Inefable

Prólogo

Londres, 1892
 


Él la miró sentada en aquella silla, como si fuera una princesa. Lo primero que pasó por su mente fue: "mierda, es preciosa". El vestido le quedaba bien, más que eso. Pudo oler su sangre y tuvo que contenerse para no lanzarse sobre ella y manchar ese precioso vestido.

—¿Quién es ella? —preguntó el rubio y un hombre lo miró mal.

—Es mi hermana.

El rubio miró a la chica de cabello negro aún con más fuerza, tanto que ella sintió su mirada y lo miró, sonrió levemente y se sonrojó cuando él le devolvió la sonrisa. El hermano los miró con asco y le dio un sorbo al vaso de agua e hizo una mueca cuando el pretendiente de su hermana lo miró socarronamente.

—Es guapa.

—Supongo —respondió el hermano.

—¿Puedo cortejarla? —inquirió oliéndose el aliento para estar preparado.

—Eso creo —respondió él mirándolo con extrañeza.

Así pues, el chico se acercó a la muchacha y le sonrió con gentileza, ella se levantó e hizo una pequeña reverencia ante él.

—Buenas tardes, señorita

—Buenas tardes, lord Beyell.

Él sonrió y se sentó esperando a que la dama hiciera lo mismo, cuando también se sentó él sonrió, Acarició el brazo de la chica y se relamió los labios mirándola, era la mujer más hermosa que había visto en toda su vida.

—¿Cuál es su nombre, señorita?

La muchacha se sonrojó un poco y en su rostro se dibujó una sonrisa dulce, con un poco de timidez, dijo:

—Anneth Relle, mi señor.




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