Indescriptible

CAPÍTULO 15

Aria

En unos días sería mi cumpleaños, y eso era algo que me ponía ansiosa.

Un poco contradictorio, ya que no me gustaba mucho celebrar mi cumpleaños. Era un día en dónde venían todos mis familiares, incluidos los que no veía hace mucho tiempo y solo se aparecían ese día.

Pensaba que era por la comida y la charla en familia, pero luego comprobaba que era solo como un fin para enterarse de la vida de cada uno.

Si, el chisme.

Y este año no iba a ser la excepción. Mi mamá ya se había encargado de pasar la voz a cada uno de ellos.

Ese fue uno de los motivos que descarte la idea de una reu con Gregos y los chicos. No quería una situación embarazosa.

Sabía que iba haber preguntas como, ¿Desde cuándo están juntos?, ¿Cómo se conocieron?...

Tal vez yo podría manejarlo, es más ya estaba acostumbrada a comentarios un poco amargos e inoportunos, pero ¿Gregos?

Realmente no sabía nada de la familia de él, así que no podría asegurar que él no se sintiese incómodo.

—Por fin logro encontrarte mujer, ¿dónde estabas? Te perdiste las primeras horas —Ingrid, difícilmente lograría saber si miento o no.

—En la biblioteca, me llamaron. —Me encogí de hombros.

Estuve todo ese tiempo en enfermería, gran parte de las dos primeras horas de clases. Una niña de primer grado sufrió una caída, y cuando vi sangre la llevé de inmediato a la enfermería, me quedé ahí hasta hace unos minutos.

Si le decía a Ingrid la verdad se correría la voz por todos lados, y eso era lo menos que quería la pequeña.

—Bueno. —No la convencí en absoluto—Faltan 4 días para tu cumple, 4 Aria. Y todavía no hemos organizado nada.

—Te parece si lo organizamos para el fin de semana, el mismo día no puedo.

En ese momento quise cambiar de tema. Ingrid y yo éramos muy amigas, es más, las mejores amigas. Sin embargo, no me apetecía contarle sobre mis dramas familiares.

—No indagaré en la razón, pero hay alguien que sí lo hará. Justo viene hacia aquí. —Señaló en dirección opuesta de nosotras.

Gregos y Leonardo venían hacia nosotras, tenían aspecto de haber jugado fut antes. Instintivamente sonreí, me alegraba verlos, a ambos.

Después de mi plática con Leonardo, no volvimos a hablar. En clases una que otra palabra, más nada.

Ingrid me veía a mí, como diciendo “Yo te deje pasar, él no lo hará”.

Sentí unos labios presionando sobre los míos, me dejé llevar por la sensación cálida.

—Cómo estás, no te pude ver temprano. —Acariciaba mi mejilla derecha.

—Bien, igual no estuve en aula…

—Eso es cierto, ¿dónde estabas? La profesora preguntó por ti, ya sabes, tú eres la única con todo al día —comentó Leonardo.

—En biblioteca —respondí viendo a los ojos cafés que ya estaba acostumbrada.

Voltee a ver a Ingrid, no opinaba nada, lo cual era raro. Y vi el motivo. Leonardo rodeaba su cintura con su brazo izquierdo. Entre en trance, es más mi mente ya no estaba ahí.

¿De qué me perdí? ¿Están saliendo? ¿Es broma?

—Amor, te hice una pregunta. ¿Estás bien? —Salí del trance al escuchar a Gregos. Lucía preocupado, me analizaba con una profunda mirada.

—Si, estaba pensando en el fin del bimestre, ya sabes me preocupa todas esas cosas.

—Con lo cerebrito que eres, no debería. —La mano de Molina seguía en su cintura, y ella claramente no hacía nada por apartarla.

—Si, bueno… y qué tal tu mañana —pregunté rodeando a mi chico por la cintura.

Fui bien recibida, me abrazo enseguida y por un momento nos sumergimos en nuestra propia burbuja… hasta que un carraspeo nos separó.

—Me alegro de encontrarlos a todos, la tutora nos quiere a todos ahorita en el aula. —Seth se rascaba la nuca algo incomodo.

—En un momento vamos —afirmó mi ¿cuñado?

—Bien, los veo chicos. —Mi amigo se veía avergonzado.

Gregos y yo nos miramos y sonreímos, sabíamos que Seth aún no se acostumbraba a vernos juntos. Nadie podía juzgarlo. Después de casi dos años discutiendo, es normal que todos se asombren. Ahora parecemos más que uña y mugre.

—Creo que él todavía o se acostumbra a verlos juntos —acertó Leonardo—. Y sigo pensando que tú le gustabas Aria.

Abrí mis ojos, si en ese momento hubiera estado tomando un jugo o alguna bebida, terminaba derramada sobre Gregos. Definitivamente esa no era una teoría acertada.

Imposible. Seth y yo somos amigos, pero de los de verdad. Sin tabúes, una amistad sincera.

—Pues yo no lo creo —afirmé.

—Ya vamos, la tutora después se la agarrará con nosotros.

—A veces eres tan ingenua cuñadita. —Y a veces era tan chistoso, que hasta quería darle un puño de bienvenida.

—Ingrid tiene razón, ¿vamos? —sugerí a Gregos como súplica, asintió y me guió hacia el aula.

 

La tutora Santana no se oía para nada contenta.

Al parecer nos vimos envuelto en algún conflicto, que por cierto recién me di por enterada.

Por lo que entendí de la pequeña charla informativa, es qué un grupo de mi aula entró sin permiso a la sala de profesores. Eso se consideraba una falta leve por suerte.

—Necesito los nombres de los involucrados antes del cierre del día, y no quiero oír o escuchar que se ha repetido este incidente. ¿ME OYERON? —Todos lo hicimos, no era la primera vez que nos gritaba por una indisciplina.

Probablemente sabía el nombre de los involucrados. Eran los de siempre. Y uno de ellos era mi amigo. Genial Marcus.

—No es justo, —intervino Nathan— no todos somos culpables de ese hecho, y no creo justo una sanción para todos, al final no hay una prueba consistente de que fue alguno de nosotros.

Él siempre tan diplomático. Pero tenía razón, aunque como dicen por ahí. Si cae uno caen todos.

Lamentablemente no éramos tan unidos, existían soplones entre nosotros, y temía que alguno se pronunciará en este instante.



#90 en Joven Adulto
#2073 en Novela romántica
#681 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 22.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.