Inevitable

Capítulo 13

Elena sabía tres cosas muy importantes de su hermana, cosas que podían ponerla en serios aprietos, y de paso arriesgar todo el futuro de la familia. 

Sabía que se acostaba con Damon descaradamente y encima en su propia casa. Sabía además que planeaba seducir a Klaus para quedarse como señora Mikaelson y ser heredera de la gran fortuna de la familia. Pero lo peor de todo era que querían deshacerse de Caroline como sea, empezando por hacer que aborte. 

Era claro que tenía que advertir a alguien para evitar eso, no podía callarse con información tan importante. Amenazar a Katherine quedaba descartado, conocía a su hermana y sabía era capaz de todo para hacerla callar.

"Pero si hablo lo que hace con Damon también sería mi ruina", pensó temerosa. Era cierto, si el mundo se enteraba que su hermana se acostaba con otro que no era su prometido, la mancha del deshonor iba a caer sobre ella también y jamás podría casarse. Algo se le tenía que ocurrir, algo que no la perjudique a ella pero que detenga los horribles planes de Katherine. 

Siempre supo que era una mujer vil, pero no imaginó hasta qué punto llegaba su maldad, se preguntó también si acaso su madre estaría enterada de eso. "No lo creo, ella está muy feliz con Tatia novia de Klaus, esto lo desaprobaría por completo". Quizá ahí estaba la clave, hacer que su madre se entere, obviamente Isobel mantendría todo en estricto secreto para no caer en el escándalo, pero pondría en su sitio a Katherine. O al menos eso esperaba.

—Elena, estás muy distraída hoy, ¿qué te sucede? —Annabelle la sacó de sus pensamientos. Estaban dando un paseo por la plaza del pueblo, salió con la excusa de distraerse un poco pero no lograba alejar de su cabeza aquello.

—Un poco, no han sido buenos días —se excusó.

—¿Al menos escuchaste algo de lo que te estaba diciendo? —Negó con la cabeza avergonzada, no podía simplemente ignorar a su amiga haciéndole ese desplante.

—Lo siento.

—Olvídalo. Debes tener problemas en casa, supongo.

—¿Por qué supones eso?

—No sé, todos tienen problemas en casa últimamente. —Ese comentario le pareció algo extraño, ¿acaso ella sabía o sospechaba algo? No, eso era imposible.

—¿Por qué lo dices?

—Bueno, tú deberías saberlo. —Ajá. Ahí estaba. Anna no era precisamente la mujer más discreta del mundo, no era necesario hacer mucho esfuerzo para sacarle la lengua.

—¿Es sobre Katherine?

—¿Sabes si ya tomó "eso"?

—¿Qué cosa? —Anna miró a los lados como asegurándose que no hubiera nadie cerca para escuchar y al fin habló.

—Hace unos días fue a la tienda de mi madre, pidió discreción pero fui yo quien le llevó aquello. Son unas yerbas que sirven bueno... cuando una mujer no quiere tener hijos las toma en infusión. O cuando ya lo tiene y quiere perderlo, si me entiendes. —Elena palideció. Así que el plan de su hermana ya estaba en ejecución—. Oye, no vayas a comentar eso con nadie, ¿si? Creí que ya sabías, pero si la señora Isobel se entera que mi madre le vendió eso a tu hermana las cosas se pondrán feas.

—Claro, claro. Guardaré silencio. —Caminaron un poco más sin decir nada, las dos hasta parecían algo incómodas—. Por favor, hablemos de otra cosa que lo que menos quiero es pensar en los problemas de Kath. Dime, ¿qué tan serio es lo de tu madre y el señor Jonathan? —Anna sonrió con picardía, eso le hizo cambiar un poco el gesto.

—Pues parece ir muy bien, él se nota que está enamorado. Madre es muy discreta pero también se ve en sus ojos la verdad. Pues no sé cómo les irá a ellos, en cuanto a mí...

—Jeremy Gilbert. —Anna asintió, Elena ahora si sonreía. Ese Jeremy era un buen chico y también se notaba que gustaba de Anna.

—¿Te imaginas algo así? Mi madre con el señor Jonathan y yo con Jeremy, sería demasiado pedir.

—Oh no lo creo, en realidad me parece maravilloso.

—Puede ser.

Pasaron cerca de la tienda de un modista para hombres, la única en Mystic Falls para caballeros y todo aquel que pudiera pagar. Miraron con discreción por la ventana. Las mejillas de Elena enrojecieron al ver como Stefan se probaba un saco, hace días que no lo veía pues no había salido para nada de casa. No estaba solo, Jeremy Gilbert también andaba por ahí conversando con el dueño de la tienda. A su lado iba Matt Donovan. Hace buen tiempo que no lo veía, al parecer había estado fuera del pueblo y regresó hace unos días.

—Vaya, al fin volvió Matt —comentó Anna. 

Cuando los chicos advirtieron su presencia les sonrieron y les saludaron con las manos. Ya para ese punto las dos muchachas tenían las mejillas totalmente rojas y se sentían presas de la emoción que da el primer amor, o la primera ilusión quizá.

—Creo que deberíamos presentárselo —dijo despacio Elena.

—¿Cómo? No entiendo.

—¿Crees que tu madre se moleste si organizas una fiesta de té en tu casa? O un almuerzo quizá, puedes invitar a los chicos, también a los Mikaelson. A Rebekah.

—No te entiendo, ¿por qué de pronto se te ha ocurrido algo así?




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