Thummer 2011
A veces deseo que todo cambie. Despertar un día y volver a ser humana, no tener ganas de beber sangre humana. Aunque, para ser sincera, se siente bien beber.
No puedo negarlo, creo que me encanta ser así.
Me levanté de la cama y agarré la mochila. Los vampiros no duermen, solemos estar despiertos toda la noche. Era cierto que podíamos dormir, pero eso sería un desperdicio de tiempo ya que no nos aportaba nada.
Ajusté las asas de mi mochila y salí de mi habitación, ya comenzaba a oler a cadáver. No era buena idea nunca alojarse en un hostal, y sobre todo si dicho hostal era gratis.
Tenía dinero, pero no quería gastármelo en eso. Bajé las escaleras y saludé con un asentimiento de cabeza a la dueña del lugar, cada día me cercioraba de no respirar mucho ya que olía a sangre. No era buen sitio para comer. Por eso, cuando la no he caía, salía a cazar a algunas víctimas.
Cuando salí a la calle me olvidé de dejar de respirar y un hambre me recorrió por todo el cuerpo. Mi garganta se sentía seca y tosí un par de veces, pero es hizo que algunos se giraran hacia a mí y el olor llegara aún más.
Negué con la cabeza y comencé a caminar dejando de respirar, hoy comenzaba de nuevo la secundaria. Quería saber que tantas cosas recordaba después de cincuenta años. Muy poca, seguramente, pero me encantaban los retos.
Tuve que ir con cuidado para qué. ningún coche me atropellara, aunque fuera inmortal si me arrojara un coche todos se sorprenderían de que no tuviera ningún rasguño.
El instituto Thummer High no había cambiado tanto, eran las personas. Mis ojos habían visto pasar tantas décadas, generaciones... Y muchas muertes, varias causadas por mí.
Di un suspiro, estas cosas me ponían hambrienta. Caminé más rápido y volví a dejar de respirar, los adolescentes olían a nuevo, y eso me volvía loca.
La secretaria, de unos sesenta años, estaba detrás de un escritorio de madera sucia y pude ver como por sobre el cristal de sus gafas me miraba.
—Necesito mi horario —dije mostrándome cortés.
Ella asintió y tosió un poco. Preguntó mi nombre, no me quedó más opción que decírselo.
—Anne Relle.
Yo era como una fachada incorrecta —de esas que nunca son verdad—, me veía fuerte e indestructible por fuera, pero por dentro era como una pieza de cristal, muy frágil.
Me dio unos papeles y asentí en señal de agradecimiento. Estaba mi contraseña de mi taquilla, los horarios y una lista de los libros... Oh, también había una lista de mesas, como estatus.
Vaya que había cambiado todo. Que suerte que me encantaba romper las normas, los estereotipos siempre los destruía.
Los pasillos estaban llenos de gente y me dio dolor de cabeza todo ese olor, podía aguantar la respiración, pero mi cuerpo deseaba oler la sangre. Era algo masoquista, ya que no podía comer frente a un montón de personas, a veces odiaba ser un vampiro.
Antes de que pasara supe que alguien impactaría conmigo, esperé quieta, pero el golpe me lo llevé yo por detenerme.
Un chico pelirrojo estaba ordenando sus cosas en la taquilla y dio un respingo al sentir mi cuerpo colisionar con el suyo. No iba a disculparme, claramente. Solo me quedé mirándolo. Él se giró y sus ojos miraron a través de los míos. Llegué a pensar que tenía falta de sangre y por eso sentía como si un aire fresco recorriera mis huesos. Debo admitir que se sintió placentero, pero no correcto.
—¿Estás bien? —Oh, adorable, pensé con una sonrisa macabra. Sería una buena comida, y su sangre olía fresca.
—Claro. Esto... —pensé algo para que pudiéramos estar solos y beber su sangre.
» ¿Sabes cuál es el aula doce? —pregunté tratando de adivinar si los números no habían cambiado.
—Sí —respondió cerrando la taquilla para centrarse en mí, se sintió bien que alguien me prestara atención—. Giras por ese pasillo —señaló una esquina con su dedo—, y llega hasta el final, doblas a la izquierda y en tres puertas está.
—Ah, es que... ¿Podrías acompañarme? No estoy segura del camino, y no quiero llegar tarde.
Su cara mostró desconcierto, claro que yo era capaz de saber cómo llegar, pero necesitaba morderlo. El desayuno se adelantaría.
Asintió, poco convencido, y comenzó a avanzar seguro de sí mismo. Podía meterme en la mente de las personas y no dudé en hacerlo con la de él.
Bien, no la cagues, Jeremmy. Estás estableciendo vínculo con una chica. ¡Una chica! Mamá ya estará preparando la boda. Recuerda, queremos pastel de chocolate.
Comencé a reír fuertemente por sus pensamientos, tuve que taparme la boca con la mano, pero él me vio y sonrió sin mostrar los dientes.
—¿Qué te hace reír? —inquirió.
—Es... Solo un chiste que recordé. —No podía decirle que había escuchado sus pensamientos, se asustaría y comenzaría a gritar. Ese día no estaba de humor para una masacre.
No pude concentrarme y cuando recordé que quería beber su sangre vi que ya estábamos frente a la puerta de mi clase.
—Me llamo Jeremmy.
Asentí y me maldecí internamente, no debería haberme desconcentrado.
—Hasta nunca, Jeremmy.
Que algo me saliera mal me ponía de mal humor.
Ya ninguna chica te volverá a hablar, por idiota.
Sonreí disimuladamente y entré en el aula. Alcé mis cejas y me acerqué a la mesa del profesor, alguien no me había contado de sus planes.
—Hola, hermano —canturreé con una sonrisa. Me miró y parecía escéptico, pero yo solo sonreí y me fui a un pupitre.
No había venido a Thummer por gusto, y él tampoco.
Saqué mi cuaderno y noté como la mirada de mi hermano estaba en mí.
—Bueno... —carraspeó—. Mi nombre es Tanner Relle y seré vuestro profesor de literatura. Decidme, ¿cuántos de vosotros habéis leído Orgullo y Prejuicio?
Agh, esa estúpida novela. No me iba lo romántico y bonito, de hecho, conocí a Jane, pero estaba un poco... Loca.
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Editado: 18.02.2021