Inevitable

Capítulo 3

Al igual que muchos de los que fueron al entierro de Kol, las Petrova también se habían mojado. Los vestidos y las botas quedaron arruinados, por lo que al llegar a casa estuvieron bastante fastidiadas. En realidad se la habían pasado fastidiadas todo el camino, Elena no había dicho ni una palabra pero sabía que cuando lleguen a casa la cosa iba a explotar. 

Cuando la noticia de la muerte de Kol llegó a la familia la mañana en que Rebekah y Katherine aparecieron en Mystic Falls ella se quedó bastante impactada. Kol había sido su prometido de toda la vida, no se podría decir que había un afecto especial entre ellos pero siempre se habían llevado bien y para ella Kol era un excelente hombre. Un par de veces le había escrito desde el campo de batalla, más por cortesía que otra cosa, ella tampoco le había pedido que lo haga. Claro que se preocupaba por él y todos los días rezaba para que no le pasara nada.

La noticia de su muerte fue tomada con mucho dolor por parte de la joven Petrova. Muerto, ¿cómo era eso posible? Inocente, tan joven, su familia debía de estar destrozada. Por eso sin decir nada se fue de inmediato a la mansión Mikaelson para dar todo su apoyo a Rebekah, pobre de ella que tanto quería a Kol. Ahí la hermana le dio más detalles, le dijo que su hermano era un héroe según el general que envió la carta. 

Pero le contó también con algo de vergüenza que su hermano se había casado y que ellos no supieron nada de eso hasta el momento, que la viuda además estaba embarazada y que iría junto con Klaus para el entierro, que ellos la iban a cuidar. Le sorprendió, pero no se sintió ofendida. De alguna forma hasta se alegró por Kol, al menos él había logrado ser feliz un tiempo con alguien. Le dio mucha tristeza pensar en esa viuda, pobre de ella sola y con un hijo en el vientre. Gracias al cielo los Mikaelson se iban a ocupar que nada le falte.

Quizá era Elena la única Petrova que en verdad sintió dolor por la muerte de Kol, la única que estuvo interesada en verdad. Ese día recibió condolencias, le dio el pésame a la joven viuda, ayudó en lo que pudo a Rebekah. Tan distraída con ese tema estuvo al principio que no percibió la incomodidad de su madre y hermana, poco después se dio cuenta. Ellas sí que estaban molestas. El día del velorio no dijeron nada, tampoco antes ni durante el entierro. Solo que esa maldita lluvia había conseguido sacarlas de sus casillas, Elena estaba segura que iban a explotar. Temía lo que iban a decir.

Una vez en casa pidieron a la servidumbre les prepare un baño, se quitaron las botas y las prendas mojadas. Con voz muy seria madre les ordenó a ambas vayan de inmediato a la sala de reuniones. Anteriormente esa salita fue usada por su padre para hablar de negocios con socios o amigos, ahora la usaba mamá cuando quería llamarles la atención o hablarles de algo muy importante. En silencio ambas caminaron hacia allá, Isobel cerró la puerta.

—Infeliz —dijo rabiosa—. ¿Tuvo que morirse justo ahora? ¿Vieron eso? ¡Todos los honores para el desgraciado! Tenía un rango importante, era del ejército ganador, tenía la vida asegurada. ¡Teníamos la vida asegurada!

—Teníamos no, madre —intervino Katherine—. No se casó con Elena, y por lo visto jamás quiso hacerlo. Ya viste la mujerzuela que vino detrás del ataúd.

—Esa mosquita muerta...—Isobel caminaba molesta de un lado a otro con las manos en la cintura. Ya lo sabía, era por eso que estaban tan molestas. Ahora solo era cuestión de aguantar toda su rabia—. ¿La vieron? ¡Maldita infeliz! Al lado de la tumba, cerca de la familia, del brazo de Klaus y Rebekah. ¡Ocupando un lugar que le corresponde a mi hija! Y no conforme con eso viene preñada, maldita sea. ¡Pero que demonios es esto! Y esos desgraciados Mikaelson...

—Rebekah dijo que acababan de enterarse de la esposa... —dijo Katherine de nuevo pero su madre no la dejó terminar.

—¡Oh claro! ¿Y esperan que crea esa basura? Esos dos se hacen los desconcertados, pero bien que sabían. Bien que dejaron que esa poca cosa pasara por encima de mi hija. ¡De mi Elena!— Solo ella no decía nada, no sabía que decir tampoco. No le ofendía el matrimonio de Kol pero su madre se lo había tomado muy en serio—. ¿Qué se supone que vamos a hacer ahora? ¿De dónde vamos a sacar un partido tan provechoso ahora?

—Hay buenos hombres en el pueblo, madre —habló al fin—. Kol está muerto, que en paz descanse. Ya nada podemos hacer para remediar eso. Solo es cuestión de mirar alrededor, encontraremos un buen matrimonio para mí.

—Por favor, Elenita —le dijo su hermana con desprecio—. Nobles de pueblucho, ricos locales. No hay nada acá para nosotras, nada de nuestra altura.

—Hay algo que no me cuadra acá...—Isobel parecía pensativa, Elena empezó a temer lo que podía pensar. Sabía exactamente que iba a decirle—. Kol podía ser muchas cosas, pero como todos los Mikaelson era un tipo de palabra. El compromiso estaba hecho, no se atrevería a dejarte plantada, no si.... ¿Hiciste lo que te pedí? —le tembló todo el cuerpo, se quedó inmóvil. Oh rayos...

—Madre, yo...

—Claro que no —dijo Katherine—. No lo hizo, madre. Esta estúpida sigue siendo virgen.— Apenas dijo eso Isobel caminó rápido hacia ella y le dio una fuerte cachetada.

—¡Pero serás idiota! ¿Es verdad lo que dice tu hermana? ¿No te entregaste a Kol?

—Madre yo no pude, lo siento... ¡No podía en verdad! No lo logré, no pude forzarlo...




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