 

¿Me iba a pedir dinero porque había olvidado el suyo?

 

Seguramente se haría invisible con algún superpoder y se llevaría lo que quisiera sin ser visto.

 

Saludé con la mano y rodó los ojos.

 

— ¿No sabes hablar? — preguntó. 

 

— ¿Tú tampoco?

 

Suspiró y echó un vistazo a lo que llevaba en el carrito. Y con echar un vistazo me refiero a que tomó varias cosas del canasto y me miró con desaprobación. 

 

— He puesto lo que me has dicho — le informé.




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