Inevitable

Introducción

New Orleans

La carta llegó una mañana en la que llovía, como si el clima de pronto se hubiera entristecido. A él nunca le había fastidiado la lluvia, de niño solía saltar en los charcos o correr bajo ella sin importarle si arruinaba la ropa nueva. Solo que a partir de aquel día empezaría a sentir que los días de lluvia eran malos o que siempre podían pasar cosas malas. Una vez mamá dijo que era como si el cielo llorara, como si Dios estuviera triste.

Para él esa lluvia no significaba nada, solo una interrupción en sus planes. Quiso ir a supervisar el campo de cultivo, pero con ese clima era imposible. Así que empezó a leer un poco y cuando se aburrió fue a la sala principal. Ahí encontró a Rebekah tomando el té, a su lado la doncella recogía un plato vacío, quizá con algún panecillo. Le sonrió a su hermana, ella también lo hizo. 

Desde hace más de dos meses que estaban solos en casa. Elijah, el mayor, se había ido a atender negocios de la familia a Europa. Se suponía que en dos meses más estaría de vuelta, aunque quién sabe esa estadía se prolongue, pues en su primera comunicación al llegar a Londres indicó que estaría en Austria y quizá vaya hasta San Petersburgo.

—Nik, ¿quieres sentarte a mi lado? Le pediré a Marian que sirva más para ti —le dijo Rebekah al encontrarlo silencioso.

—No, Bekah, gracias. No tengo hambre, almorcé algo tarde hoy.

—Al menos siéntate a hacerme compañía, no me rechaces. —Él sonrió y tomó asiento a su lado, pero apenas habían pasado unos segundos cuando escucharon que tocaban el portón principal—. Qué raro, ¿visitas a esta hora?

—Espero no sea nada urgente.— "Ni grave", pensó. Que alguien vaya a verlos en medio de esa lluvia era muy poco probable. No lo dijo, pero Klaus estaba seguro que eran malas noticias. Tocaron la puerta una vez más, él se puso de pie.

—Ya voy, señor, no se moleste. —Henry, el mayordomo, apareció pronto y caminó tranquilamente hacia la puerta. En silencio los hermanos escucharon que esta se abrió, seguido de una breve charla que no entendieron para nada. Poco después Henry llegó junto a un hombre. Por la apariencia que tenía parecía ser un mensajero del ejército. 

Eso lo llenó de miedo, sintió que el corazón se le paralizaba. Rebekah tomó su mano, también estaba nerviosa. Hace pocos meses que la paz se había firmado y la guerra civil dio a su fin, solo que muchos de los que lucharon en aquella guerra aún no habían vuelto a casa. Entre ellos estaba su hermano menor, Kol Mikaelson. Que un mensajero de guerra vaya hasta ellos solo podía significar una desgracia.

—Caballero. —Lo saludó Klaus, aunque no estaba seguro que ese joven lo sea—. ¿Se encuentra usted bien? Lamento haya tenido que pasar por esta horrible lluvia. Henry, trae algo de ropa seca para él y manda a servirle algo caliente.

—De inmediato, señor. —El mayordomo desapareció en el acto. Rebekah también estaba de pie.

—Debe ser un mensaje importante el que trae para que haya venido hasta acá en medio de la lluvia.

—Lo es —dijo el mensajero—. Ante todo buenas tardes, señorita, caballero. —Los hermanos asintieron, se veían ansiosos. Lo que menos querían eran formalidades—. Yo soy... era... amigo de vuestro hermano. —Ya para ese momento Klaus estaba seguro de lo que seguía. "Era". El mensajero se había corregido. Dijo "era". Kol alguna vez fue su amigo, ya no más. Klaus captó rápido el mensaje y agradeció que Rebekah no lo haya hecho aún—. Tenía que venir personalmente a traer esta carta. Es un informe del regimiento. —A pesar de que toda su ropa estaba mojada logró sacar un sobre sellado que apenas tenía unas gotas de agua. Klaus se acercó despacio y lo cogió con manos temblorosas. Aún tenía unos segundos más para asimilar lo que iba a leer ahí—. Lo lamento mucho, en verdad.

Con rapidez Klaus abrió el sobre. Se presentaba el que había sido el general de Brigada del regimiento al que Kol sirvió. Su hermano se había unido al ejército de La Unión poco después que inició la guerra. Toda la familia se opuso, pero no hubo forma de detener a ese impetuoso e idealista joven. Se comunicaba con su familia por cartas, ellos vivieron con el corazón en la boca atentos a las noticias de la guerra y esperando que nada le pasara. Cada carta de Kol que llegaba era un alivio, y cuando al fin se declaró el fin de la guerra la mansión Mikaelson estalló en alegría.

Pero claro, Kol aún no podía volver. Como parte del ejército ganador habían algunas cosas que cumplir. La familia estuvo más tranquila, con la guerra finalizada el peligro pasó, era cuestión de tiempo para que su hermano regrese a casa. Por eso mismo Elijah había partido a Europa, a reforzar los negocios y las relaciones para que les siga yendo tan bien como siempre. Él quedaba a cargo de la plantación en New Orleans, entre otros negocios. Y de pronto esa carta. Cielo santo, ¿qué podría haber pasado?

 

Familia Mikaelson,

Les saludo en nombre del Ejército de los Estados Unidos de América. Es lamentable y muy triste tener que daros esta noticia, me hubiera gustado estar personalmente frente a ustedes, pero es necesario que lo sepan a la brevedad posible. 

Lamento informar que su hermano, el mayor Kol Mikaelson falleció la noche del 15 de octubre. Se encontraba en una misión muy cerca de nuestra base, regresando de llevar un mensaje a un general por orden mía. Al volver llevaba una importante correspondencia, confidencial diremos, que solo podía ser entregada a mi persona.




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