Inevitable

Capitulo 2.

Sábado por la mañana, me despierto con in the end de Linkin Park al fondo. Hago algún esfuerzo para levantarme y salir a correr temprano, antes de que todos puedan despertarse. Estaba acostumbrada a hacerlo en Nueva York, no podría hacer la excepción aquí. Gruño para mis adentros y aún así me obligo a salir de mi cómoda cama, lavo mi cara, me visto ligeramente con unas mallas y una blusa de tirantes, hago de mi cabello una cola, preparo una bolsa, bajo en silencio hacia la cocina para tomar una botella de agua y salgo de la casa. Agradezco que aun nadie esté despierto, apenas las ocho de la mañana, no se despertarán en un buen rato.

  Tomo la avenida principal de la residencia para salir, quizá pueda aventurarme a conocer un poco el barrio. No recuerdo mucho sobre Santa Mónica, ni sobre esta residencia. Coloco mis audífonos para escuchar mi playlist de Red Hot Chilli Peppers y disfrutar el recorrido.

  Al paso de unos minutos noto a mi alrededor mientras camino que las calles están solitarias, no esperaba más para ser vacaciones pero a dónde quedó el instinto vacacional.., cuando era niña, toda el área de veía rodeada de pequeños con sus familias, y ahora ya no hay nada.., en unos minutos, pronto llego a la playa.., noto una pequeña pero hermosa capa de neblina sobre ella. Se desvanecerá enseguida con el calor que hace.

   Decido dar marcha hacia Muscle Beach, no hay gente en la playa solo unas pocas personas, supongo que aún es temprano, así es mucho mejor. Podré ejercitarme sin necesidad de compartir aparatos o de mirar a desconocidos, me parece una idea increíble tener un gimnasio al aire libre y público. Creo que será uno de mis lugares favoritos en Santa Mónica, se encuentra justo a unos metros del muelle y el amanecer se ve magistral.

   Mis piernas me tiemblan ya, el sudor recorre cada centímetro de mi cuerpo por lo que decido parar, me he acabado ya la pequeña botella de agua que he traído, por otro lado he terminado mi rutina, así, me dirijo a la playa, puede que encuentre alguna tienda o algo refrescante. No hay nada, a solo unos metros cerca de la orilla del mar se ve una multitud de personas por lo que me dirijo a esa dirección, quizá encuentre algo, un poco de distraccion. Hoy hace más calor de lo que recordaba.

   Me acerco lo más que puedo para inspeccionar un poco, pero no hay nada, es un simple juego de Voleibol playero. Lo que hace que me arrepienta por haber venido, mientras doy la vuelta para huir, en mi camino se interpone alguien, tira su bebida sobre mi, al instante siento el frío recorrer mi pecho, lo que hace que resbale.

   Caigo a la arena, mi cabeza golpea fuerte en ella y gruño.

  —Auch—, es lo único que consigo decir. 
Al menos ya he conseguido refrescarme, pero esto parece ser un batido, está tan pegajoso y el olor a banana se adentra en mis fosas nasales.
   —Yo... Discúlpame,—escucho decir a una voz masculina.
   —Descuida—, me levanto al instante y noto como algunas de las personas que están a mi alrededor se rien, siento vergüenza, pero no tanta como para mandarlos al carajo. 
   —Lo siento—, escucho nuevamente, pero me dispongo a caminar y no mirar atras, — ¡Hey! —me toman del brazo,— en verdad lo siento—, repite.

Volteo, me encuentro con unos espeluznantes ojos negros, y una piel morena bronceada y voluminosa.

Lo inspecciono de arriba abajo para ver de quién se trata, es un chico bastante alto, prácticamente mi cabeza llega a sus hombros, su piel es demasiado morena y bronceada, lleva el cabello negro despeinado y alborotado, sus ojos son casi negros, no logro distinguirlo, está un poco marcado de su abdomen, sobre él tiene algunas cicatrices, en su brazo derecho lleva tatuado la cara de un personaje, pero no logro distinguir con claridad, tiene perforadas las orejas y las clavículas. Lleva puesta solo una bermuda que le llega a los talones, y unos tennis. Su apariencia me da escalofríos, ni siquiera logro apartar la vista hasta que él habla.

  —¿Me escuchaste?—me repite mientras sigo mirándolo fijamente —, dije que lo siento.

Su acento es muy marcado, habla diferente, diferente a como normalmente suelen hablar aquí.

—¡Hey! —, hace señas con sus manos.

No he prestado atención a lo que dice.

  —Yo..., He...— intento decir algo pero simplemente no puedo. 
   —¿Estás bien?—pregunta con educación. 
   —Si, estoy bien, he... descuida.— gruño mientras me seco el pecho con la toalla que he llevado en el bolso.
   —¿Segura? —pregunta. —Puedo ayudarte a cambiar tu blusa, y a buscar un poco de hielo para la cabeza—, se ofrece pero niego con la cabeza.
  —Descuida, ya estaba buscando algo fresco.— Creo que ya ayudaste demasiado—, me limito a decir.
   —¿Fresco? Podemos ir al muelle a conseguir agua, asegurarme que te cambies de ropa y te podría dar un un poco de hielo,—dice.

No suena tan mal, ahora estoy tan agotada que solo quiero llegar a dormir.

  —¿Trabajas en el muelle?—pregunto. 
   —No pero tengo un amigo ahí, si quieres puedes esperarme ahí, y ahora vuelvo. —señala las grandes gradas que se encuentran a unos metros de nosotros. Asiento, y me dirijo hacia ellas.

Me duele el pecho, tengo la garganta seca, y mi cabeza está apunto de explotar, básicamente. No creí que el cambio de clima me afectara tanto, suelo correr en central park todas las mañanas. Apoyo los codos en mis rodillas y hundo mi cabeza sobre mis manos. 
   
   —¿Estás bien?—pregunta por delante mío. 
Me vuelvo y veo al chico frente a mi con una bolsa pequeña de hielos, agua y una blusa de repuesto. 
   —He.. si, solo necesitaba tomar un poco de aire—contesto. 
   —Pues hace mucho calor aqui. —Me sonríe.
Su sonrisa es amable. 
Le devuelvo el gesto. 
  —Si, bastante.

Ambos nos quedamos en silencio, mientras toma asiento a mi lado. Es bastante incómodo, pero no me importa. Nada podría ser más incómodo que regresar ahora mismo a casa con los Wells y mis padres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.