Inevitable

Capítulo 5

Por aquellos días regresó también al pueblo Damon Salvatore. Él se ofreció a unirse al ejército cuando inició la guerra, solo que apenas había tenido contacto con Kol. Fueron del mismo bando, pero no estaban ahí por las mismas convicciones. Mientras Kol se unió para luchar por su idea de libertad y por su país, Damon fue por obligación. Por aquel entonces los padres empezaron a enviar a sus hijos a la guerra y era mal visto tener más de un hijo varón en casa sin combatir, así que Damon fue el escogido. 

Por supuesto que al principio no estuvo de acuerdo, no consideraba estar hecho para la guerra. En realidad no lo estaba, aunque era bueno con las armas, Damon no estaba preparado para recibir órdenes y menos de gente que consideraba inferiores a él. Pero hizo lo que pudo por sobrevivir, y tuvo mucha suerte. Como luchar al lado de hombres que fueron considerados héroes, fama injusta que recayó sobre él también.

Con esa habilidad que tenía para mantenerse con vida aún a costa de los demás, fue el único de su pelotón que sobrevivió a un ataque importante y prácticamente suicida, pero que le dio la victoria a su ejército. Era un héroe, rápidamente ascendió y fue nombrado Teniente Coronel, el mismo rango que le dieron al difunto Mikaelson, quien a diferencia del Salvatore sí hizo méritos. Al finalizar la guerra se retiró con todos los honores y con un puesto asegurado en el gobierno. Regresaba pues con toda la gloria que nunca mereció.

Por supuesto que eso a él le importaba muy poco. Damon era consciente que había sido un canalla y bastante desgraciado en la guerra. Pero vamos, así son las guerras, y él no había ido para luchar en nombre de ningún ejército. Él fue porque lo obligaron e hizo todo lo que pudo para salir victorioso de eso. No señor, nadie jamás lo haría sentir culpable por sus acciones. Su padre lo había mandado a morir a la guerra, lo sabía. Siempre quiso más al inútil de Stefan, siempre quiso que él se quedara con toda la fortuna de los Salvatore. Y ahora regresaba como un héroe volvía a tomar lo que le correspondía. Y tenía aspiraciones mucho más grandes.

Solo que al llegar a Mystic Falls se dio con la sorpresa que ya había otro héroe. Peor aún, un mártir. De las hazañas de Kol había escuchado hablar de vez en cuando desde su posición y se habían llegado a encontrar un par de veces en actos oficiales, pero nada más. Él que pensó regresar a su pueblo como todo un héroe de guerra listo para ser aclamado, encontró a un pueblo de luto que lloraba al joven Mikaelson, un verdadero héroe que dio su vida por la patria.

Maldito imbécil. No entendía por qué la gente era tan estúpida. Él había regresado vivo, Kol estaba muerto. ¿Quién era el ganador? ¿Quién merecía los méritos? Él por supuesto, y no iba a dejar que nadie lo opaque. Lo peor era que iba a tener que presentarse muy respetuoso en la mansión Mikaelson como si de verdad lamentara lo de Kol.

En casa había tenido un recibimiento tibio. Su padre parecía sentir algo de orgullo por él, o al menos eso quería creer. Y más le valía que fuera así, su hijo era un héroe y un teniente coronel con un importante cargo esperándolo en Washington, más le valía a ese viejo infeliz aprender a respetarlo. Por su lado, Stefan era el que estaba verdaderamente admirado. Hasta llegó a sentirse un poco culpable por haber pensado en Stefan como un inútil. Vamos, el chico no tenía la culpa de la mierda de padre que les tocó. Stefan siempre había sido un buen hermano y de pequeños siempre lo cuidó mucho. 

Solo Stefan estaba feliz de tenerlo de vuelta, preguntaba mucho sobre sus aventuras en la guerra y se mostraba admirado por todo. Al menos por ese lado su retorno no era tan malo, aunque aún había cosas que resolver y eso se relacionaba con la distracción.

Aprovechando que Isobel Petrova había salido de casa a visitar a un familiar enfermo y sus hijas estarían solas, fue que Katherine lo dejó entrar secretamente por la noche a su habitación. Tenía asuntos que resolver con esa chica, y esos eran asuntos bastante placenteros. Porque esa mujer era suya. Bueno, no tanto así. Ella no era su amor, ni su mujer ni nada de eso, quizá amante o algo similar. Lo que a Katherine lo unía era algo bastante antiguo y profundo. 

Había complicidad, hasta cierta confianza. Como bien decían, entre gitanos no se leen las cartas y ambos se conocían a la perfección. Sabían la clase de persona que era el otro, no podía engañarse. Él sabía que Katherine era una zorra sin corazón, Katherine sabía que él era un canalla miserable y aprovechado. No había engaño en ambos, nunca lo habría.

Siempre supo que Katherine le pertenecía a los Mikaelson, cualquiera de los tres sería su esposo, y ella también siempre lo tuvo claro. Pero eso no impidió que desde muy jóvenes exploraran su sexualidad juntos. Antes de que Isobel le ordenara a su hija que se entregue a Elijah Mikaelson para asegurar su matrimonio, ellos ya habían aprendido a hacer juntos cosas bastante deliciosas. A veces le gustaba pensar que fue él quien la sedujo, pero no había sido así tampoco. Era difícil definir quien había seducido a quien, o cómo es que acabó sintiendo esa fijación por una de las hermanas de las que eran todas iguales. 

Pero Kath, su Kath, tenía algo. Mientras Elena era una inocente y aburrida chica, y Tatia era una silenciosa y calculadora mujer, Katherine parecía estar en el punto medio de ambas. No, no era así. Su Kath era mejor que esas dos, mejor que Tatia incluso. Porque de Elena podías decir que era inocente, de Tatia astuta. Ambas era lo que eran, transparentes total. Pero Kath no, ella tenía un lado oscuro oculto que solo él conocía. Para todo era una educada jovencita, respetable, sensual y encantadora, pero de muy buen corazón. Kath engañaba a todos con su sonrisa, pero a él jamás logró engañarlo. Era su zorra, la zorra más peligrosa de todas y a la que más adoraba.




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