Inefable

DOS

*Emilio* 

Ya casi amanecía y yo me había pasado toda la noche en vela. ¡Maldito yeso incomodo! ¡Maldita lesión! 

No puedo negar que, la neta, si me siento demasiado enojado con todo esto que me paso. Hay segundos en los que creo que todo esto es algo injusto y hasta me dan ganas de golpear la pared con todas mis fuerzas.  

Pero entonces, la miro con atención, veo su rostro despreocupado y sus manos muy cerca de mi mano. Tiene los ojos cerrados, sus pestañas parecen brillar con la luz de las lámparas y realmente me siento tranquilo cuando ella está a mi lado. ¡Tantas cosas nos habían alejado! 

Se suponía que íbamos a tener nuestra pijamada en el hospital, si quería verla desvelarse junto a mí como en los viejos tiempos, pero, sencillamente, algo había cambiado entre nosotros y eso no lo podía olvidar. Miranda siempre ha sido un cofre de secretos, sentimientos ocultos e incomprendidos.  

Una parte de mí sabia, soy bien consiente de que ella quiere ayudarme con todo esto que me paso. ¡Canijos accidentes!  

Que, si me pongo a ver las cosas por el lado positivo, también me siento agradecido de que esto me hubiese pasado porque solo así, ella volvió a mi lado de una forma más íntima. ¿Intima? Por primera vez en la vida me vio desnudo, a piel encuerada y a miembro suelto. ¿Eso estuvo mal? ¿Fue demasiado? Quizá sí, pero, era algo necesario. Y como bien dijo, yo hubiese hecho lo mismo por Miranda. ¿Verla desnuda? Verla en todos los sentidos para que pueda recuperarse y si la he visto. ¡En realidad es muy hermosa!  

Sus labios están entreabiertos y siento el deseo de poder besarle de forma fugaz, un toque rápido y suave. 

—¡Me gustas Miranda! —Digo acariciando su mejilla.  

No tengo miedo de que ella se despierte y escuche la realidad de mi corazón. Que si estoy enamorado, entregado y perdido a querer que ella me quiera más que como a un “mejor amigo”. ¡Qué lástima que me quitaron el celular! Este era el momento perfecto para poder tomarle fotografías y guardarlas en mi galería.  

¡Bien dicen que el amor nos convierte en la versión más ñoñita de nuestra alma! 

*Miranda* 

—¿No tienes sueño? —Le pregunté al ver que sus ojos estaban decorados con unas ojeras enormes.  

Eran las once de la mañana y yo estaba luchando por no quedarme dormida otra vez. ¡Me sentía muy cansada! 

—No. La neta no, ayer estuve durmiendo casi todo el día. Y tú estabas muy cansada, te dormiste a medio capítulo de Stranger Things.  

Sonreí de forma borracha, fue cierto. Después de haber bañado a Emilio nos pusimos a ver la serie y me quede tiesa en el sillón donde yo estaba sentada. 

—La verdad sí. No he dormido bien estos días.  

—¿Y eso por qué te has estado desvelando estos días?  

La habitación del hospital olía a una combinación de medicina y a perfume de hombre. ¡Perfume de Emilio!  

—Ando terminando de acomodar mis cosas en la casa y tengo algunos pendientes en San Francisco.  

—¿Regresarás a vivir a la casa que está en La Vista?  

—No. Bueno, al principio si pensaba en eso, pero…  

—¿Pero...?  

La puerta se abrió de golpe y el médico entró.  

—¡Buenos días! ¿Como sigue el muchacho?  

—¡Buenos días doctor! —le respondimos al unísono.  

—Pues ya me siento mejor. Ya me acostumbré a tener la pierna tiesa. ¡No siento nada!  

Con su puño izquierdo Emilio dio un golpe en la corteza de yeso.  

—Es bueno escuchar eso. Estuve revisando las placas y radiografías que sacamos de tu pierna. El peroné está mejor y la tibia, bueno, tomará su tiempo para que estés al cien.  

—¿Cuánto tiempo doctor? —Emilio tenía curiosidad. 

Yo permanecía en silencio, solo me limité a observar y escuchar el informe médico.  

—Tendrás que esperar algunos meses. No sabría decirte con exactitud. No todas las recuperaciones son iguales.  

—¿Podré volver a jugar?  

¿Como le debes decir a alguien que su vida cambio a causa de...? El médico se mantuvo silencioso por varios segundos y yo interprete su silencio de forma negativa.  

—Yo espero que las terapias de recuperación te puedan ayudar a regresar pronto a la cancha del fútbol —informó el médico. 

En los ojos de mi querido Emilio destello la esperanza, aquella ilusión con ganas de seguir adelante para poder cumplir con sus sueños.  ¡Él era muy fuerte! 

—¡Ojalá pueda recuperarme pronto!  

—Yo espero lo mismo. Solo debes ser paciente y estar despreocupado. 

—Bien, supongo que puedo intentar eso —mi amigo dirigió su mirada a mí y con una sonrisa muy bella me guiño el ojo para confirmarme que se sentía bien. 

—Ahora déjame revisar ese pie. Parece un poco inflamado.  

—Quizá es porque he estado mucho tiempo acostado. 

  —No creo, pero a ver, intenta mover todos los dedos.  

El medico parecía realmente atento. 

Los únicos dedos que no se movieron para nada, fueron el dedo gordo y el chiquito.  

—No puedo mover esos.  

—Trata de hacer un esfuerzo.  

Arrugó la frente, su boca hacía muecas que reflejaban esa lucha interna que ahora tenía con poder controlar su cuerpo.  

—¡Es que no puedo! Ya le hice con todas mis fuerzas y no puedo. ¿Es normal que me pase eso?  

—Por el momento sí. Pero por eso es que debes tomar estas terapias que te digo, para que puedas retomar la movilidad completa. ¿Como ves? ¿Estás dispuesto a tomar las terapias? 

—¿Que días me tocarán esas terapias?  

—Regularmente son dos días por semana. Solo es cuestión de que tú elijas.  

Mi amigo se giró a mirarme por algunos segundos. ¿Que estaría pensando? ¿Qué sentimientos tendría en su corazón justo ahora? ¡Mi querido estaba pasando por una etapa complicada!  




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