Indescriptible

CAPÍTULO 4

Gregos

Aria estaba colmando la poca paciencia que me quedaba, y Leonardo peor.

Se las tiraba de galán y un rompecorazones con ella, y me carcomía las ganas de partirle la cara por ello.

Muchos ya me estaban molestando con que ahora él era mi reemplazo en la vida de Aria. Y eso era algo que yo no iba a permitir, me aleje de ella sí, pero fue por su bien y aunque fue en contra de mi voluntad, estaba por romper esa promesa.

Los vi conversando como si fueran amigos de toda la vida y no lo soporte más y me acerqué a romper su burbuja.

—¿Primor? Me gusta ese apodo, suena muy bien viniendo de ti. —Idiota. Y ella ¿de verdad dijo eso?

—Vamos, nos esperan. —Mire a Aria con un poco de resentimiento y no podía negarlo ardía de celos.

—Nos vemos. —Le sonrió con ¿ternura?

La dejamos sola y fuimos hacia la cancha de fútbol. Antes de llegar, aproveché para marcar territorio y dejarle las cosas claras a Leonardo.

—Qué te traes con Aria. —Fui directo, para qué dar vueltas.

—No sé a qué te refieres. —Sabía que iba a esquivar el tema, pero soy terco.

—¿Te gusta? Quiero la verdad Leonardo. —Mi mirada lo aniquilaba, supongo que eso le dejó claro que iba enserio.

—Si así fuera no es tu jodido problema, o sí Gregos. Yo que sepa ustedes no están juntos y no son amigos, ella es libre de involucrarse o entablar una amistad con quien quiera. —Sonreí ante su comentario.

Por supuesto que Aria era libre de hacer lo que ella quisiera, eso yo lo sabía.

Sutilmente siempre me aseguraba que no se involucrará con nadie durante estos dos años, advertía a todos los idiotas que ella seguía enamorada de mí y por eso no ligaba con nadie. Obviamente no era del todo cierto, aunque yo quería pensar que sí.

Con Leonardo, él era una amenaza real, yo sabía que él podía llegar a enamorarse de ella y en el peor de lo casos, ella de él. Él tenía carisma, tenía buen físico y era jovial, alegre, social, coqueto, algo que claramente en mí no se hallaba. Y ese, aunque no quería reconocer, era mi miedo. Perder a Aria definitivamente. Que ella dejará de mirarme u observarme desde lejos.

Tal vez ella pensaba que no la notaba, pero sí, notaba cada uno de sus movimientos de cada puto día. Estaba al tanto de su vida.

Iba a recuperarla, quería recuperarla. Y Leonardo no era parte de esta ecuación.

—Aléjate de ella, ella no es para ti —advertí.

—¿Y para ti sí? —Su risa inundó mis oídos— La dejaste. Sabías que sufrió mucho. Por supuesto que no lo sabías, ¡tú no te interesas por nada!

—Y tú si, claro.

Después de romperle el corazón a la niña más noble con la que me había topado, me sentí mal. Había razones, y ella nunca supo cuales…

Y días después cuando iba aclarar las cosas con ella, me sorprendió verla siendo besada por un idiota. ¡En mi cara! Ese hijo de puta tenía mala fama, y quería jugar con Valentina también.

Quería hablar con ella, encararla el por qué permitió que él la besará, luego Valentina empezó a molestarla y yo como un idiota me presté para eso. Desde ahí acepté que no había posibilidad entre nosotros.

Me alejé de ella, pero siempre al tanto, cuidándola. Sin que lo supiera, y es hasta ahora que me meto en su vida.

Ella demostró fuerza e indiferencia, escondía muy bien sus emociones, resguardaba su corazón.

Era de esas chicas apasionadas con la vida, que entregaba todo de sí por sus ideales. Muchas de esas cualidades fueron las que me enamoraron, me gustaba su manera de defender a los suyos, su manera de pensar. Sabía disimular muy bien lo que pasaba por su mente, aún no sabía leerla bien, una caja de pandora se le asemejaba. Única solucionando problemas.

Sin embargo, el que en verdad le afectara nuestro rompimiento, no lo noté en su debido momento. Pensé que yo no fui importante para ella, a pesar de ser su primer beso. Y me odio por ocasionarle eso.

Ella merece felicidad, alegrías, mimos no llantos, ni decepciones.

—Sabes, este no es tu problema Leonardo. Sólo aléjate de ella. —No iba dar mi brazo a torcer, menos si se trataba de ella.

—Lo es... porque... ella me cae bien.  —Desvió la mirada.

—A ti te cae bien, a mí me gusta. —Tenía que decirlo si quería que se alejase.

Él iba a dar por perdido la batalla, no sería capaz de quitarme la chica que. Lo vi en sus ojos la duda de que si mis palabras eran verídicas. Mi mirada no mentía.

—Entonces... no entiendo tu actitud. Por qué no te acercas a ella, por qué la ignoras. —Su reclamo me tomó por sorpresa.

—Eso es algo que no te diré, pero lo haré a su tiempo —dije sin ánimos de dar más explicaciones.

—Bien. Ya que dejamos las cosas claras, Aria es especial, lo supe desde el instante que la conocí.

—¿Cuál es el punto?

—Me gusta. —Lo sabía, pero quería creer que no.

Quería golpear su cara, y decirle que Aria es mía, solo y únicamente mía. En cambio, solo pude decir...

—No me importa, yo la vi primero. —Sonó nefasto, pero era eso o perder el pequeño duelo que teníamos por la misma chica.

—No es una cosa para que elijas primero, ella decide. —Iba a refutar cuando Seth apareció.

—Por fin los encuentro, ya entraremos al segundo tiempo.

—Ya íbamos, nos desviamos. —Inventé una excusa para evitar las preguntas.

***

Dejé las cosas claras con Leonardo, esperaba no volver a tocar el tema. Mientras mantuviera cierta distancia de Aria, todo estaría bien. Quería que se alejase de Aria, pero ella haría preguntas. Con ella sacaba mi lado primitivo, posesivo, controlador, trataba de evitarlo, temía lastimarla de algún modo.

Leonardo tenía fama de jugador, se dice estar enamorado de alguna chica, pero pasada las tres semanas se aburre. Yo no quiero que Aria sea su pasatiempo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 14.05.2024

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