Inevitable

Capítulo 4

Los días que siguieron al entierro de Kol fueron todos bastante iguales. Llovía casi todo el día, el clima estaba pésimo en esa parte del país. Y aquella maldita lluvia no hacía otra cosa que atormentarlo y hacerlo sentir peor. También llovió cuando se enteró que estaba muerto, lo mismo en su entierro. 

Ya no toleraba ese constante gotear, el cielo oscuro, los truenos. Klaus intentó mantener ocupada su mente y su agenda durante todos esos días para evitar pensar en Kol, cosa imposible claro. Todo en esa mansión le recordaba a él, fue ahí donde crecieron y el lugar que visitaban siempre que podían.

No dormía mucho, no podía. Casi todas las noches tenía pesadillas que eran siempre las mismas. Kol caminaba delante dándole la espalda, Klaus iba tras él lo más rápido que podía, gritaba su nombre, le pedía que se detenga. Porque de alguna forma Klaus sabía que caminaba hacia la muerte, pero Kol no escuchaba y seguía andando. De pronto Kol giraba hacia él, parecía al fin haberlo escuchado. Le sonreía y daba unos pasos a su encuentro, por un instante Klaus sentía que todo estaría bien, que abrazaría a su hermano y nadie iba a matarlo. 

Pero entonces un hombre uniformado con el traje militar enemigo aparecía entre las sombras y se lanzaba sobre él. Klaus gritaba, pero su cuerpo se quedaba inmóvil mientras aquel hombre apuñalaba a Kol hasta la muerte. Y no podía nunca hacer nada. A veces el hombre apuñalaba a Kol mientras dormía, otras veces en la mansión. El final siempre era el mismo, Kol moría y él nunca podía evitarlo.

Durante el día tomaba café muy cargado para mantenerse despierto, no quería dormir para volver a soñar con aquello. Al principio empezó a encargarse de todo lo relacionado con la muerte de Kol. Escribir al abogado, había que revisar las propiedades que estaban a nombre de Kol, la herencia y todo lo demás que le correspondía a Caroline. Aparte tuvo que escribir a otros familiares y amigos lejanos que no pudieron ser informados a tiempo. 

Luego de eso empezó a ocuparse de los asuntos de negocios. Iban a tener que dejar New Orleans por un tiempo. Rebekah y él estuvieron de acuerdo en que el ambiente de Mystic Falls era más tranquilo para Caroline, además ninguno de los dos sentía ánimos para volver a sus vidas comunes. Era como si hubieran quedado en un limbo.

Y caroline, eso era lo que más le preocupaba. Estaba enferma, y lo entendía. Su esposo acababa de morir, la cogía un resfriado y no mejoraba, estaba de acuerdo con el médico en que la tristeza no la dejaba recuperarse. Su cuñada no había salido de la habitación en todo ese tiempo, solo Rebekah entraba a verla y le llevaba noticias de su estado de salud. 

Al menos Rebekah había encontrado en hacerle compañía una distracción en la que ocuparse, en cambio él solo lograba sentirse más solo. Sabía que Rebekah lloraba a escondidas por Kol, ya no lo buscaba para hablar sobre eso, llevaba su dolor a solas y lo había apartado totalmente. No intencional, pero lo hacía. Rebekah llevaba el duelo a su manera.

De alguna forma Caroline se había vuelto el principal tema de conversación entre ellos, o quizá la única manera en que los hermanos apartaban el dolor por la muerte de Kol aunque sea un momento. Todos los días Klaus pedía le reporten como estaba Caroline, Rebekah mandaba a llevarle el desayuno a la cama y luego iba a verla. Klaus quedaba pendiente de las novedades sobre su salud, escuchaba los mensajes de Caroline y mandaba los suyos también. Así se le iba el día, pensando en ella. Esperaba que estuviera bien pronto, la había conocido en las peores circunstancias pero parecía ser una buena mujer.

—¿Tú qué crees? —le preguntó una tarde Rebekah mientras tomaban el té.

—Apenas la he visto, Bekah. Parece buena, pero...

—¿Pero qué? ¿Acaso crees que esté fingiendo?

—No he dicho nada de eso. Sinceramente dudo mucho que alguien pueda fingir tanto. No, Rebekah, no creo que eso sea una farsa. Es solo que apenas he hablado con ella.

—Bueno, yo la he tratado más. ¿Y sabes? Creo que es una buena chica. Sé que las circunstancias son horribles, me hubiera gustado conocerla antes. Me inspira confianza. Lo siento así, me agrada mucho.

—Me alegro, siempre quisiste una hermana. —Rebekah sonrió a medias. El destino le dio una hermana de la peor manera, pero al menos algo positivo había entre todo.

—Ya verás que te agradará, cuando la conozcas más lo sabrás.

Y ojalá eso fuera pronto. La había tenido bajo el mismo techo varios días pero no había vuelto a verla. ¿La extrañaba acaso? ¿Le urgía verla? No quería ni pensar en eso. No era como si de pronto necesitara la presencia de esa joven, era solo que le preocupaba y quería que esté bien. Había prometido velar por ella, pero podía hacer muy poco con ella enferma en ese cuarto y él sin poder verla. 

"No quiero estar sola, al menos no ahora. Y me alegra que sea usted quien me haga compañía". No conseguía sacarse esas palabras de su mente, su tono de voz, su mirada triste y suplicante. Él tampoco quería estar solo, pero había tenido que aguantar la soledad todos esos días. Elijah estaba lejos, Rebekah en el cuarto de al lado pero aún así apartada de todo. Y ella, Caroline, ella también lo había dejado solo.

No había imaginado que volvería a verla esa mañana. Aunque Katherine había rondado la casa todos esos días visitando a Rebekah, tener la visita de las tres Petrova para el desayuno fue una sorpresa pero tampoco la tomaba a mal, necesitaba distraerse con algo. Y fue justo ese día cuando Caroline al fin apareció. Fue el primero que la vio, hasta se sentía culpable de pensar en lo hermosa que se veía. A pesar de las ojeras, del cabello un poco desordenado y del vestido negro, Caroline era siempre hermosa. Sintió como si el mundo se detuviera un momento, le sonrió dándole la bienvenida. Y ella lo imitó, era muy lindo verla sonreír. 




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