Inevitable

Capítulo 7

—Tampoco ha querido hablar conmigo —dijo Rebekah muy triste—. Klaus, no debimos. Solo queríamos darle una sorpresa, no había mala intención, ¿por qué no puede entender eso? —Rebekah había regresado poco antes del almuerzo y se dio con la noticia de la discusión con Caroline. Había intentado hablar con ella, pero muy enojada ella le pidió que se retire. Ni quiso abrirle la puerta.

—Está muy enojada aún con eso, Bekah. Deja que se calme un poco y hablaremos con ella ambos. Quizá para mañana podamos conversarlo bien.

—¿Lo crees? Juro que no tenía idea de eso que te contó sobre Kol, y menos de la relación con su familia, si no jamás lo hubiera sugerido.

—Quizá debimos preguntar antes.

—¿Pero cómo? Ella estaba tan mal, no queríamos perturbarla.

—Rebekah, tranquila. Vamos a hablar con ella, entenderá. Pero ahora no te desesperes, está bastante enojada y no es bueno insistir. ¿Por qué no vas a dar una vuelta con las Petrova? Te han hecho la invitación, será bueno para que te distraigas, quizá cuando regreses ella ya esté más tranquila.

—Si, es cierto —dijo y suspiró—. Creo que me haría bien pasear un poco por el pueblo y tomar aire fresco. La única vez que he salido fue hoy para ir al cementerio.

—¿Fuiste sola? —Esa no era la pregunta real. Lo que quiso decir es "¿Fuiste sin mí?". 

No era justo lo que Rebekah estaba haciendo con él, la forma en que lo apartaba  de todo lo concerniente a Kol. Él también sufría, maldita sea. A él también le dolía su ausencia, y más ese día que era el cumpleaños de Kol. O fue el cumpleaños de Kol mejor dicho. Había olvidado mencionarlo a Caroline esa mañana, quizá a ella con la discusión también se le pasó. Cuando su hermana salió temprano esa mañana no imaginó que iría al cementerio. Ni siquiera le informó, ni siquiera le pidió que la acompañe, ¿acaso pensaba Rebekah que era de piedra?

—Me decidí a hacerlo temprano, si dejaba que pasaran las horas quizá me acobarde. Es la primera vez que voy desde el entierro. Deberías ir tú también.

—Iré más tarde —dijo frío.

—Si, quizá después del almuerzo es buena hora. Iré a pedir que me preparen el coche, creo que pasaré toda la tarde con las Petrova. Ojalá cuando regrese pueda hablar con Caroline.

—Ojalá.

En verdad no quería culpar a Rebekah ni sentirse enojado con ella, pero no pudo evitarlo. Desde lo de Kol ella estaba apartada, no pensaba en él, no se daba cuenta de nada. Él la necesitaba. Necesitaba a Rebekah a su lado como cuando eran niños, necesitaba su caricia consoladora, su hombro para llorar, su compañía para ir al cementerio. Pero no, ella no lo veía o quizá no le importaba por estar tan concentrada en su propio dolor. Sabiendo que día era, sabiendo lo triste que iba a sentirse decidió no almorzar con él y dejarlo solo. Bien pudo ir con las Petrova después de almorzar, o bien pudo simplemente preferir hacerle compañía a su hermano que la pesaba tan mal como ella por la pérdida de Kol.

Almorzó solo. Comió lento, dejó que se enfriara, ni siquiera la terminó. Estaba solo. Rebekah se fue a pasar el rato fuera, Caroline estaba arriba odiándolo, Elijah en Europa sin saber nada de la tragedia familiar, y Kol muerto. Muerto en el día de su cumpleaños, un día que siempre se festejaba con una gran celebración donde Kol era el alma de la fiesta, bailando con Rebekah, haciéndola reír y luego poniendo celosos a novios y esposos al sacar a bailar a sus acompañantes. Una fiesta donde habían risas, juegos y bebida, donde ambos la pasarían de maravilla recordando los viejos tiempos. Ahora solo había una maldita tumba, silencio y soledad.

"Debería ir al cementerio", se dijo después de dejar su almuerzo a medias. Rebekah ya había ido, sería conveniente y adecuado que él vaya a dejar unas flores en su tumba. Solo que no pudo hacerlo, no se sentía preparado para eso. Ni siquiera había podido llorar a Kol, no había sido capaz. Desde el momento de su muerte se había sentido obligado a ser el fuerte de la familia, habían pasado tantos días desde aquello que hasta sentía había perdido la capacidad de llorar. Era como si su alma estuviera seca.

Decidido a no ir al cementerio aquel día por más que fuera su deber, Klaus decidió ocupar su tarde revisando correspondencia y coordinando para los negocios familiares. En medio de aquello no pudo evitar pensar en la discusión con Caroline. De verdad había tenido las mejores intenciones, pensó que quizá ella se sentiría mejor si su madre llegaba a hacerle compañía, o quizá alguna hermana. Pero terminó arruinándolo todo y sabía que era definitivo. 

Caroline había dicho que si su familia aparecía en Mystic Falls nunca se lo iba a perdonar, y Klaus sabía que eso era cosa de tiempo. En su carta había dado la dirección exacta y les había pedido que vayan tan pronto como puedan. Era cuestión de tiempo para que los Forbes aparecieran en la mansión. "A ella también la he perdido", se dijo triste. Apenas estaban empezando a formar una relación que parecía ir de maravilla y tuvo que arruinarlo de esa manera. No quería entristecerla, por nada del mundo quería hacerla sufrir.

Las horas pasaron y para cuando se dio cuenta ya era de noche. Preguntó a una de las doncellas por Caroline y esta solo dijo que le sirvieron un té por la tarde pero ella había pedido que no la molesten más. "Me odia, me odiará siempre ahora", se dijo triste. Por su lado, Rebekah tampoco había vuelto. "Debe estar pasándola muy bien. Y yo acá... ", se dijo amargo.




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